lunes, 2 de marzo de 2020

Temporada de ángeles.- Lisandro Otero (1932-2008)

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Libro tercero
24.-Abril de 1649

«Ahora el Coronel consideraba necesario añadir unas palabras relativas al conductor de estos asuntos, el nombrado Gerardo Winstanley, quien, según parece era hijo de un mercero al que su comercio de alfileres, botones y cintas le dejaba tiempo para practicar acercamientos al puritanismo. Gerardo se estableció en Londres en 1630 y entró de aprendiz de pañero, oficio en el que se estableció por su cuenta en 1637; le fue mal en los negocios y en 1643 quebró y se vio obligado a emigrar a provincias; en 1649 era vaquerizo en Walton, donde atendía ganado por salario; en esa época comenzó a redactar panfletos religiosos hasta que una visión le reveló el camino a seguir, según ha confesado él mismo, y le indujo a dedicar sus empeños a lograr que la tierra fuese un bien común que sirviese de sustento a la humanidad. Aparte de lo expuesto en el folleto mencionado, Winstanley  propagaba ideas peculiares, como afirmar que si un hombre no obtiene ayuda ajena, jamás acumulará riquezas y si las logra, serán tanto suyas como de quien le ayudó, porque son fruto del trabajo de ambos. También solía decir que tal como estaban las cosas, los ricos recibían bienes de las manos del trabajador y cuando entregaban algo era el trabajo ajeno, no el propio; afirmaba que el hombre común no tenía más libertad en Inglaterra que la de laborar para el hacendado que lo contrata, la misma libertad que podía tener en Turquía o en Francia. Finalmente el Coronel dejó anotado: Winstanley pretendía que la humanidad perdió su inocencia cuando comenzó a comprar y a vender, porque desde entonces comenzó a oprimir y a engañar al prójimo y a esgrimir los derechos del nacimiento. […] Winstanley decía: la Verdadera Libertad consistía en recibir lo necesario para el sustento y preservación; la Verdadera Libertad residía en el libre disfrute de la tierra; para llegar a la Verdadera Libertad había que virar el mundo al revés, por eso no debían extrañarse si tenían enemigos. Donde el pueblo se una en una fuerte comunidad de intereses, la nación será más poderosa, porque actuará como un solo hombre para defender su legado; las disensiones que causan la propiedad y los intereses individuales, dividen al pueblo y lo separan en partidos, con lo cual se generan guerras y derramamiento de sangre.
Resultado de imagen de lisandro otero temporada de ángelesEn cuanto al reglamento, las disposiciones eran así: los hombres mayores de veinte años tienen derecho al voto, y los que sobrepasen los cuarenta pueden ser elegidos; el matrimonio es libre y sólo basta efectuar una declaración en público manifestando el deseo de cohabitar; habrá almacenes donde se depositará lo obtenido con el trabajo de la comunidad y de él se servirá cada cual según lo vaya necesitando; los castigos más severos se aplicarán a quienes vendan o compren; quien enajene la tierra o sus frutos será condenado a muerte; el oro y la plata no se usarán para acuñar moneda sino para elaborar utensilios domésticos, como los demás metales; podrá realizarse comercio monetario con otras naciones, pero la utilidad de ese intercambio engrosará la riqueza de la comunidad; se rechazará la educación que imparten los letrados por estar inficionada de menosprecio hacia los trabajadores y se implantará un nuevo sistema de aprendizaje; la educación es obligatoria y general, ningún niño debe quedar sin escuela a que asistir; los funcionarios se degeneran cuando permanecen largo tiempo con las mismas responsabilidades, por tanto serán reemplazados anualmente por medio del voto público; cada miembro de la comunidad, físicamente apto, debe contribuir al bienestar colectivo con una cuota de trabajo; todos trabajarán hasta cumplir cuarenta años, desde esa edad serán funcionarios o maestros hasta los sesenta años, entonces pasarán a ser supervisores o consejeros; en general, debe regir el principio de que los sabios ilustrarán a los necios y los fuertes asistirán a los débiles; los ministros convocarán regularmente a todos los miembros de la comunidad con tres fines: informarles de la marcha de la administración del bien común, leer fragmentos de las leyes y disposiciones de manera que puedan ser aprendidas y cumplimentadas y dictar conferencias sobre temas de la historia, las ciencias y las artes, seguidas de discusiones y comentarios de los presentes -es deseable que este último tipo de reunión se realice en algún idioma extranjero con el fin de familiarizarse con él-. Cuando Winstanley explicaba por las noches, en torno a la hoguera, la nación que se proponía fundar y les definía estos preceptos, quedaban pasmados sin vislumbrar estas intenciones y otros no entendían nada, pero había algo de magia y de éxtasis en aquella desmedida quimera, que de alguna manera los arrastraba y sobrepasaba, alentándolos a adentrarse en el legendario reino y, cuanto más hablaban sobre ello, más persuadidos se mostraban algunos, y otros llegaban a convencerse de que sí era posible lograrlo y algunos avanzaban hasta el entusiasmo y la impaciencia; una parte estaba allí por la sopa caliente y la hoguera confortante y la esperanza de que algún ajuar, finalmente, les caería sobre el cuerpo, nada más.»

     [El texto pertenece a la edición en español de Editorial Bruguera, 1986. ISBN: 84-02-10667-6.]

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