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miércoles, 9 de junio de 2021

La biotecnología al desnudo. Promesas y realidades.-- Eric S. Grace (¿...?)


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7.-Cuestiones éticas


 «¿Deberíamos o no? Las cuestiones éticas tratan de los efectos que nuestras acciones (u omisiones) tienen sobre el mundo que nos rodea. Si algo es perjudicial, no deberíamos hacerlo. Pauta simple, en teoría, pero que no resulta de mucha utilidad cuando las consecuencias de una actividad no están aún claras, o cuando sus efectos pueden ser a la vez dañinos y útiles. La biotecnología se encuentra en este campo ambiguo. La mayor parte de las divergencias entre defensores y detractores de la manipulación genética se resumen en distintas visiones de los posibles riesgos y beneficios.
 Las preocupaciones típicas pueden ser agrupadas en unas cuantas áreas, que van desde los efectos de la biotecnología sobre el medio ambiente y la salud humana hasta su impacto sobre las estructuras sociales y económicas y los valores morales y religiosos (véase más adelante). Algunas de las cuestiones han surgido específicamente de la propia naturaleza de la biotecnología, mientras que otras, como la explotación de los recursos de los países pobres por los ricos, formaban parte de dilemas ya existentes.
  
Ejemplos de cuestiones de interés público sobre la biotecnología

Seguridad medioambiental:
·        ¿Alterarán los organismos transgénicos el equilibrio de las poblaciones de los ecosistemas naturales?
·        ¿Transferirán los organismos transgénicos sus genes alterados a parientes salvajes o silvestres, o reducirán la biodiversidad?

Seguridad en alimentos y salud:
  • ¿Serán seguros los alimentos a base de animales y plantas transgénicos?
  • ¿Tendrán los alimentos transgénicos igual valor nutritivo?
Efectos sociales y económicos:
·        ¿Qué efectos globales tendrá la biotecnología sobre la industria agrícola mundial?
·        ¿Otorgarán las patentes el control sobre cultivos clave a unas cuantas compañías?

Cuestiones morales y éticas:
  • ¿Son expoliados los países pobres de sus recursos genéticos?
· ¿Tenemos derecho a no utilizar la biotecnología, aunque sirva de ayuda para el tratamiento de enfermedades y el incremento de la producción de alimentos?

Cuestiones legales:
·      ¿Otorgan las leyes actuales suficiente protección a los agricultores, consumidores, ganaderos y medio ambiente?
·         ¿Deberían etiquetarse como tales los alimentos transgénicos?

 La percepción pública de las cuestiones relacionadas con la biotecnología, así como sobre la naturaleza de sus riesgos potenciales, es crucial para lograr un consenso entre ciencia, política e intereses comerciales. ¿Cómo se entera la gente de los problemas relacionados con la biotecnología y cómo reacciona ente ellos?
[…]

