viernes, 4 de diciembre de 2020

El profeta.- Khalil Gibran (1883-1931)

Resultado de imagen de khalil gibran 

  «Una mujer que llevaba un niño en los brazos dijo: Háblanos de los Hijos.
 Y dijo él: Vuestros hijos no son vuestros hijos. Son los hijos y las hijas del ansia de la Vida por sí misma. Vienen a través vuestro, pero no son vuestros. Y aunque vivan con vosotros, no os pertenecen.
 Podéis darles vuestro amor, pero no vuestros pensamientos, porque ellos tienen sus propios pensamientos. Podéis abrigar sus cuerpos, pero no sus almas, pues sus almas habitan en la mansión del mañana, que vosotros no podéis visitar, ni siquiera en sueños. Podéis esforzaros en ser como ellos, pero no intentéis hacerlos a ellos como a vosotros. Ya que la vida no retrocede, ni se detiene en el ayer.
 Sois los arcos con los que vuestros niños, cual flechas vivas, son lanzados. El Arquero ve el blanco en el camino del infinito, y Él, con Su poder, os tenderá, para que Sus flechas puedan volar rápidas y lejos. Que la tensión que os causa la mano del Arquero sea vuestro gozo, ya que así como Él ama la flecha que vuela, ama también el arco que permanece inmóvil.
 […]
 Dijo entonces un viejo posadero: Háblanos del Comer y del Beber.
 Y dijo él: Pudierais vivir del perfume de la tierra, y sustentaros de la luz como una planta. Pero, ya que debéis matar para comer, y robar al recién nacido la leche de su madre para aplacar vuestra sed, haced de ello un acto de adoración. Y que vuestra mesa sea un altar sobre el que sean sacrificados los puros y los inocentes del bosque y de la llanura por aquello que de más puro e inocente hay en el hombre.
 Cuando matéis una bestia, decidle en vuestro corazón: Por el mismo poder que te inmola yo también seré inmolado y también yo serviré de alimento a otros. Ya que la ley que te ha entregado a mis manos me entregará a manos más poderosas. Tu sangre y mi sangre no son más que la savia que alimenta al árbol del cielo.
 Y cuando mordáis una manzana, decidle en vuestro corazón: Tus semillas vivirán en mi cuerpo, y tus brotes del mañana florecerán en mi corazón, y tu perfume será mi aliento, y juntos nos regocijaremos estación tras estación.
 Y en Otoño, cuanto recojáis la uva de vuestros viñedos para llevarla al lagar, decidle en vuestro corazón: también yo soy un viñedo y se recogerá mi fruto para llevarlo al lagar, y, como vino nuevo seré guardado en eternas vasijas.
 Y en Invierno, cuando saquéis el vino, que haya en vuestro corazón una canción por cada copa; y que haya en la canción un pensamiento por los días otoñales, y por los viñedos, y por el lagar.
 […]
 Entonces un labrador dijo: Háblanos del Trabajo.
 Y él respondió, diciendo: Trabajáis para poder seguir el ritmo de la tierra y del alma de la tierra. Ya que el ocioso es un extranjero entre las estaciones, y se aparta del cortejo de la vida, que majestuosamente y en orgullosa sumisión avanza hacia el infinito.
 Cuando trabajáis, sois una flauta a través de la cual se transfoma en melodía el murmullo de las horas. ¿Quién de vosotros querría ser una caña muda y sorda mientras que todo canta al unísono? Siempre se os ha dicho que el trabajo es una maldición y la labor un infortunio. Pero yo os digo que cuando trabajáis estáis realizando una parte del más ambicioso sueño de la tierra, desempeñando así una misión que os fue asignada al nacer ese sueño. Y al manteneros unidos al trabajo, en verdad estáis amando la vida. Y amar la vida a través del trabajo, es estar iniciando el más íntimo secreto de la vida. Pero si en vuestro dolor llamáis al nacer, desgracia, y al peso de la carne, maldición inscrita sobre vuestras frentes, entonces yo os contesto que sólo el sudor de vuestras frentes lavará ese estigma.
