El negrito [de Cantos de Inocencia]
«Mi madre me engendró en el salvaje sur / y soy negro. Pero, ¡ah!, mi alma es blanca.
Blanco como un ángel es el niño inglés; / pero yo soy negro, como desposeído de luz.
Mi madre me instruyó bajo un árbol / y allí sentada, antes del pleno calor del día,
me atrajo a su seno, besándome. / Luego, señalando al este, comenzó a decir:
"Mira el sol naciente. Allí mora Dios / e imparte su luz y regala su calor
y flores y árboles y bestias y hombres reciben / solaz por la mañana y dicha al mediodía.
Y se nos puso en la tierra / para que aprendamos a soportar los rayos del amor;
y estos negros cuerpos y estos rostros tostados / son sólo una nube y semejantes a un umbrío bosquecillo.
Pues cuando nuestras almas hayan aprendido el calor a soportar / la nube se desvanecerá. Oiremos su voz
que nos dirá: 'Salid del bosque, mis bien amados, / y en torno a mi tienda de oro, como corderos, regocijaos'.
Así habló mi madre, besándome / y así lo cuento al niñito inglés.
Cuando yo me libere de mi nube negra y él de la suya blanca / y como corderos nos regocijemos en torno a la tienda de Dios
le protegeré del calor hasta que pueda soportarlo / y se incline dichoso sobre la rodilla de nuestro padre.
Y entonces me estaré de pie, acariciando su plateado cabello / y seré como él; y en adelante me amará.
[…]
Resumen de lo humano [de Cantos de experiencia]
La piedad no existiría / si no hiciéramos a alguien pobre;
y la Misericordia no tendría lugar / si todos fuesen tan felices como nosotros.
El miedo compartido trae la paz / hasta que los amores egoístas aumentan.
Entonces la crueldad urde una trampa / y siembra con cuidado sus cebos.
Se sienta con sagrados temores / y riega la tierra con lágrimas;
la humildad echa entonces raíces / bajo sus plantas.
No tarda en extender la lúgubre sombra / del misterio sobre su cabeza;
y la oruga y la mosca / se alimentan de misterio.
Luego crece del árbol el fruto del engaño, / rojizo y dulce al paladar,
y el cuerpo teje su nido / en su más espesa sombra.
Los dioses de la tierra y el mar / escrutaron la naturaleza para hallar este árbol,
pero vana resultó la búsqueda: / crece uno en cada cerebro humano.
[…]
XXXIX [de Poemas del Manuscrito de D.G. Rossetti (II)]
Cuando Klopstock desafió a Inglaterra / avivó el orgullo de William Blake
y el viejo Padre Dios allá arriba / expulsó aires, eructó y tosió
antes de lanzar un fuerte juramento que estremeció los cielos / y de llamar al inglés Blake.
Blake estaba aliviando sus tripas / en Lambeth, bajo la alameda.
Se puso de pie / y dio tres vueltas, tres.
todos los demonios del infierno / saludaron (a Blake) con gritos nueve veces más fuertes.
Klopstock acusó la triple vuelta / y también sus intestinos comenzaron a menearse:
tres veces tres se le pusieron del revés / y encerraron entre ellos a su alma con cerrojos de nueve vueltas,
de modo que el cuerpo no podía (separarse de ella) / hasta que, con la última (Trompeta, le salió en forma de pedo).
Entonces Dios Padre volvió a jurar. / No había visto nada parecido
desde que Noé se encerrara en su Arca, / desde que Eva decidiera lanzar sus chispas infernales,
desde que se usara ir por ahí desnudos, / desde que la vieja Nosecuántos fuera creada.
De modo que pidió a Blake que se diese otra vez la vuelta / (con el fin de aliviar) el dolor de Klopstock (multiplicado por nueve),
y (apiadado, deshizo el entuerto). / Si Blake eso consiguió tan sólo con (no seguir cagando),
¿qué no hubiese logrado de haberse puesto a escribir?
[…]
CXIV [de Poemas del Manuscrito de D.G. Rossetti (II)]
Envejecido por el amor desde los siete hasta los siete veces siete / a menudo anhelo el infierno para descansar del cielo.»
[El texto pertenece a la edición en español de Editorial Orbis, 1986, en traducción de Pablo Mañé Garzón, pp. 103, 115-116, 151-152, 179. ISBN: 84-599-1217-5.]
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