6.- Una gran cultura a orillas del Indo
«Al este del Nilo, el Éufrates y el Tigris, surgieron en valles fluviales fértiles las dos grandes culturas tempranas de Asia: fueron la cultura del Indo, aparecida a partir del año 2600 a.C. en el actual Pakistán, y la cultura China, unos 1000 años después, junto al Huangho, el Río Amarillo.
La cultura del Indo es la menos conocida; su escritura no ha podido ser descifrada todavía. Para su estudio dependemos únicamente de las excavaciones. Fue, probablemente, una combinación de cultura agraria de aldeas y civilización urbana. Las dos ciudades excavadas de Harappa y Mohenjo-Daro se consideran centros políticos, económicos e intelectuales. Su trazado se atuvo a unas normas estrictas; las calles más importantes corrían en paralelo en dirección norte-sur. Fueron las primeras ciudades con alcantarillado. Había, incluso, casas con baño y retrete. Disponían de agua potable suministrada mediante cañerías y las aguas residuales fluían a un sistema de cloacas construido debajo de las calles. El panorama urbano aparecía dominado por la imponente ciudadela levantada sobre una plataforma artificial. Dentro de sus murallas se encontraban las instituciones públicas de la ciudad, entre ellas una "piscina cubierta" climatizada de 54 por 32 metros. En el momento culminante de su desarrollo, en torno al año 2.000 a.C., ambas ciudades contaban con una población que llegaba a los 40.000 habitantes. Tuvieron contacto con los sumerios y practicaron el comercio con ellos y otros pueblos de Mesopotamia. Uno de los productos comerciales importantes era el algodón, cultivado y elaborado por primera vez en el valle del Indo.
No sabemos con seguridad qué provocó el fin de la cultura del Indo hacia 1.500 a.C. Los científicos sospechan causas ecológicas, pues la gente de aquella cultura consumía mucha madera y la deforestación extrema de bosques enteros tuvo ya entonces importantes consecuencias. Se produjeron inundaciones desastrosas que expulsaron de las ciudades a sus habitantes. Invasores llegados de la zona limítrofe entre Asia y Europa fueron, probablemente, quienes asestaron el golpe mortal a la antigua cultura del Indo. Aquellas gentes llamadas arios se habían ido desplazando durante siglos hacia el sur. En torno al año 1400 a.C. llegaron al norte de la India y sometieron a los naturales de la región. En un proceso que duró un siglo crearon en la India una cultura y unas formas de vida nuevas cuyas huellas llegan hasta el presente.
Los arios vivían en organizaciones tribales. Los sacerdotes gozaban del máximo prestigio; les seguían en rango los guerreros. Y por debajo de los guerreros se hallaban los campesinos. En un primer momento, los nativos derrotados no formaron parte de la asociación tribal, pero pronto se mezclaron con los campesinos. Más tarde se dio a los distintos grupos el nombre de "castas". Con el tiempo, aquella organización en castas se fue subdividiendo y diferenciando cada vez más -apareció, por ejemplo, una nueva casta para los artesanos- pero los límites entre castas se mantuvieron con rigidez: las personas pertenecían a una de ellas de por vida. Los guerreros eran siempre guerreros; los artesanos, artesanos; y sus hijos les sucedían en su situación. Además no podían casarse con ninguna muchacha perteneciente a otra casta ni tener amistad con nadie que no fuera miembro de la suya. En algunas comarcas de la India esta situación no ha cambiado apenas hasta hoy.
Las ideas religiosas de los arios y los nativos dieron origen al hinduismo como religión de la India en un proceso de duración similar. Brahma es para los hindúes el creador y la divinidad suprema; Vishnú, el protector; y Shiva, el dios de seis brazos, el destructor. La doctrina del "karma", de la reencarnación, ocupa el lugar central del hinduismo. Según ella, el ser humano vive varias vidas y en alguna anterior puede haber sido incluso un animal. El comportamiento ejemplar y las buenas acciones dentro de su casta le permitirán ascender en la vida siguiente y nacer como miembro de una casta superior. Aquella fe hizo que la gran masa de los hindúes no intentara nunca echar por tierra la organización por castas, ni siquiera cuando se sentían insatisfechos con su vida.
Quien criticó el hinduismo fue, precisamente, el hijo de un rey, criado en medio del lujo en palacios espléndidos: el príncipe Sidharta. Había nacido el año 560 a.C. y, en realidad, no debería haber llegado siquiera a conocer el lado oscuro de la vida pues no era lo adecuado para un príncipe. Sólo después de haberse casado y haber tenido un hijo vio Sidharta personas enfermas, ancianas y quebradizas y se encontró por primera vez con la muerte. Aquello le conmocionó hasta tal punto que renunció a la buena vida. "Y así, estando todavía en la flor de la vida, esplendoroso y con el pelo negro, en el disfrute de una juventud dichosa y en los primeros años de mi existencia adulta, me marché de mi casa para vivir sin techo en contra del deseo de mis padres y en medio de sus llantos y sus quejas, tras cortarme el pelo y la barba y vestirme con ropas descoloridas."
Sidharta vivió seis años como ermitaño, renunció a todos los placeres y meditó sobre los dioses y los seres humanos, sobre la vida y la muerte. Luego, un buen día, le llegó la iluminación: las personas sufren porque no obtienen lo que quieren. Para no ser torturados por nuestros propios deseos, debemos dominarlos y desear cada vez menos, hasta sentirnos satisfechos no teniéndolos. Quien llegue a no sentir ningún deseo, no renacerá tras la muerte; su alma hallará el descanso eterno en el "nirvana", la desaparición en la nada.
El príncipe Sidharta se presentó ante la gente como "Buda", el Iluminado, y predicó una nueva doctrina, el budismo, que al igual que el hinduismo, sigue siendo aún hoy una de las grandes religiones mundiales.»
[El extracto pertenece a la edición en español de Editorial Península, en traducción de José Luis Gil Aristu. ISBN: 84-830-7606-4.]
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