 Seres humanos patentados

 En una acción sin precedentes, la U.S. Patent Office otorgaba el 14 de marzo de 1995 la patente nº 5.387.696, a favor de los National Institutes of Health (NIH), sobre el material genético de un ciudadano extranjero, un hagahai de las tierras altas de Papuasia-Nueva Guinea. Esta tribu, que cuenta con apenas 260 miembros, entró en contacto por primera vez con el mundo exterior en 1984. Los NIH se consideran propietarios de una estirpe de células que contiene el ADN original del donante, así como de varios métodos que permiten usarlo para la detección de retrovirus relacionados con el HTLV-1.
 “En los tiempos del colonialismo, los investigadores iban tras los recursos de los indígenas. […] Ahora, en los tiempos de la biocolonización, van tras los propios indígenas”, dice Pat Mooney, director ejecutivo de la Rural Advancement Foundation International (RAFI), grupo que lidera la oposición a la comercialización de los genes humanos.
 Los NIH han buscado genes humanos que patentar en otros 19 países, normalmente sin ninguna compensación económica para los propietarios originales de las células que toman y usan. Ello forma parte del Proyecto Diversidad del Genoma Humano, un programa internacional que intenta obtener muestras de sangre y tejidos del mayor número posible de grupos indígenas del mundo. Indignados por lo que denominan el “proyecto vampiro”, pueblos indígenas, gobiernos y ONG del Pacífico Sur están trabajando para redactar un tratado que prohíba obtener patentes de las formas de vida del Pacífico.
 El principal valor del ADN humano procedente de poblaciones aisladas es su potencial para ayudar en el diagnóstico y el tratamiento de enfermedades, así como en la obtención de vacunas. Una empresa biotécnica californiana adquirió, por ejemplo, muestras de sangre obtenidas de habitantes asmáticos de la remota isla de Tristán da Cunha, en el Atlántico Sur. Dicha compañía vendió a su vez por setenta millones de dólares los derechos sobre su tratamiento contra el asma, cuya eficacia aún no ha sido comprobada, a la empresa farmacéutica alemana Boehringer Ingelheim.
 Las pretensiones estadounidenses de derechos sobre material genético humano son defendidas en el extranjero por una división del Departamento de Comercio. Para dejar clara la posición de su gobierno en esta controvertida cuestión, Ronald Brown, ex secretario de Comercio de Estados Unidos, argumentaba: “Según nuestras leyes […] todo lo relacionado con las células humanas es patentable, y no hay en ellas provisión alguna que obligue a tener en consideración el origen de las células que puedan ser objeto de solicitud de patente”.
 La RAFI opina que éste es el inicio de una peligrosa tendencia, en la que los pobladores indígenas del globo son considerados mera materia prima por las corporaciones estadounidenses y de otros países industrializados. Esta organización lleva controlando las patentes del ADN de pueblos indígenas desde 1993 y ejerce presión para que el tema sea llevado ante el Tribunal Internacional de La Haya.
Resultado de imagen de eric s grace Los científicos están recogiendo muestras genéticas de poblaciones aisladas para establecer un archivo de la diversidad y evolución humanas antes de que esos grupos exóticos pasen a ser un recuerdo histórico. Sus oponentes, sin embargo, temen que el descubrimiento de genes útiles conduzca inevitablemente a patentar y comercializar partes del genoma humano, posibilidad que atacan por considerarla explotadora e inmoral. En su escrito a la National Science Foundation, Leon Shenandoah, del Consejo de Jefes de la Nación Onandaga, proclamaba: “Su proceder carece de ética, constituye una intromisión e incluso quizás sea criminal. Viola los derechos grupales e individuales de nuestras gentes y de las poblaciones indígenas de todo el mundo. Su proyecto atañe a la propia estructura genética de nuestro ser”.
 En Europa el tema fue llevado ante el comité de apelación cuando el Partido Verde del Parlamento Europeo se enfrentó a la decisión de la OEP de conceder una patente sobre un fragmento de ADN humano, que codificaba una determinada proteína. Los oponentes a dicha concesión argumentaban que el código del ADN era un descubrimiento, más que un invento, y que otorgar la patente de un gen humano constituye una ofensa a la moral.
 El comité de apelación rechazó ambos argumentos. Por lo que respecta al primer punto, las normas de la OEP permiten que sustancias naturales sean reconocidas como nuevas cuando son aisladas por primera vez. En cuanto a la moral, el comité dictaminó que el mero acto de tomar tejido humano no se podía considerar, como se pretendía, “una ofensa contra la dignidad humana” cuando el donante daba su consentimiento. La extracción de tejidos es práctica habitual en medicina. Tampoco cabía considerar la patente de genes humanos como “una forma de esclavitud moderna”, puesto que no otorga ningún derecho sobre la persona de la que proceden los genes patentados.
 Por lo que respecta al argumento de que patentar genes humanos es intrínsecamente inmoral y equivalente a patentar la vida, el comité resolvió que lo único que se patentaba era una determinada sustancia química. Concluyó, asimismo, que “patentar un gen humano aislado no tiene nada que ver con patentar la vida humana. Aún en el supuesto de que cada uno de los genes del genoma humano fuera clonado (y, probablemente, patentado), resultaría imposible reconstruir un ser humano partiendo de la suma de sus genes”.
 El comité no halló ninguna diferencia moral entre “la patente de genes y la de otras sustancias de procedencia humana, sobre todo, porque sólo mediante la clonación de genes podían obtenerse con facilidad muchas proteínas humanas importantes en cantidades suficientes para su utilización médica”.

