domingo, 22 de marzo de 2020

Reflejos en el ojo de un hombre.- Nancy Huston (1953)

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IX.-El desnudo para los hombres
Arte versus pornografía

«N.: En tu opinión, ¿cuáles son las diferencias entre los dibujos o los cuadros de desnudos y las imágenes pornográficas?
 H.: Para mí, la pornografía está vinculada a la invención de la fotografía. Estoy seguro de que hay una amplia zona intermedia, pero no conozco muchos dibujos realmente groseros. En los últimos tiempos he visto muchos dibujos japoneses. Algunos son muy "atrevidos", pero ninguno me parece pornográfico. Cuando pienso en la pornografía -en internet, por ejemplo-, me digo que es como el fast food. McDonald's y todas esas empresas saben que si fabricas comida barata y rápidamente disponible, las personas que tengan hambre irán a atiborrarse a tu local. Así tienes en Estados Unidos a toda esa gente enorme, con mala salud. La pornografía es algo parecido. ¿Qué les gusta a los hombres? Las tetas grandes, Entonces las mujeres se inyectan silicona, los tíos se meten Viagra, habrá primeros planos de pollas que entran y salen... para mí es fast food. Es verdad, hay miles de millones de fotos de este tipo en  la red, una cantidad inimaginable. Lo que no entiendo es por qué todo el mundo hace lo mismo. No tienen mucha imaginación.
 Los que se pasan la vida haciendo pornografía seguramente no son lumbreras. Cuando escuchamos entrevistas a esos tipos, casi todos parecen personas más bien groseras y feas, así que hacen películas groseras y feas. Algún gran cineasta habrá que haya filmado una buena película erótica, pero no lo conozco. Es un auténtico problema para los jóvenes de nuestra época. Cuando yo era un crío, el Playboy nunca mostraba el pelo del pubis. Luego, cuando tenía unos doce o trece años, el Penthouse empezó a mostrarlo. Para mí fue como un electroshock. Creí que no sólo se abrían las piernas, sino también el cielo. Ahora pienso en mi hijo. Nunca hemos hablado del tema, pero están tan inundados por este tipo de imágenes que no sé cómo afectan a su vida sexual.
 N.: Sí, es difícil que no afecte a su modo de relacionarse con las mujeres reales. En nuestros días muchos chicos han crecido con la pornografía, e internet es su principal fuente de educación sexual, incluso la única. A los ocho o nueve años, antes de haber tenido experiencias personales, empiezan a ver esas películas con violaciones, felaciones forzosas y demás. Para algunos, estos gestos pasan a ser tan triviales que si participan en violaciones en grupo y los denuncian por violación, les cuesta entender qué se les reprocha.
 R.: No sé cuál es la solución, porque no podemos recomendar la censura. Quizá deberíamos inventar para la sexualidad algo equivalente al movimiento slow food.
 N.: ¿No sería un buen antídoto a la pornografía impartir clases obligatorias de desnudo en todos los colegios e institutos del país?
 H.: Sí, sin duda. Porque la pornografía es automáticamente algo que hay que esconder. Pero ahí tienes a una mujer real desnuda delante de ti, y tienes no sólo el derecho, sino también el deber de mirarla, y de mirarla bien para que tu dibujo sea equilibrado. Observas la realidad de sus nalgas, de sus tetas, de sus tobillos... o el rabo del chico. Sí, seguro que sería un avance. Si no, es la pornografía o nada.

*

Resultado de imagen de nancy huston reflejos en el ojo de un hombre La pornografía, como la industria de la belleza, ha "explotado" gracias al avance tecnológico de la civilización occidental. Hasta el siglo XIX los hombres intercambiaban chistes verdes, dibujos guarros y, como máximo, en la aristocracia, grabados libertinos, pero en nuestros días si se aburren en una reunión de trabajo o en una clase de matemáticas, no tienen más que pulsar su iPhone para ver la foto de una vulva abierta o una sodomización filmada.
 Tanto en la pornografía como en la industria de la belleza las cifras nos dejan atónitos. Ahora mismo hay más de cuatro millones de sitios web pornográficos, lo que supone más de 400 millones de páginas (más de la mitad de ellas estadounidenses). La edad media del primer contacto con la pornografía es once años. El 90% de los niños entre ocho y dieciséis años ha visto pornografía en la red mientras hacía los deberes; 40 millones de adultos estadounidenses ven regularmente pornografía en internet; en todo el mundo, cada segundo se conectan 30.000 personas a un sitio pornográfico; entre 1992 y 2006 los beneficios de la venta de vídeos porno en Estados Unidos pasaron de 1.600 a 3.620 millones de dólares. Los ingresos anuales de la industria pornográfica son superiores a los de Microsoft, Google, Amazon, eBay, Yahoo!, Apple, Netflix y EarthLink juntos.
 Por mucho que nos sorprenda a nosotras, las mujeres occidentales, que, a diferencia de las "pobres mujeres con velo y oprimidas del Oriente oscurantista", estamos orgullosas de nuestra insolente autonomía, que somos libres de pasearnos por donde nos dé la gana, como los hombres, ¿verdad?, por todos los barrios y a todas las horas, ¿verdad?, Annie Leclerc concluye su crítica a la pornografía con un elogio del velo: "Mejor la umbría y definitiva cárcel del velo que la desnudez irremediablemente librada a todas las salvajadas de la luz. Mejor oculta para siempre que inexorablemente expuesta. La verdad es que no veo qué podríamos hacer sin velo. Y ante todo, ¿en qué se convertiría la verdad si ya no hubiera velos? ¿Si ya no hubiera espacio entre lo que se ve y lo que no se ve? Si todo estuviera fuera, expuesto a la luz del día, si no quedara nada más allá de lo aparente, la palabra quedaría callada y moriría".
 Treinta y cinco años después de la publicación de Hommes et femmes, al negar la diferencia de sexos, ¿estamos efectivamente dirigiéndonos a la descarada comercialización de la seducción, a la trivialización absoluta de la pornografía, al rechazo del misterio y a la muerte del deseo?»

    [El texto pertenece a la edición en español de Círculo de Lectores, 2013, en traducción de Noemí Sobregués. ISBN: 978-84-672-5387-0.]

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