martes, 8 de diciembre de 2020

Colás Breugnon.- Romain Rolland (1866-1944)

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II.-El asedio o el pastor, el lobo y el cordero

  «Pronto tendré la bodega vacía, pues los soldados que, enviados por el duque nuestro, el Señor de Nevers, han venido a defendernos han espichado ahora mismo la última de mis barricas. ¡No perdamos más el tiempo, me voy a beber con ellos! Paso ya por arruinarme, pero arruinarme contento. ¡No será ésta la primera vez! Y si Dios lo dispone, tampoco ha de ser la última.
 ¡Buenos chicos! Mucho más que yo se afligen en cuanto los pongo al tanto de que el líquido anda bajo... Sé de unos cuantos vecinos que lo toman por lo trágico. Yo ya no puedo, que estoy curado de espantos; estuve ya muchas veces en mi vida en el teatro y no me puedo tomar a los histriones en serio. ¡Anda, y que no tengo vistas, desde que al mundo he venido, máscaras de éstas, suizos, alemanes, gascones, loreneses; todos ellos son como bestias de guerra, con el arnés a la espalda y las armas empuñadas, voraces galgos hambrientos, gente que nunca se cansa de esquilmar a los cristianos! ¿Quién puede saber jamás qué causa están defendiendo? Ayer era la del Rey, hoy será la de la Liga. Tan pronto vienen los cuervos, tan pronto los hugonotes. Tanto valen, tanto montan unas facciones como otras; vale menos la mejor que la cuerda para ahorcarla. Y ¿qué más nos da que sea este ladrón o aquel otro el que rapiña en la corte? ¡Y, encima, la pretensión de mezclar en este asunto ni más ni menos que a Dios... ! ¡Buenas gentes, voto a bríos, dejad que se apañe Dios, que es persona ya talluda! Si os pica, rascaos solos, que no ha menester Dios de vosotros, pues no es manco. Se rascará si es su gusto...
 ¡Lo peor es que se empeñan en mezclarme a mí también en los divinos asuntos!... Señor, vos sabéis que os honro y, sin pecar de soberbio, vos y yo nos encontramos en un día varias veces, suponiendo que sea cierto el sabio y buen dicho galo: Buen vino beber es a Dios ver. Mas nunca se me pondría en las mientes el decir, igual que esos tragasantos, que soy íntimo de vos, que vos, Señor, sois mi primo y estoy en antecedentes, pues vos me habéis informado, de vuestros gustos y antojos. Habréis de reconocer que os dejo en paz; sólo os pido que conmigo hagáis igual. Bastante quehacer tenemos con poner orden los dos, cada mochuelo en su olivo; en vuestro universo, vos; yo en el mío pequeñito. Me hiciste libre, Señor, y yo en la misma moneda te pago. ¡Pero hete aquí que vienen los badulaques estos con la pretensión de que tu casa administre, de que en tu nombre hable yo, y que diga cómo quieres que te coman, y declare enemigo tuyo y mío al que te coma de otra manera...! ¡Enemigo mío! ¡Pues a fe que no! De eso no gasto. A todos los hombres miro como amigos. Si se pelean, allá ellos. Yo no quiero saber nada... si me dejan. Y es el caso que no quieren, los muy necios. Si no estoy en contra de uno, en contra de mí habrá dos. Pues, si estando entre dos campos, me zumban por los dos lados, ¡he de zumbar yo también! ¡Así, más a gusto quedo! Cuando seas yunque, aguanta, y si eres martillo, aprieta. Mejor martillo que yunque.
 Mas ¿quién me dirá por qué están puestos en el mundo todos estos bichos raros, todos estos rapiñócratas, estos políticos y estos muy poderosos señores, sangría de nuestra Francia, siempre su gloria cantando mientras le van vaciando limpiamente los bolsillos? No contentos con roernos los denarios que son nuestros, pretenden también zamparse los graneros extranjeros, amenazando a Alemania, codiciando toda Italia y en el harén del Gran Turco yendo a meter las narices. ¡Pues media tierra querrían chupar, pero no saben en ella plantar ni berzas!... ¡Vamos, amigo, tranquilo, y no te hagas mala sangre! Todo está bien como está... en tanto que llega el día en que mejor lo volvamos (que será lo antes posible). No hay mal bicho que no pueda servir a veces para algo. Cuentan que Dios una vez (pero, Señor, vaya día, ¡no te me caes de la boca!), con Pedro iba paseando y, en el alfoz de Béyant (1), en el umbral de la puerta, vio, sentada, a una mujer consumida por el tedio. Tanto y tanto se aburría que, entonces, el Padre Eterno, con bondad de corazón, sacó, dicen, del bolsillo un puñado de piojos, se los arrojó y le dijo: "¡Tomad, hija, y divertíos!" Y la mujer, despertando, se lanzó rauda a la caza; y cada vez que atrapaba algún bichito de aquellos se reía de contento. Es caridad semejante, sin duda, ésta por la que nos ha concedido el Cielo, con el fin de distraernos, estos bichos de dos patas que nos esquilan el pelo. ¡Alegría, pues, carape! Tener miseria parece que es indicio de salud. (Miseria son nuestros amos). Alegrémonos, hermanos, pues nadie, si es ello cierto, más sano está que nosotros... Más aún, ¿sabéis lo que os digo? (Pero bajito, al oído): "¡Paciencia! Somos nosotros los que estamos del buen lado. La friura, las heladas, la gentuza de los bandos, la gentuza de la corte tienen los días contados, pasarán. La tierra queda, la fértil tierra y nosotros para dejarla preñada. Le basta una ventregada para reparar los daños... ¡Apuremos mientras tanto la última de mis barricas! Hay que dejar sitio libre para futuras vendimias".
 
