miércoles, 30 de diciembre de 2020

Las flores del mal.- Charles Baudelaire (1821-1867)

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18.-La belleza

  «Como un sueño de piedra yo soy bella, ¡ oh mortales!,
y mi seno que a todos por turno torturó
fue hecho para inspirar al poeta un amor
tal como la materia, eterno e indecible.
 
Incomprendida esfinge, yo reino en el azul;
un níveo corazón junto al blancor del cisne:
detesto el movimiento que desplaza las líneas
y jamás he llorado, como jamás reí.
 
Los poetas, delante de mis gestos altivos,
que parecen copiados de antiguos monumentos,
consumirán sus días en árida labor;
 
que para fascinar a estos mansos amantes
poseo puros espejos que embellecen las cosas:
mis dos enormes ojos de eterna claridad.
[...]

36.-Póstumo remordimiento

  Cuando por fin reposes, mi bella tenebrosa,
al fondo de un panteón todo de negro mármol,
y cuando ya no tengas por alcoba y morada
sino una hueca fosa, una lluviosa cueva;
 
cuando la losa oprima tu pecho estremecido
y esos flancos pulidos por tu encanto indolente,
y al corazón impida el deseo y el latido
y a tus pies proseguir su aventurera senda,
 
la tumba, confidente de mi sueño infinito,
(porque la tumba siempre comprenderá al poeta),
en esas largas noches de desterrado sueño
 
te dirá: "¿De qué os sirve, cortesana imperfecta,
no haber reconocido lo que los muertos lloran?"
Y te roerá el gusano como un remordimiento.
[...]
91.-El abismo


   Pascal tuvo su abismo, que con él se movía.
-Todo es abismo, ¡ay! - ¡acción, sueño, deseo,
palabra! Y en mi vello, que de pronto se eriza
más de una vez del Miedo sentí el soplo cruzar.

Arriba, abajo, en todo, en lo hondo, la arena,
el silencio, el terrible y el cautivante espacio...
Al fondo de mis noches, Dios, con su dedo sabio,
traza una pesadilla multiforme y sin tregua.
 
Tengo miedo del sueño, como de un agujero
lleno de vago horror, que arrastra no sé a dónde;
sólo veo infinito por todas las ventanas,
 
y mi espíritu, siempre preso del mismo vértigo,
la insensibilidad de la nada apetece.
-¡Ah! ¡No salir jamás de Seres y de Números!
[...]


100.-El rebelde

 Un ángel fiero cae del cielo como un águila,
empuña los cabellos del hombre descreído
y grita, sacudiéndolo: "¡La Ley acatarás!
(Porque soy tu Ángel bueno, ¿comprendes?) ¡Y lo quiero!
 
Entiende que hay que amar, sin hacerle remilgos,
al pobre, al contrahecho, al malo, al infeliz,
para que cuando pase Jesús puedas hacerle
una triunfal alfombra de caridad tejida.
 
¡El Amor es así! Y antes de que tu alma ceda,
en la gloria de Dios avivarás tus éxtasis;
¡tales son los deleites de atractivos durables!"
 
Y el Ángel, que castiga con vigor a quien ama,
con sus puños enormes tortura el anatema;
mas el réprobo siempre le responde "¡No quiero!"»


  [El texto pertenece a la edición en español de Ediciones Orbis, 1982, en traducción de Antonio Martínez Sarrión, pp. 32, 49-50, 104-105 y 113-114. ISBN: 84-7530-040-5.]
 

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