 Problemas con las patentes

 Para conseguir una patente, un invento debe ser original y útil e introducir alguna mejora real. El propósito de la patente es otorgar a quien la posea el uso exclusivo de lo patentado durante cierto período de tiempo (normalmente, quince o veinte años). El propietario de la patente podrá entonces monopolizar la producción de su invento o bien otorgar licencias de explotación.
 El dilema ante el que se encuentran los biotecnólogos consiste en saber exactamente qué declarar como resultado de sus trabajos de investigación, así como en qué momento de ésta resulta conveniente presentar la solicitud de patente. En muy pocos casos el valor de un descubrimiento resulta claro y obvio, como, por ejemplo, el de un método para dividir el ADN. Pero, en general, las aplicaciones de un nuevo descubrimiento no resultan claras y son más un perfeccionamiento de algo ya conocido que un hallazgo revolucionario.
 Para salvaguardar el valor potencial de su trabajo y evitar perder la carrera frente a la competencia, algunos laboratorios se han visto tentados a solicitar patentes para aplicaciones amplias en las primeras fases de una investigación. Los NIH, por ejemplo, solicitaron patentes para varios millares de secuencias parciales de ADN humano que habían identificado, antes de conocer sus funciones o sus posibles aplicaciones comerciales. Su solicitud fue rechazada y desistieron de ella.
 Otros, en cambio, alegan derechos de extrapolación. El éxito de Harvard al alterar el genoma de ratones, por ejemplo, llevó a la universidad a solicitar patentes para posibles aplicaciones de su invento en otros mamíferos, aun sin haberlo podido demostrar.
 Si bien estas pretensiones pueden parecer simples actos de codicia y poco razonables, las empresas argumentan que necesitan la protección de una patente para compensar sus costes de investigación y desarrollo. Suelen ser necesarios varios años y muchos millones de dólares antes de que una aplicación biotecnológica pueda salir al mercado. Si la patente de una aplicación se limita a una descripción específica y muy concreta de lo que se ha obtenido en el laboratorio, podría resultar insuficiente para compensar el trabajo y el capital invertidos. Por otro lado, si la patente pretende abarcar un área excesivamente amplia, como un concepto, una técnica o un grupo de animales o plantas, podría limitar las posibilidades de otros investigadores en el mismo campo, retardar el progreso y dividir a la industria.» 
   
   [El texto pertenece a la edición en español de Editorial Anagrama, 1999, en traducción de David Sempau, pp. 231-232 y 240-245. ISBN: 84-339-0555-4.]

sábado, 11 de julio de 2020

Sueños de tierra y cielo.- Freeman Dyson (1923-2020)

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1.-Nuestro futuro biotecnológico
Tecnología verde

