martes, 20 de noviembre de 2018

Ajuar funerario.- Fernando Iwasaki (1961)


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Día de difuntos

«Cuando llegué al tanatorio, encontré a mi madre enlutada en las escaleras.
 -Pero mamá, tú estás muerta.
 -Tú también, mi niño.
 Y nos abrazamos desconsolados.
 
Las reliquias
 Cuando la madre Angelines murió, las campanas del convento doblaron mientras un delicado perfume se esparcía por todo el claustro desde su celda. "Son las señales de su santidad", proclamó sobrecogida la madre superiora. "Nuestro tesoro será descubierto y ahora el populacho vendrá en busca de reliquias y el arzobispo nos quitará su divino cuerpo." Después del santo rosario nos arrodillamos junto a ella. Hasta sus huesos eran dulces.
 
Animus, finibus
 En la biblioteca de Wurzburg monseñor Scheps halló en 1885 los manuscritos de Prisciliano, obispo de Ávila y quemado en la hoguera por hereje. Prisciliano sostenía que Satanás -humillado por Dios- decidió crear una nueva raza a su imagen y semejanza. Un mundo que fuera en sí mismo una blasfemia, un remedo obsceno de la obra divina. Para salvar a esa estirpe maldita Dios envió a su Hijo, quien murió en vano por los pecados de una raza condenada.
 Prisciliano fue ejecutado en Tréveris en el 385 después de Cristo. Los teólogos que le condenaron enloquecieron. Mil quinientos años más tarde, monseñor Scheps se suicidó en los jardines de la biblioteca de Wurzburg.
 
Réquiem por el ave madrugadora
 Yo no deseaba ser enterrado, pues siempre me repugnó la idea de poblar una tumba con la misma mueca. Me entusiasmaba en cambio imaginar que, aún después de la muerte, mi corazón podía seguir latiendo, mis ojos gozando de la belleza y mis riñones esculpiendo filosos cálculos dentro de anónimos cómplices en ese juego irracional y materialista de aferrarse a la vida. Pero tuve la mala suerte de fallecer antes que mi esposa y mis órganos nunca fueron donados, ni mis satisfechos escombros desguazados e incinerados.
 No hay mejor coartada para el luto que un cadáver y en lugar de las ascuas purificadoras sólo tuve flores que al pudrirse atrajeron a las primeras moscas y gusanos. Sobre mi lápida ella representó el doloroso ritual de la etiqueta fúnebre, y años más tarde dejó de venir, cuando decidió rehacer su vida. No hay mejor afrodisíaco que un cadáver. Después apenas siguieron visitándome mis hijas, hasta que otros muertos las arrebataron de mi lado. Ahora soy un agujero más de este gran queso de cemento.
 Me irrita que todos estén tan quietos, larvando en espera de un juicio que nunca llegará. Ahora que puedo salir lo haré con los primeros rayos de sol. Tengo hambre, y me pienso come al primer pájaro que se acerque.
 
 La casa de reposo
La madre superiora miró hacia el cielo como buscando una señal divina y en sus ojos desvelados de oraciones reverberó cristalina una lágrima.
 -¿Y dice usted que el viejo profesor se niega a ir a misa, hermana?
 -Así es, reverenda. Y maldice y ofende a María Santísima.
 -No importa, hermana. Llévelo entonces a dar un paseo por el huerto.
 -Sí, reverenda.
 -Hermana...
 -¿Sí, reverenda?
 -Que parezca un accidente.
 
El álbum
 Mi primera comunión fue muy bonita: las canciones, los trajes blancos, la iglesia llena de flores y los papás llorando de felicidad. Seguro que si hubiera habido un terremoto en ese instante toda mi clase se habría ido al Cielo. La madre María del Camino nos lo dijo muy seria: después de la primera comunión éramos como ángeles.
 Por la tarde me hicieron mi fiesta y comimos dulces, gelatina, gaseosas y alfajores. No hubo piñata, pero sí una torta blanca como la del matrimonio de mi tío Daniel.
 Todo lo anoté en mi álbum: cómo se llamaba el obispo, quiénes fueron a mi fiesta y qué regalos me llevaron. Me encanta mi álbum de primera comunión, lleno de cera, de fotos, de cíngulos y de las estampas de mis amigos. Aunque la página que más me gusta es la que tiene la hostia pegada.
 
A mail in the life
 Desde hace unos meses le mando correos electrónicos a mi mujer haciéndole creer que soy otro. Al principio se los tomó a broma, pero poco a poco empezó a entregarse, a fantasear con mis mensajes, a compartir con mi otro yo sus deseos más inconfesables. Le he puesto trampas para saber si sospecha algo y no es así. Ha caído redonda.
 No puedo negar que parece más feliz y hasta me hice de rogar cuando me pidió que la sodomizara, tal como se lo había recomendado bajo mi personalidad secreta. Pero hasta aquí hemos llegado porque he decidido escarmentarla.
 Voy a suicidarme para que nos pierda a los dos.
 
El horóscopo
Antes de disparar restalló en mi memoria aquel mensaje definitivo que leí en el periódico: "Tenga cuidado con esa persona de su entorno que se propone arruinar todos sus planes". Pero de pronto ella se volteó y sin darme tiempo a reaccionar me clavó un cuchillo en el corazón. Nunca debí dejarle el periódico. Ella también era Tauro.
 
Abuelita está en el cielo
 Mamá decía que abuelita había sido la mujer mas buena del mundo, que todos la querían y que nunca le hizo daño a nadie. "Abuelita está en el cielo, mi amor", señalaba mamá con el dedo, "rodeada de ángeles y santos". Pero mamá no quiere verla cuando viene de noche a mi cuarto, llorando y toda despeinada, arrastrando a un bebito encadenado.
 Seguro que tiene hambre porque a veces lo muerde.
 
Juicio final
 ¿Por qué me condenas -le pregunté al ángel-, si yo le di de beber al sediento y le di de comer al hambriento? Y el ángel levantó la cabeza, y bajo sus rizos dorados descubrí el rostro enfurecido y congestionado de mi madre.»
 
  
  [Los fragmentos pertenecen a la edición en español de Editorial Páginas de Espuma, 2009. ISBN: 84-95642-43-3.]

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