Diálogo segundo
Primera parte
«Saulino: Por favor, Sofía, antes de pasar a otra cosa explícame ese orden y disposición de divinidades que ha establecido Júpiter en los astros. Y en primer lugar dime por qué ha querido que en la sede más eminente (pues así es creído vulgarmente) esté la diosa Verdad.
Sofía: Es muy fácil. Por encima de todas las cosas, Saulino, está situada la verdad, porque ella es la unidad que reside por encima de todo, es la bondad preeminente a cualquier cosa, porque una sola cosa es lo ente, lo bueno y lo verdadero; verdadero, ente y bueno es lo mismo. La verdad es aquella entidad que no es inferior a nada, porque si quieres imaginar algo anterior a la verdad preciso es que pienses que es distinto de la verdad; y si lo imaginas distinto de la verdad, necesariamente pensarás que no tiene verdad en sí y que es sin verdad, que no es verdadero, por lo que consiguientemente es falso, es cosa de nada, es nada, es no ente. No digamos ya que nada puede ser anterior a la verdad, si no es cierto que sea primero y superior a la verdad; y tal ser verdadero no puede ser más que por la verdad. Así, no puede haber otra cosa junto a la verdad y ser lo que precisamente es sin verdad, porque si no es verdadero por la verdad, no es ente, es falso, es nada. Igualmente, tampoco puede haber nada después de la verdad, ya que si es después de ella, es sin ella; si es sin ella, no es verdadero porque no tiene la verdad en sí; será, pues, falso, será por tanto nada. Así pues, la verdad es anterior a todas las cosas, está con todas las cosas y es posterior a todas las cosas; está por encima de todo, con todo, tras todo; tiene carácter de principio, de medio y de fin. Es anterior a las cosas a modo de causa y principio, mientras que las cosas dependen de ella; está en las cosas y es la sustancia de las mismas, mientras que éstas subsisten por ella; es posterior a todas las cosas, mientras que éstas se comprenden sin falsedad por ella. Es ideal, natural y nocional; es metafísica, física y lógica. Por encima de todas las cosas, pues, está la verdad; y aquello que está por encima de todas las cosas, aunque sea concebido según otra razón y se le nombre de diferente manera, preciso es que sea en sustancia la verdad misma. Por este motivo, pues, Júpiter ha querido razonablemente que en la parte más eminente del cielo se vea la verdad. Pero ciertamente lo que tú ves sensiblemente y puedes captar con el ápice de tu intelecto no es la verdad suma y primera, sino una cierta figura, cierta imagen y resplandor de esa verdad suprema que es superior a este Júpiter del que hablamos a menudo y que es el sujeto de nuestras metáforas.
Saulino: Muy bien dicho, Sofía, porque la verdad es la cosa más pura, la más divina de todas. Incluso la divinidad y la pureza, la bondad y belleza de las cosas, es la verdad, la cual ni por violencia se quita, ni por antigüedad se corrompe, ni por ocultación disminuye, ni por participación se disipa, ya que el sentido no la confunde, el tiempo no la arruga, el lugar no la esconde, la noche no la interrumpe, la tiniebla no la oculta, sino por el contrario cuanto más y más se la impugna, tanto más resucita y crece. Se defiende sin defensor y protector, y por eso ama la compañía de pocos y de sabios, odia la multitud, no se muestra a quienes no la buscan por sí misma y no quiere manifestarse a quienes no se le presentan humildemente ni a quienes la buscan fraudulentamente. Por eso mora altísima, donde todos miran y pocos ven. Pero, ¿por qué le sigue la prudencia, Sofía? ¿Acaso porque los que quieren contemplar la verdad y quieren predicarla deben gobernarse con prudencia?
Sofía: No es esa la razón. La diosa que está al lado y próxima a la verdad tiene dos nombres: providencia y prudencia. Se llama providencia en cuanto influye y se encuentra en los principios superiores; y se llama prudencia en la medida en que se efectúa en nosotros, al igual que se suele llamar sol tanto a lo que calienta y difunde la luz como también a la luz y al resplandor difusos que se hallan en el espejo y en otros sujetos. La providencia, por tanto, se dice de las cosas superiores y es compañera de la verdad; no está nunca sin ella y es la libertad misma y la misma necesidad, de manera que la verdad, la providencia, la libertad y la necesidad, la unidad, la verdad, la esencia, la entidad, todas son una unidad absolutísima, tal como en otra ocasión te haré entender mejor. Sin embargo, a propósito de la presente consideración, debes saber que ella produce en nosotros la prudencia, que está puesta y consiste en un cierto discurso temporal y es una razón principal que versa tanto sobre lo universal como sobre lo particular; tiene por damisela a la dialéctica y por guía a la sabiduría adquirida, llamada vulgarmente metafísica, la cual considera los universales de todas las cosas que caen dentro del ámbito del conocimiento humano. Las dos refieren todas sus consideraciones al uso de la prudencia, que tiene dos enemigas insidiosas que son dos vicios: a la derecha está la astucia, disimulo y malicia; a la izquierda la estupidez, inercia e imprudencia. Versa además la prudencia sobre la virtud deliberativa, al igual que la fortaleza lo hace sobre el ímpetu de la iracundia, la templanza sobre el consentimiento a las pasiones, la justicia sobre todas las acciones, tanto externas como internas.
Saulino: De la providencia, pues, quieres que influya sobre nosotros la prudencia y que ella responda en el mundo arquetípico a esta prudencia que está en el mundo físico y que procura a los mortales el escudo con que fortalecerse con ayuda de la razón contra las adversidades, con que se nos enseña a adoptar más pronta y perfecta cautela allí donde mayores dispendios nos amenazan y se hacen temer; el escudo con que los agentes inferiores se acomodan a las cosas, a los tiempos y a las ocasiones y los ánimos y las voluntades no se cambian, sino que se adaptan. Procura, en fin, el escudo con que a los bien dispuestos nada acontece súbito e imprevisto, nada temen, mas todo esperan; de nada recelan, mas de todo se guardan acordándose del pasado, ordenando el presente y previendo el futuro. Ahora, dime: ¿por qué viene a continuación la Sabiduría y está al lado de la prudencia y de la verdad?»
[El texto pertenece a la edición en español de Ediciones Altaya, 1995, en traducción de Miguel A. Granada. ISBN: 84-487-0219-0.]
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