 También se os ha dicho que la vida es oscuridad, y en vuestro cansancio, repetís lo que aquellos cansados os dijeran. Y yo os digo que la vida es en verdad oscuridad, excepto donde hay un anhelo. Y todo anhelo es ciego, excepto cuando hay saber. Y todo sabe, es vano, excepto cuando hay trabajo. Y todo trabajo es inútil, excepto cuando hay amor. Y cuando trabajáis con amor, os integráis a vosotros mismos, y el uno al otro, y a Dios. ¿Y qué es trabajar con amor? Es tejer la tela con hilos sacados de vuestro corazón, como si vuestro bienamado debiera vestirla. Es construir una casa con afecto, como si vuestro bienamado debiera habitarla. Es sembrar la semilla con ternura y cosechar, el grano con alegría, como si vuestro bienamado debiera comerlo. Es poner en todo lo que hagáis, un soplo de vuestra alma: Sabiendo que todos los bienaventurados difuntos os rodean y os observan.
 A menudo os he oído decir, como si hablarais en sueños: Quien trabaja el mármol y halla la forma de su alma en la piedra, es más noble que aquel que labra la tierra. Y quien alcanza el arco iris y lo extiende sobre la tela a semejanza del hombre, es más que aquel que hace sandalias para nuestros pies. Pero yo digo, no en sueños, sino en pleno despertar del mediodía, que el viento no habla con más dulzura a la gigantesca encina que a la más ínfima de las hierbas del bosque. Y sólo es grande aquel que transforma la voz del viento en una canción hecha más dulce por su propio amor.
 El trabajo es el amor hecho visible. Y si no podéis trabajar con amor sino sólo con disgusto, es mejor que abandonéis el trabajo y que os sentéis a la puerta del templo a recibir la limosna de los que laboran con alegría.
 Ya que si hacéis el pan con indiferencia, hacéis un pan amargo que sólo a medias apacigua el hambre del hombre. Y si prensáis la uva de mala gana, vuestro desgano destila veneno en el vino. Y aunque cantáis como ángeles, si no amáis la canción, cerráis los oídos que os escuchan a las voces del día y a las voces de la noche.
 […]
 Un comerciante dijo: Háblanos del Comprar y del Vender.
 Y él respondió: A vosotros la tierra os ofrece sus frutos, y nada os faltaría si solamente supierais cómo llenaros las manos. Y cambiando las dádivas de la tierra, que hallaréis en abundancia, seríais, satisfechos. Y, sin embargo, a menos que el cambio se haga con amor y con justicia, él conducirá a unos a la avidez y a otros al hambre. Cuando vosotros, trabajadores de los campos y de los viñedos, encontráis en el mercado a los tejedores, a los alfareros y a los que cosechan especias, invocad al espíritu amo de la tierra para que descienda sobre vosotros y santifique las balanzas y los cálculos que han de comparar un valor con otro. Y no admitáis que quienes tienen vacías las manos tomen parte en vuestras transacciones, ellos que venden sus palabras a cambio de vuestro trabajo.
 A tales hombres les diréis: Venid con nosotros al campo, o acudid al mar con nuestros hermanos y echad vuestras redes: porque si la tierra y la mar son con nosotros generosos, también lo serán con vosotros. Pero si vienen los cantores y los bailarines y los flautistas, comprad de sus ofrendas. Porque también ellos son cosechadores de frutos y de incienso, y lo que aportan, aunque fabricado de ensueños, es abrigo y alimento para vuestras almas. Y antes de abandonar el mercado, aseguraos de que nadie se retire con las manos vacías. Porque el espíritu amo de la tierra no descansará en paz sobre el viento, hasta que las necesidades del más humilde entre vosotros no hayan sido satisfechas.
 […]
 Entonces un profesor dijo: Háblanos de la Enseñanza.
