miércoles, 6 de marzo de 2019

Regreso a Innisfree y otros relatos irlandeses.- Chesús Yuste (1963)


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El negocio del siglo

«-Pero, ¿qué me está contando?
 -Señor alcalde, es el negocio del siglo. Tenga usted la completa seguridad. -Declan Donovan desplegaba su sonrisa seductora de comerciante audaz.
 -Pero, ¿qué tiene que ver Ballyconnacht con la novela de Brennan? No entiendo nada, la verdad.
 -Vamos a ver, el proyecto es relativamente simple. Se trata de aprovechar el éxito planetario de El enigma de Ballycormac, para convertir este hermoso municipio que usted tan dignamente preside en el escenario del best-seller y generar un cúmulo de sinergias que favorezcan el desarrollo y la prosperidad de Ballyconnacht.
 -Sinergias... ¿cómo cuáles? 
 -Organizaremos tours desde Estados Unidos de millones de lectores que querrán ver los escenarios reales de la novela de éxito. Tengo un primo en Nueva York que...
 -¿Millones? ¿No está exagerando?
 -Bueno, quería decir decenas de miles. Y después del éxito de la película, ¿por qué no van a ser centenares de miles? Lo importante, señor alcalde, es que estemos en el mapa. Y esta novela nos pone en el mapa mundial.
 -Sigue sin explicarme por qué precisamente esta novela. No entiendo dónde ve una conexión entre este municipio y el escenario de la novela. -El alcalde no estaba acostumbrado a tratar con señoritingos de Dublín y comenzaba a perder la paciencia.
 -No hay problema. Se lo vuelvo a explicar si no me ha entendido bien...
 -O si usted no se ha explicado bien.
 -Anne Brennan suele situar sus novelas en Dublín, en Cork, en Galway, y hasta en Londres, pero, cuando se desarrollan en pequeños municipios, siempre decide alterar el topónimo para que nadie pueda molestarse. Por si acaso. Manías de novelista. En este caso, resulta más que evidente que el Ballycormac de la novela es precisamente Ballyconnacht. Sin la menor duda.
 -¿Por qué está tan seguro de eso?
 -Basta con ver la descripción que hace del pueblo en la novela: la carretera, las dos iglesias, el pub... Fíjese, el pub se llama McNeills's, y el de aquí se llama O'Neill's. Es más que evidente.
 -Pero... ¿qué me dice? Como en todos los pueblos de Irlanda. Dos iglesias, pues claro que sí, la católica y la anglicana, faltaría más. Y ahora me dirá que las mujeres de la novela son pelirrojas, no te jode.
 -Bueno, amigo, no se enfade. No le niego que otros municipios también puedan tener interés en sentirse identificados con Ballycormac.
 -Mire, lo normal es que la novelista estuviera inspirándose en su pueblo, que es Ballydungael, en el condado de Donegal. No le busque tres pies al gato.
 -Por eso tenemos que actuar con rapidez y sin dudas.
 -¿Qué quiere decir?
 -Para que ya no pueda ser objeto de polémica, mi propuesta es simple: cambien el nombre del municipio. De Ballyconnacht a Ballycormac. Un pequeño cambio de muy pocas letras y ustedes se habrán ganado su lugar en el mundo y el derecho a la prosperidad.
 -¿Bally... cormac? -Al alcalde se le salían los ojos de las órbitas. Este hombre se había vuelto loco. ¿O no?
 Y entonces Donovan empezó a explicarle al alcalde que ya habían registrado la empresa Ballycormac Tours Inc. Que estaban empezando a organizar vuelos semanales desde Nueva York al aeropuerto de Shannon. Y que tenían varios planos con algunos cambios urbanísticos que había que acometer para realzar los lugares que aparecían a su juicio en la novela. Por supuesto, la guinda era el parque temático "Enigma de Ballycormac" y las urbanizaciones y equipamientos que Construcciones O'Brian e Ingenierías O'Connor iban a construir en los alrededores.
 
 El alcalde le había pedido un informe a la máxima autoridad cultural del pueblo: la bibliotecaria. Úna de Roiste había trabajado sin descanso hasta reunir toda la información solicitada en cuarenta y seis páginas llenas de referencias bibliográficas y notas al pie con enlaces de internet. Estaba segura de que el alcalde iba a quedar impresionado. Era la primera vez en quince años que desde el consejo municipal mostraban el más mínimo interés por asuntos culturales y, de una u otra forma, por el trabajo que ella desempeñaba.
 La influencia de los topónimos literarios en los municipios reales en que se habían inspirado los autores estaba notablemente contrastada. Y el cambio del nombre del municipio para homenajear al escritor y su obra o para beneficiarse de su fama universal no era una extravagancia del tal Donovan, sino una actuación reiterada a lo largo del planeta. Aracataca, la localidad colombiana natal del Premio Nobel Gabriel García Márquez, aspiró a llamarse Macondo, como el escenario de su emblemática novela Cien años de soledad, aunque al final se descartó. En cambio, la ciudad siciliana de Porto Empedocle sí que había añadido a su denominación la de Vigàta, escenario de las novelas del comisario Montalbano de Andrea Camillari.»
 
       [El texto pertenece a la edición en español de Xordica Editorial, 2015. ISBN: 978-84-96457-99-7.]
 

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