VII.-El adulto infantil
«Como las supertribus están aumentando continuamente de tamaño y el zoo humano se está volviendo cada vez más angosto y abarrotado, esto requiere una planificación más cuidadosa e imaginativa. Sobre todo, exige una consideración de las demandas biológicas de la especie humana por parte de administradores y planificadores de ciudades mucho mayor de la que se ha manifestado en un reciente pasado.
Cuanto más atentamente se examina la situación, más alarmante aparece ésta. Reformadores y organizadores bienintencionados trabajan para conseguir lo que consideran mejores condiciones de vida, sin poner ni por un momento en duda el valor de lo que están haciendo. Después de todo, ¿quién puede negar el valor de suministrar más casas, más pisos, más automóviles, más hospitales, más escuelas y más alimentos? Si existe, tal vez, cierto grado de monotonía y uniformidad en todas estas comodidades, se trata de algo que no puede evitarse. La población humana está creciendo con tanta rapidez que no hay tiempo ni espacio suficientes para hacerlo mejor. El inconveniente es que, mientras por una parte todas estas nuevas escuelas están saturadas de alumnos, plenamente dispuesta la inventiva para modificar las cosas, los otros nuevos progresos están conspirando para hacer cada vez más imposibles las innovaciones sorprendentes. En su monotonía altamente organizada y en continua expansión, estos progresos favorecen incuestionablemente la generalizada aceptación de las más triviales soluciones a la lucha de estímulo. Si no tenemos cuidado, el zoo humano se irá convirtiendo cada vez más en algo parecido a una casa de fieras victoriana, con pequeñas jaulas de agitados paseantes cautivos.
Algunos escritores de ciencia ficción adoptan una postura pesimista. Cuando describen el futuro, lo representan como una existencia en la que los individuos humanos se hallan sometidos a un sofocante grado de uniformidad, como si los nuevos progresos hubieran llevado casi a un punto muerto las ulteriores invenciones. Todo el mundo lleva trajes de tonos tristes, y predomina la automación. Si tienen lugar nuevas invenciones, sólo sirven para apretar más aún la trampa en torno al cerebro humano.
Podría alegarse que esta imagen tan sólo refleja la pobreza de imaginación de los escritores, pero hay algo más que eso. Hasta cierto punto, se limitan a exagerar la tendencia que ya pueden detectar en las condiciones actuales. Están respondiendo al incansable crecimiento de lo que se ha denominado la "prisión del planificador". Lo malo es que a medida que los nuevos progresos en medicina, higiene, alojamiento y producción de alimentos permiten amontonar con eficacia cada vez más gente en un espacio dado, los elementos creadores de la sociedad se preocupan de problemas de cantidad, más que de calidad. Se da preferencia a aquellos inventos que permiten nuevos incrementos de la reiterada mediocridad. La eficiente homogeneidad goza de preferencia sobre la estimulante heterogeneidad.
Como señalaba un planificador rebelde, un sendero recto entre dos edificios puede ser la solución más eficaz (y barata), pero eso no significa que sea el mejor sendero por lo que se refiere a satisfacer las necesidades humanas. El animal humano necesita un territorio espacial en que vivir que posea características distintivas, sorpresas, singularidades visuales, puntos de referencia y peculiaridades arquitectónicas. Sin todo esto, puede tener escaso significado. Una forma geométrica y limpiamente simétrica tal vez sea útil para sostener un techado, o para facilitar la prefabricación de unidades de alojamiento producidas en masa, pero cuando se aplica al nivel del paisaje va contra la naturaleza del ser humano. ¿Por qué, si no, resulta tan ameno pasear por un serpenteante camino rural? ¿Por qué, si no, los niños prefieren jugar entre los montones de escombros de edificios abandonados, en vez de hacerlo en sus inmaculados, desnudos y geométricamente dispuestos campos de recreo?
La actual tendencia arquitectónica hacia la austera sencillez de diseño puede fácilmente llegar a desbocarse y ser utilizada como excusa de la falta de imaginación. Las manifestaciones estéticas mínimas sólo son excitantes como contraste con otras manifestaciones más complejas. Cuando llegan a dominar la escena, los resultados pueden ser extremadamente perjudiciales. La arquitectura moderna ha estado siguiendo esta dirección algún tiempo, fuertemente estimulada por los planificadores del zoo humano. Enormes bloques de apartamentos, todos iguales, han proliferado en muchas ciudades como respuesta a las demandas de alojamiento de las poblaciones supertribales, en continuo aumento. La excusa ha sido la eliminación de los suburbios, pero, con demasiada frecuencia, el resultado ha sido la creación de los supersuburbios del inmediato futuro. En cierto sentido, son peores que nada, ya que dan una falsa impresión de progreso, originan complacencia y satisfacción por la obra realizada y disminuyen la posibilidad de un auténtico progreso.»
[El texto pertenece a la edición en español de Plaza & Janés editores, 1979, en traducción de Adolfo Martín. ISBN: 84-01-44061-0.]
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