Resultado de imagen de pehuen editores el profeta Y él dijo: Ningún hombre podrá revelaros nada sino lo que ya está medio adormecido en la aurora de vuestro entendimiento. El maestro que pasea a la sombra del templo, rodeado de discípulos, nada da de su sabiduría, mas sí de su fe y de su ternura. Si es verdaderamente sabio, no os convidará a entrar en la mansión de su saber, sino antes os conducirá al umbral de vuestra propia mente. El astrónomo podrá hablaros de su comprensión del espacio, mas no podrá daros su comprensión. El músico podrá cantar para vosotros el ritmo que existe en todo el Universo, mas no podrá daros el oído que capta la melodía, ni la voz que la repite. Y el versado en la ciencia de los números podrá hablaros del mundo de los pesos y de las medidas, pero no podrá llevaros hasta él. Porque la visión de un hombre no presta sus alas a otro hombre. Y así como cada uno de vosotros se mantiene solo en el conocimiento de Dios, así cada uno de vosotros debe tener su propia comprensión de Dios y su propia interpretación de las cosas de la tierra.
 […]
 Entonces dijo una sacerdotisa: Háblanos de la Oración.
  Y él respondió, diciendo: Vosotros rezáis en vuestras aflicciones y necesidades; podríais también rezar en la plenitud de vuestra alegría y en los días de abundancia. Pues ¿qué es la oración sino la expansión de vuestro ser en el éter viviente? Y si constituye un alivio exhalar vuestras tinieblas al espacio, mayor alivio sentiréis cuando exhaléis la aurora de vuestro corazón. Y si no podéis retener vuestras lágrimas cuando vuestra alma os llama a orar, ella os debería aguijonear una y otra vez, aun llorando, hasta que aprendieseis a orar con alegría. Cuando rezáis, o
s eleváis hasta encontrar, en las alturas, a aquellos que oran a la misma hora, y que, fuera de la oración, tal vez nunca los habríais encontrado. Por lo tanto, que vuestra visita a ese templo invisible no tenga otra finalidad sino el éxtasis y la dulce comunicación. Pues si penetráis en el templo únicamente para pedir, nada recibiréis. Y si sólo entráis para inclinaros, nadie os erguirá. Y hasta si ahí fuerais para mendigar favores para otros, no seréis atendidos. Que os baste entrar en el templo invisible.
 No puedo enseñaros a rezar con palabras. Dios no escucha vuestras palabras, excepto cuando es Él mismo quien las pronuncia a través de vuestros labios. Y no puedo enseñaros la oración de la mar y de los bosques y de las montañas. Pero vosotros que nacisteis en las montañas y en los bosques y en los mares, podréis encontrar sus preces en vuestro corazón. Y si solamente escucharais en la quietud de la noche, los oiríais diciendo en silencio: “Dios nuestro, que eres nuestro Yo alado, es Tu voluntad la que en nosotros quiere. Es tu deseo el que en nosotros desea. Es tu impulso en nosotros quien puede transformar nuestras noches, que tuyas son, como también los días te pertenecen. Nada te podemos pedir, pues Tú conoces nuestras necesidades aun antes que nazcan en nosotros. Tú eres nuestra necesidad; y dándonos más de Ti, Tú nos das todo.”
 […]
 Breves fueron mis días entre vosotros, y más breves aún las palabras que pronuncié. Mas si un día mi voz se desvanece en vuestros oídos, y si mi amor se evapora de vuestra memoria, entonces volveré a vosotros. Y con un corazón más fecundo y labios más obedientes a la voz del espíritu, os hablaré de nuevo. Sí, volveré con la marea. Y aunque la muerte me oculte, y el gran silencio me envuelva, buscaré nuevamente vuestra comprensión. Y no la buscaré en vano. Si algo de lo que os dije es verdad, esa verdad os será revelada con voz más sonora y con palabra, más accesibles a vuestro entender.
 […]
 Si éstas fueron palabras vagas, no procuréis aclararlas. Oscuro y nebuloso es el comienzo de todas las cosas, pero no su fin. Y yo prefiero que os acordéis de mí como de un comienzo. La vida, y todos los seres vivos, son concebidos en la nebulosa y no en el cristal. ¿Y quién sabe si un cristal no es una nebulosa en descomposición?»
 
   [El texto pertenece a la edición en español de Pehuén editores, 2001.]
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Realiza tu comentario: