lunes, 28 de diciembre de 2020

La mordaza.- Alfonso Sastre (1926)

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Cuadro primero

  «Andrea: Es un señor que pregunta por usted.
 Isaías: ¿Un señor? ¿Quién?
 Andrea: No lo conozco. No es del pueblo ni ha venido nunca por aquí.
 Isaías: ¿Y qué quiere a estas horas?
 Andrea: Dice que quiere hablar con usted.
 Isaías: (Se encoge de hombros.) No comprendo quién puede ser. Dile que pase. (Andrea sale y vuelve al poco con un hombre delgado, pálido, de ojos inquietos y extraviados. Isaías le observa y frunce el ceño.) ¿Qué quiere usted? ¿Qué busca a estas horas?
 El forastero: Es..., es usted Isaías Krappo, ¿verdad?
 Isaías: Sí.
 El forastero: Quería..., quería hablar con usted.
 Isaías: ¿No ha podido esperar hasta mañana?
 El forastero: Es que..., acabo de llegar. Tengo el coche en la carretera. He estado rodando siete horas por esos caminos hasta llegar aquí. Estoy muy cansado.
 Isaías: Usted me explicará si puede... o si quiere...
 El forastero: Desde hace tiempo tenía interés en hablar con usted. Pero no ha podido ser hasta ahora.
 Isaías: ¿Por qué razón?
 El forastero: He estado... (Trata de sonreír.), he estado sin salir durante algún tiempo... He estado... en la cárcel, por decirlo de una vez. Esta mañana, a primera hora, me han soltado. Después de ¿sabe usted?, después de tres largos años, tres largos años, ¿se da cuenta? He estado tres años sin hablar con nadie, pensando, esperando el momento de salir para darme una vuelta por estos pueblos, que para mí tienen ciertos recuerdos... aterradores. ¿Me permite sentarme? Estoy como mareado.
 Isaías: Siéntese.
 El forastero: Usted se habrá dado cuenta de mi caso. Sufro mucho con los nervios y no puedo dormir. Así que estoy enfermo y... desesperado... No sé lo que voy a hacer. Espero tranquilizarme cuando haga... lo que pretendo hacer; cuando mate a un hombre que no merece vivir... (Parece que le falta la respiración.) en esta tierra... quiero decir... en el mundo.
 Isaías: ¿De qué me está hablando? ¿Está loco o qué le ocurre?
 El forastero: Quizá esté volviéndome loco. Ha sido demasiado para mí. Y ahora me es imposible dormir. No puedo descansar.
 Isaías: (Que empieza a divertirse con la situación.) ¿Y qué tengo yo que ver en todo esto? Si usted quiere decírmelo.
 El forastero: Es difícil hablar de ciertas cosas. Usted ya se habrá figurado por qué he estado en la cárcel... desde hace tres años..., desde que terminó la guerra justamente.
 Isaías: Supongo que colaboró amigablemente con  las fuerzas de ocupación.
 El forastero: Exacto. Colaboré... amigablemente. Por eso estuvieron a punto de matarme. Me condenaron a muerte. Luego hubo personas que se interesaron por mí y he estado en una celda tres años, tres largos años, como le digo; tres años que han destrozado mis nervios por completo. Pero lo peor ya me había ocurrido antes, durante la guerra. Puede que usted sepa algo de aquello; por eso he venido a hablar con usted. Es lo primero que hago después de salir de la cárcel. Venir a hablar con usted. Usted puede que sepa...
 Isaías: ¿Cómo ha sabido mi nombre?
 El forastero: ¿Su nombre? No lo he olvidado. No podía olvidarlo, naturalmente.
 Isaías: ¿Lo recordaba... de la guerra?
 El forastero: Sí.
 Isaías: (Que está poniéndose nervioso.) Hable de una vez. Hable de una vez, si quiere.
 El forastero: (Lo mira, imperturbable.) Le hablaba de algo muy doloroso... de algo que me ocurrió durante la guerra... en estos alrededores; a cinco kilómetros del pueblo, aproximadamente. Lo recuerdo como si hubiera ocurrido ayer. Fue una cosa tan terrible que no he podido olvidarla. Y recuerdo hasta las caras de los que intervinieron.
 Isaías: Continúe.
 El forastero: Íbamos en dos coches. En el primero iba yo con... con una importante personalidad del... sí, del ejército de ocupación... En el otro iban nuestras mujeres y mi hija..., mi hija de doce años... Fuimos asaltados, a unos cinco kilómetros de este pueblo, como le digo, por una partida de la resistencia..., de patriotas..., de los que nosotros llamábamos terroristas... Por la partida de Isaías Krappo.
 Isaías: ¿Está seguro? Yo no recuerdo nada. No sé de qué me está hablando.
Resultado de imagen de alfonso sastre la mordaza El forastero: Las mujeres quedaron en poder de... de los patriotas... El general que iba conmigo recibió un balazo en el pecho y murió dos horas después. En el momento del ataque traté de ir en auxilio de las mujeres, pero el conductor no tenía otra idea que salir del círculo de fuego. Y lo consiguió. Sólo él y yo quedamos a salvo. Unos días después aparecieron los cadáveres de las mujeres y de la niña en un barranco. Estábamos preparando una expedición de castigo, pero ya no nos dio tiempo. La expedición quedó aplazada, y ahora he venido yo.
 Isaías: ¿A qué ha venido?
 El forastero: A hacer justicia.
 Isaías: ¿A buscar al que mató a su mujer y a su hija?
 El forastero: A ése ya lo he encontrado.
 Isaías: (Ríe.) ¿Piensa que fui yo?
 El forastero: No se ría. Sé que fue usted. Es curioso. Cuando venía hacia aquí me figuraba que no podría estar tranquilo ante Isaías Krappo. Me figuraba que trataría de abalanzarme sobre él y matarlo. Pero ahora estoy aquí y veo que ésa no sería la solución. Y se me ocurren... (Sonríe extraviadamente.) las más distintas y extraordinarias venganzas.
 Isaías: Todo eso es una especie de delirio suyo. No recuerdo nada de lo que dice. No tengo nada que temer.
 El forastero: Lo veremos.
 Isaías: Ahora, márchese de mi casa.
 El forastero: Me iré tranquilamente, sin apresurarme..., si usted me lo permite. Y usted me lo permitirá porque no le conviene, de ningún modo le conviene, despedirme de mala forma. Usted ya sabe lo que ocurre. Tiene un mal enemigo vivo, desesperado y libre..., completamente libre, por fin... Puede que esto llegue a quitarle el sueño. No le prometo, amigo Krappo, no le prometo que usted vaya a vivir aún muchos años... Y hasta es posible que muera de mala forma y que sus últimos días sean bastante desagradables...
 Isaías: (Con voz metálica.) Márchese, márchese de aquí.
 El forastero: A mí no me importa ya morir, ¿ve usted? Y sin embargo, usted desea, fervientemente lo desea, vivir muchos años... Se dará cuenta de cuál de los dos es el que va a sufrir de aquí en adelante... (Ríe nerviosamente.) Es hasta divertido pensarlo... Y ahora me retiro, señor. Esta noche puede dormir, se lo permito. (Ríe.) Buenas noches.»
 
  [El texto pertenece a la edición en español de Editorial Castalia, 1987, en edición de Farris Anderson, pp. 142-146. ISBN: 84-7039-187-9.]
 

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