 * * *
 
 Mi hija Martine me dice:
Resultado de imagen de romain rolland colas breugnon -No eres más que un fanfarrón. Y cualquiera que te oyera pensaría que jamás le diste más que al gaznate, todo el día zanganeando, repicando cual badajo, papando moscas, echando tragos por la gola abajo, y que vives solamente para andar de comilona y beber como una esponja. Y no puedes ni un mal día quedarte sin trabajar. Querrías que te tomaran por pródigo, calavera, atolondrado y amante del desorden, que no sabe lo que le entra en la escarcela ni lo que de ella le sale. Y te pondrías enfermo si cada cosa, en el día, no te fuera aconteciendo, hora tras hora, puntual como reloj de campana; cuarto arriba, cuarto abajo, sabes lo que te has gastado desde el Domingo de Pascua no de este año, del pasado; no es de nadie conocido el que a ti te haya engañado... ¡Cándido, cabeza loca! ¡Ved acá este corderito!... Vengan lobos, que tres corderos de Chamoux pueden con todos...
  Me río sin contestar a la dama de pico de oro. ¡Tiene razón que le sobra, aunque haga mal en decirlo! Pero una mujer no calla nada más que lo que ignora. Y me conoce muy bien como a autor suyo que soy... Anda, anda, Colás Breugnon, reconócelo, muchacho: por muchas locuras que hagas, no serás loco del todo nunca. Aunque es verdad, ¡pardiez!, que llevas un loco dentro, lo mismo que le sucede a todo hijo de vecino, y lo enseñas cuando quieres; pero lo mandas adentro si precisas manos libres y también cabeza sana para poder trabajar. Como todos los franceses, llevas en la cabezota tanto y tan bien afincado instinto de razón y orden que te puedes divertir jugando a la extravagancia; solamente corren riesgo (¡pobres bobos!) los mirones boquiabiertos que querrían imitarte. Discursos sonoros, versos que suenan muy bien, muy pomposos, y proyectos baladrones son cosas muy deleitables. Uno se exalta y se inflama. Pero tan sólo consume la hornija y deja la leña metidita en la leñera. Tal vuela mi fantasía, se divierte y representa la comedia, el espectáculo para mi razón, que mira desde el mullido sillón. Todo es a mayor gloria de mi amena distracción. Es mi teatro el universo y sin tener que moverme del sitio, voy presenciando la obra; a Matamoros aplaudo, o a Francatrippa; disfruto de los torneos y de las pompas reales, les grito "¡que se repita!, ¡que se repita!" a esas gentes que se parten la cabeza. ¡Es todo para mi goce! Para poder duplicarlo, finjo mezclarme en la farsa, simulo que creo en ella. Pero ¡quita allá! Harto me guardo. Sólo me creo lo justo, lo indispensable para poder divertirme.»
 
(1) Belén, alfoz de Clamecy.
 
 [El texto pertenece a la edición en español de Editorial Nortesur, 2009, en traducción de María Teresa Gallego Urrutia, pp. 28-33. ISBN: 978-84-936834-1-2.]
 

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