sábado, 20 de diciembre de 2014

"El banquete o del amor". Platón (427-347 a.C.)


  

"Pero antes que nada tenéis que llegar a conocer la naturaleza humana y sus vicisitudes, porque nuestra primitiva naturaleza no era la misma de ahora, sino diferente. En primer lugar, eran tres los géneros de los hombres, no dos, como ahora, masculino y femenino, sino que había también un tercero que participaba de estos dos, cuyo nombre perdura hoy en día, aunque como género ha desaparecido. Era, en efecto, entonces el andrógino una sola cosa, como forma y como nombre, partícipe de ambos sexos, masculino y femenino, mientras que ahora no es más que un  nombre sumido en el oprobio. En segundo lugar, la forma de cada individuo era en su totalidad redonda, su espalda y sus costados formaban un círculo; tenía cuatro brazos, piernas en igual número al de los brazos, dos rostros sobre un cuello circular, semejantes en todo, y estos dos rostros, que estaban colocados en sentidos opuestos, estaban en una sola cabeza; además, cuatro orejas, dos órganos sexuales y todo el resto era tal como se puede figurar por esta descripción. Caminaba en posición erecta como ahora, hacia adelante o hacia atrás, según deseara; pero siempre que le daban ganas de correr con rapidez hacía como los acróbatas, que dan la vuelta de campana haciendo girar sus piernas hasta caer en posición vertical y, como eran entonces ocho los miembros en que se apoyaba, avanzaba dando vueltas sobre ellos a gran velocidad. [...] Eran, pues, seres terribles por su vigor y su fuerza; grande era además la arrogancia que tenían y atentaron contra los dioses. [...] Entonces Zeus y los demás dioses deliberaron qué debían hacer y se encontraban en gran aprieto. No les era posible darles muerte y extirpar su linaje, fulminándolos con el rayo como a los gigantes, pues en ese caso los honores y sacrificios que recibían de los hombres se hubieran acabado, ni tampoco el consentirles su insolencia. Con gran trabajo, al fin Zeus concibió una idea y dijo: "Me parece tener una solución para que pueda haber hombres y para que, por haber perdido fuerza, cesen su desenfreno. Ahora mismo voy a cortarlos en dos a cada uno de ellos y así serán a la vez más débiles y más útiles para nosotros por haberse multiplicado su número. Caminarán en posición erecta sobre dos piernas; pero si todavía nos parece que se muestran insolentes y no quieren estar tranquilos, de nuevo los cortaré en dos, de modo que anden en lo sucesivo sobre una sola pierna, saltando a la pata coja". Tras decir esto, dividió en dos a los hombres, al igual que los que cortan las hierbas poniéndolas a secar o de los que cortan los huevos con una crin. Y a todo aquel que iba cortando ordenaba a Apolo que le diera la vuelta a su rostro y a la mitad de su cuello en el sentido del corte para que el hombre, al ver su seccionamiento, se hiciera más disciplinado y además le daba orden de curarlo. Dábales, pues, Apolo la vuelta a los rostros y reuniendo a estirones la piel de todas partes hacía lo que ahora se llama vientre, la ataba como si se tratara de una bolsa con cordel, haciendo un agujero en medio del vientre, que es precisamente lo que se llama ombligo. En cuanto a las arrugas que quedaban, las alisó en su mayor parte y dio también forma al pecho con un instrumento semejante al que usan los zapateros cuando alisan sobre la horma del calzado los pliegues de los cueros. [...] Mas una vez que fue separada la naturaleza humana en dos, añorando cada parte a su propia mitad, se reunía con ella. Se rodeaban con sus brazos, se enlazaban entre sí deseosos de unirse en una sola naturaleza y morían de hambre y de inanición general por no querer hacer nada los unos separados de los otros. Así siempre que moría una de las mitades y quedaba sola la otra, la que quedaba con vida buscaba otra y se enlazaba a ella, bien fuera mujer entera -lo que ahora llamamos mujer- la mitad con que topara o de varón, y así perecían. Mas compadeciéndose Zeus, imaginó otra traza, y les cambió de lugar sus vergüenzas, colocándolas hacia adelante, pues hasta entonces las tenían en la parte exterior y engendraban y parían no los unos en los otros sino en la tierra, como las cigarras. Y realizó en esta forma la transposición de sus partes pudendas hacia delante e hizo que mediante ellas tuviera lugar la generación en ellos mismos, a través del macho en la hembra, con la doble finalidad de que si en el abrazo sexual tropezaba el varón con mujer engendraran y se perpetuara la raza y si se unían macho con macho hubiera al menos hartura del contacto, tomaran un tiempo de descanso, centraran su atención en el trabajo y se cuidaran de las demás cosas de la vida. Desde tan remota época, pus, es el amor de los unos a los otros connatural a los hombres y reunidor de la antigua naturaleza y trata hacer un solo ser de los dos y de curar a la naturaleza humana. Cada uno de nosotros, efectivamente, es una contraseña de hombre, como resultado del corte en dos de un solo ser y presenta solo una cara como los lenguados. De ahí que busque siempre cada uno a su propia contraseña. Así pues, cuantos hombres son sección de aquel ser partícipe de ambos sexos, que entonces se llamaba andrógino, son mujeriegos; los adúlteros también en su mayor parte proceden de este género y, así mismo, las mujeres aficionadas a los hombres y las adúlteras derivan también de él. En cambio, cuantas mujeres son corte de mujer no prestan excesiva atención a los hombres sino que más bien se inclinan a las mujeres y de este género proceden las tribadas. Por último, todos los que son sección de macho, persiguen a los machos y mientras son muchachos, como lonchas de macho que son, aman a los varones y se complacen en acostarse y en enlazarse con ellos; [...] lo que se llama amor, por consiguiente, es el deseo y la persecución de ese todo. Anteriormente, como digo, constituíamos un solo ser, pero ahora, por nuestra injusticia, fuimos disgregados por la divinidad [...] Y existe el peligro de que, si no nos mostramos disciplinados con los dioses, se nos seccione de nuevo y marchemos por ahí como esos que están esculpidos de perfil en las estelas, serrados en dos por la nariz y convertidos en medias tabas".  

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