jueves, 5 de marzo de 2020

Las profecías.- Michel Nostradamus (1503-1566)


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Prefacio. A César Nostradamus, vida y felicidad

«[…] Considerando también que las aventuras aquí definidas no están determinadas; y que todo es regido y gobernado por el poder inconmensurable de Dios, que nos inspira, no con la embriaguez, ni con los movimientos del delirio sino por afirmaciones astronómicas: han hecho predicciones animadas por la única voluntad divina y, particularmente, por el espíritu de profecía. Cuántas veces, desde hace mucho tiempo, en varias ocasiones, he predicho con mucha antelación lo que después ha sucedido, y ello en regiones particulares, atribuyéndolo todo a la acción de la virtud y la inspiración divina, así como otras aventuras felices o desgraciadas anunciadas por adelantado, en su acelerada instantaneidad, que han sucedido en diversas latitudes del mundo. Pero he querido callarme y abandonar mi obra a causa de la injusticia, no sólo de los tiempos actuales sino también de la mayor parte de los tiempos futuros; no he querido ponerlo por escrito porque los gobiernos, las sectas y los países sufrirán cambios tan opuestos, incluso diametralmente opuestos a los del presente, que si yo intentara contar lo que será el porvenir, los hombres de gobierno, de secta y de religión y convicciones, lo hallarían tan poco acorde a sus fantasiosos oídos, que serían llevados a condenar lo que podrá verse y reconocerse en los siglos por venir. Considerando también la sentencia del verdadero salvador: No deis a los perros lo que es sagrado y no arrojéis las perlas a los cerdos, por temor a que las pisoteen y se vuelvan luego contra vosotros. Razón por la cual he escondido mi lenguaje a la gente popular y he retirado mi pluma del papel, luego he querido extender mi declaración con respecto a la llegada de lo común, por medio de frases ocultas y enigmáticas con respecto a las causas por venir, incluso las más próximas, y aquellas que he percibido, aunque se produzca algún cambio humano, no escandalizarán a los oídos frágiles, pues todo ha sido escrito en forma nebulosa, más que cualquier profecía; hasta el punto de que eso ha sido ocultado a los sabios, a los prudentes y a los reyes, y revelado a los pequeños y a los humildes y, por la mediación de Dios inmortal, a los profetas que han recibido el espíritu de vaticinio, por el que ven las cosas lejanas y consiguen prever los acontecimientos futuros: pues nada puede realizarse sin él; tan grande es el poder y la bondad para los sujetos a quienes han sido entregados que, mientras meditan en ellos mismos, eso sujetos son sometidos a otros efectos que tienen como origen el buen espíritu; ese calor y ese poder vaticinador se acercan a nosotros: como lo hacen los rayos del sol que ejercen su influencia en los cuerpos simples y compuestos. Por lo que se refiere a nosotros, que somos humanos, nada podemos por nuestro conocimiento natural y nuestra inclinación de espíritu, para conocer los secretos ocultos de Dios el Creador. Porque no nos toca conocer el tiempo ni el momento, etc. Hasta el punto de que personajes por venir pueden ser vistos ya ahora, porque Dios el Creador ha querido revelarlos por medio de imágenes impresas, con algunos secretos del porvenir, de acuerdo con la astrología estimativa, como los del pasado, por cierto poder y facultad queridos eran dados por ellos, como la llama aparece del fuego, que, inspirándoselos, le llevaba a juzgar las inspiraciones divinas y humanas. Pues Dios viene a terminar las obras divinas que son todas absolutas: la mediana que está entre Ángeles, la tercera los malvados. Pero, hijo mío, te hablo aquí de un modo excesivamente oculto. Pero en cuanto a los vaticinios ocultos que se reciben del espíritu sutil del fuego, que excita la comprensión contemplando el más elevado de los astros, como en estado de vigilia, al igual que por publicaciones, estando sorprendido de publicar escritos sin temor a ser alcanzado por una impudente locuacidad: pero porque todo procedía del poder divino del gran Dios eterno de quien procede toda bondad. Además, hijo mío, yo no he insertado aquí el nombre de profeta, no quiero atribuirme un título tan sublime en el tiempo presente pues, quien hoy se llama profeta, antaño era llamado vidente; pues profeta, hablando con propiedad, hijo mío, es el que ve las cosas lejanas por medio del conocimiento natural de toda criatura.
Resultado de imagen de las profecias nostradamus barcanova Y puede suceder que el profeta, por medio de la luz perfecta de la profecía, haga aparecer, de modo manifiesto, cosas divinas y humanas, porque eso no puede hacerse de otro modo, dado que los efectos de la predicción futura se extienden muy lejos en el tiempo. Pues los secretos de Dios son incomprensibles y la virtud causal toca la larga extensión del conocimiento natural, tomando su más inmediato origen en el libre arbitrio, hace aparecer las causas que por ellas mismas no pueden hacer adquirir estos conocimientos para ser revelados, ni por las interpretaciones de los hombres ni por otro modo de conocimiento o ciencia oculta bajo la bóveda celeste, desde el momento presente hasta la total eternidad que comprende la globalidad del tiempo. Por medio de esta indivisible eternidad, por una poderosa agitación epileptiforme, las causas son conocidas por el movimiento del ciclo. No digo yo, hijo mío, para que lo comprendas bien, que el conocimiento de esta materia no pueda imprimirse todavía en tu débil cerebro, a saber que las causas futuras muy lejanas no se hallen al alcance del conocimiento de la criatura racional, si estas causas son llevadas sin embargo al conocimiento de la criatura de alma intelectual, cosas presentes y lejanas no le son ni demasiado ocultas ni demasiado reveladas; pero el perfecto conocimiento de estas causas no puede adquirirse sin la inspiración divina; visto que toda inspiración profética extrae su principal origen de la emoción de Dios el Creador, y luego de la suerte y de la naturaleza. Porque las causas indiferentes son producidas y no producidas indiferentemente, el presagio se realiza en parte tal como fue predicho. Pues la comprensión creada por la inteligencia no puede adquirirse de modo oculto sino por la voz hecha con la ayuda del zodíaco, por medio de la llamita en la que se desvelarán una parte de las causas futuras. Y también, hijo mío, te suplico que jamás emplees tu entendimiento en tales ensoñaciones y vanidades que desecan el cuerpo y acarrean la perdición del alma, turbando nuestro débil sentido, y sobre todo en la vanidad de la más que execrable magia reprobada antaño por las escrituras sagradas y los divinos Cánones, al inicio de los cuales se efectúa el juicio de la Astrología estimativa: por medio de la cual, con el socorro de la inspiración y de la revelación divina, por continuas suputaciones, he redactado por escrito mis profecías.»

   [El texto pertenece a la edición en español de Editorial Barcanova, 1982, en edición de Jean-Charles de Fontbrune y traducción de Manuel Serrat Crespo. ISBN: 84-85923-97-9.]

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