  «La domesticación de la biotecnología en la vida cotidiana puede ser también útil en la solución de problemas prácticos económicos y medioambientales. Una vez que una nueva generación de niños haya crecido, como ellos conocerán los juegos de biotecnología, igual que ahora nuestros nietos conocen los juegos de ordenador, la biotecnología ya no parecerá algo extraño y ajeno. En la era de la biología de código abierto, la magia de los genes será accesible a cualquier persona con la capacidad y la imaginación suficientes para utilizarla. La biotecnología tendrá vía libre para moverse en la corriente del desarrollo económico, para contribuir a resolver algunos de nuestros problemas sociales más acuciantes y para mejorar la condición humana en toda la Tierra. La biología de código abierto puede ser una herramienta poderosa que nos dé acceso a la abundante y barata energía solar.
 Una planta es una criatura que utiliza la energía de la luz solar para convertir agua, dióxido de carbono y otros elementos simples en raíces, hojas y flores. Para poder vivir, necesita recibir la luz solar, pero la utiliza con una baja eficiencia. Las plantas de cultivo más eficientes, como la caña de azúcar o el maíz, convierten el uno por ciento de la luz solar recibida en energía química. En cambio, los colectores solares artificiales hechos de silicio lo hacen mucho mejor. Las células solares de silicio pueden convertir la luz solar en energía eléctrica con una eficiencia de un quince por ciento, y la energía eléctrica puede convertirse en energía química sin mucha pérdida. Podemos imaginar que en el futuro, cuando hayamos dominado el arte de la ingeniería genética con plantas, produciremos nuevas plantas de cultivo que tengan hojas de silicio y sean capaces de convertir la luz solar en energía química de una manera diez veces más eficiente que las plantas naturales. Estas plantas de cultivo artificiales reducirán la superficie de terreno necesaria para la producción de biomasa en un factor de diez. Se parecerán a las plantas naturales excepto en sus hojas, que serán negras (el color del silicio) en lugar de verdes (el color de la clorofila). Sólo me pregunto cuánto tiempo nos llevará conseguir que crezcan plantas con hojas de silicio.
 Si la evolución natural de las plantas hubiera sido impulsada por la necesidad de una mayor eficiencia en el aprovechamiento de la luz solar, las hojas de todas las plantas serían negras. Las hojas negras absorberían la luz solar con mayor eficiencia que las de cualquier otro color. Obviamente, la evolución de las plantas se vio impulsada por otras necesidades, en particular por la de protegerse del sobrecalentamiento. Para una planta que crece en un clima cálido, es una ventaja reflejar tanto como le sea posible la luz solar que no utilice para su crecimiento. Como hay tanta, no es importante que la utilice con la máxima eficiencia. Las plantas han evolucionado con clorofila en sus hojas para absorber los útiles componentes rojo y azul de la luz solar y reflejar el verde. Por eso es razonable que las plantas de climas tropicales sean de color verde. Sin embargo, esta lógica no explica por qué las de climas fríos, donde la luz solar es escasa, son también verdes. Cabe imaginar que, en un lugar como Islandia, el sobrecalentamiento no sería un problema y las plantas con hojas negras, que utilizarían la luz del sol de manera más eficiente, tendrían una ventaja evolutiva. Por alguna razón que no comprendemos, nunca aparecieron plantas naturales con hojas negras. ¿Cuál es el motivo? Quizá no logremos entender por qué la naturaleza no tomó esta ruta hasta que la hayamos recorrido nosotros mismos.
 Después de haber explorado esta ruta hasta el final, cuando hayamos creado nuevos bosques de plantas de hojas negras que puedan utilizar la luz solar de manera diez veces más eficiente que las plantas naturales, nos enfrentaremos a un nuevo conjunto de problemas ambientales. ¿Quién estará autorizado a cultivar plantas de hojas negras? ¿Permanecerán éstas acotadas como variedades artificiales o invadirán y cambiarán para siempre la ecología natural? ¿Qué haremos con los residuos de silicio que estas plantas dejen tras de sí? ¿Seremos capaces de diseñar toda una ecología de microbios, hongos y lombrices que se alimenten de silicio para mantener las plantas de hojas negras en equilibrio con el resto de la naturaleza y poder reciclar ese silicio? El siglo XXI nos traerá nuevas y poderosas herramientas de ingeniería genética con las que manipular nuestros cultivos y nuestros bosques. Y con las nuevas herramientas surgirán nuevos interrogantes y nuevas responsabilidades.
 La pobreza es uno de los grandes males del mundo moderno. La falta de trabajo y de oportunidades económicas en las poblaciones pequeñas impulsa a millones de personas a emigrar de los pueblos a ciudades superpobladas. La continua emigración provoca enormes problemas sociales y medioambientales en las principales urbes de los países pobres. Los efectos de la pobreza son más visibles en las ciudades pero las causas se encuentran principalmente en los pueblos. Lo que el mundo necesita es una tecnología que ataje el problema de la pobreza rural de raíz, mediante la creación de riqueza y puestos de trabajo en los pueblos. Una tecnología que cree industrias y posibilidades de hacer carrera en las zonas rurales ofrecería a sus pobladores una alternativa práctica a la emigración. Se les daría la oportunidad de sobrevivir y prosperar sin sufrir desarraigo.
Sueños de tierra y cielo eBook: Dyson, Freeman: Amazon.es: Tienda ... El desequilibrio de riqueza y población entre los pueblos y las ciudades es uno de los principales hechos de la historia de la humanidad durante los últimos diez mil años. La emigración del campo a la urbe está sin duda asociada al tránsito de un tipo de tecnología a otro. Encuentro conveniente llamar "verde" y "gris" a los dos tipos de tecnología. Del adjetivo "verde" se han apropiado de manera abusiva diversos movimientos políticos, sobre todo en Europa, por lo que debo explicar claramente en qué pienso cuando hablo de verde y de gris. La tecnología verde se basa en la biología y la tecnología gris en la física y la química.
 En términos generales, la tecnología verde es la que dio origen a las comunidades rurales hace diez mil años con la domesticación de plantas y animales, la invención de la agricultura, la cría de cabras, ovejas, caballos, vacas y cerdos y la producción de tejidos, quesos y vinos. La tecnología gris es la que, cinco mil años más tarde, dio origen a las ciudades y a los imperios con la fundición del bronce y el hierro, la invención de los vehículos con ruedas y las carreteras pavimentadas, la construcción de barcos y carros de guerra, y la fabricación de espadas, armas de fuego y bombas. La tecnología gris produjo asimismo los arados de acero, los tractores, las cosechadoras y las plantas de procesamiento, que volvieron a la agricultura más productiva y transfirieron gran parte de la riqueza generada por los agricultores de los pueblos a las empresas radicadas en las ciudades.
 Durante los primeros cinco mil años de los diez mil de civilización humana, la riqueza y el poder pertenecieron a las poblaciones pequeñas con tecnología verde, y durante los cinco mil años siguientes, pertenecieron a las ciudades con tecnología gris. Desde hace unos quinientos años que la tecnología gris se ha vuelto cada vez más dominante pues aprendimos a construir máquinas que utilizan la energía del viento, el agua, el vapor y la electricidad. En los últimos cien años, la riqueza y el poder se han concentrado aún más en las ciudades conforme avanza la tecnología gris. A medida que las ciudades se hacen más ricas, la pobreza rural aumenta.
 Este bosquejo de los últimos diez mil años de historia human sitúa el problema de la pobreza rural en una nueva perspectiva. Si dicha pobreza es una consecuencia del crecimiento desequilibrado de la tecnología gris, es posible que un cambio en la balanza de gris a verde la haga desaparecer. Éste es mi sueño.»
   [El texto pertenece a la edición en español de Editorial Debate, 2017, en traducción de Joaquín Chamorro Mielke. ISBN: 978-84-9992-707-7.]