miércoles, 16 de mayo de 2018

Aprendiendo de las drogas (Usos, abusos, prejuicios y desafíos).- Antonio Escohotado (1941)


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1.-Las variables del asunto

«Las cosas que entran en nuestro cuerpo por cualquier vía -oral, epidérmica, venosa, rectal, intramuscular, subcutánea- pueden ser asimiladas y convertidas en materia para nuevas células, aunque pueden también resistir esa asimilación inmediata.
 Las que se asimilan de modo inmediato merecen el nombre de alimentos, pues gracias a ellas renovamos y conservamos nuestra condición orgánica. Entre las que no se asimilan inmediatamente cabe distinguir dos tipos básicos: a) aquellas que -como el cobre o la mayoría de los plásticos, por ejemplo- son expulsadas intactas, sin ejercer ningún efecto sobre la masa corporal o el estado de ánimo; b) aquellas que provocan una intensa reacción. 
 Este segundo tipo de cosas comprende las drogas en general, que afectan de modo notable aunque absorbamos cantidades ínfimas, en comparación con las cantidades de alimentos ingeridas cada día. Hoy, cuando empiezan a conocerse los complejos procesos biológicos, la actividad extraordinaria de este tipo de cosas sugiere que están ligadas a equilibrios básicos en los organismos. Normalmente, no afectan por ser cosas de fuera, sino por parecerse como gotas de agua a cosas de muy adentro.
 Pero dentro de este tipo de sustancias es preciso distinguir entre compuestos que afectan somáticamente (como la cortisona, las sulfamidas o la penicilina) y los que afectan no sólo somática sino también sentimentalmente. Estos últimos -que parecieron milagrosos a todas las culturas antiguas- son en su mayoría parientes carnales de las sustancias que trasladan mensajes en el sistema nervioso (los llamados neurotransmisores) o antagonistas suyos, y reciben el nombre vulgar de "drogas".

Toxicidad
 Llámense drogas o medicamentos, estos compuestos pueden lesionar y matar en cantidades relativamente pequeñas. Como a una sustancia con tales características la llamamos "veneno", es propio de todas las drogas ser venenosas o tóxicas. La aspirina, por ejemplo, puede ser mortal para los adultos a partir de tres gramos, la quinina a partir de bastante menos y el cianuro de potasio desde una décima de gramo.
 Sin embargo, lo tóxico o envenenador de una cosa no es nunca esa cosa abstractamente, sino ciertas proporciones de ella conforme a una medida (como el kilo de peso). De ahí, siguiendo con el ejemplo, la enorme utilidad que extraemos de la aspirina, la quinina y el cianuro, a pesar de sus peligros. La proporción que hay entre cantidad necesaria para obrar el efecto deseado (dosis activa media) y cantidad suficiente para cortar el hilo de la vida (dosis letal media) se denomina margen de seguridad en cada droga.
 ¿Cómo puede ser terapéutico un veneno? Fundamentalmente, porque los organismos sufren muy distintos trastornos, y ante ellos el uso de tóxicos en dosis no letales puede ser la única, o la mejor, manera de provocar ciertas reacciones. Apenas hay, por eso, venenos de los que no se hayan obtenido valiosos remedios: el curare, la atropina, el ergot o la planta digital son casos bien conocidos de una lista interminable.
 Dentro del margen de seguridad, el uso de tóxicos plantea fundamentalmente dos cuestiones, que son el coste de la ganancia y la capacidad del organismo para adaptarse a su estado de intoxicación. El coste depende de los efectos que se llaman secundarios o indeseados, tanto orgánicos como mentales. La capacidad del organismo para "hacerse" al intruso depende del llamado factor de tolerancia aparejado a cada compuesto. 
 La tolerancia y el coste psicofísico pueden prestarse a juicios algo subjetivos, comparados con la objetividad matemática del margen de seguridad. [...]
 En todo caso, estos tres elementos -margen de seguridad, coste psicofísico y tolerancia- son los lados materiales o cuantificables del efecto producido por las drogas. Prestarles atención ayuda a plantear de modo objetivo ese efecto. [...]

Los principales empleos
 El estado que produce una droga psicoactiva puede llamarse intoxicación (si se considera su contacto con nuestro organismo) y llamarse ebriedad (si se considera el efecto que esa sustancia ejerce sobre el ánimo); para la intoxicación intensa de alcohol disponemos de la palabra "embriaguez", o "borrachera" en casos límite.
 Cabe hablar de uso colectivo y uso individual, uso antiguo y uso moderno. Sin embargo, quizá la forma más sencilla de abarcar el consumo de drogas sea distinguir entre empleos festivos, empleos lúdicos o recreativos y empleos curativos o terapéuticos. [...]  
 
Epílogo
La cuerda que sirve al alpinista para escalar una cima sirve al suicida para ahorcarse y al marino para que sus velas recojan el viento. Lo sacro y eterno sea loado. Seguiríamos en las cavernas si hubiésemos temido conquistar el fuego, y entiendo que aquí, como en todos los demás campos de la acción humana, hay desde el primer momento una alternativa ética: obrar racionalmente -promoviendo aumentos en la alegría- y obrar irracionalmente, promoviendo aumentos en la tristeza; una conducta irreflexiva acabará haciéndonos tan insensibles a lo buscado como inermes ante aquello de lo que huíamos. De ahí que sea vicio -mala costumbre o costumbre que reduce nuestra capacidad de obrar- y no dolencia, pues las dolencias pueden establecerse sin que se intervenga nuestra voluntad, pero los vicios no: todo vicio jalona puntualmente una rendición suya.
 Otra cosa es que presentar el uso de drogas como enfermedad y delito haya acabado siendo el mayor negocio del siglo. Llevado a su última raíz, este negocio pende de que las drogas no se distingan por sus propiedades y efectos concretos, sino por pertenecer a categorías excéntricas, como artículos vendidos en tiendas de alimentación, medicinas y sustancias criminales. Una arbitrariedad tan enorme sólo puede estimular desorientación y usos irreflexivos.
 Tras lo arbitrario está la lógica económica de dos mercados permanentes, uno blanco y otro negro. Esta dicotomía aleja la perspectiva de que el campo psicofarmacológico se racionalice alguna vez, con pautas de precio, calidad y dispensación que le quiten a las drogas -a las drogas en general- su naturaleza de puras mercancías. Salvo casos raros, como los vinos y licores realmente buenos, apenas hay productos de mercado blanco capaces de subsistir bajo condiciones de clandestinidad; sin embargo, al incluir los más deseables en el mercado negro se aseguran superdividendos para sucedáneos autorizados, mientras se multiplica el margen de beneficio para originales prohibidos. Otra cosa no explotaría a fondo las posibilidades del ramificado negocio, que juega con una baraja en la mesa y otra en la manga.» 
 
  [El extracto pertenece a la edición en español de Editorial Anagrama, 2005. ISBN: 84-339-1441-3.]
 

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