martes, 1 de mayo de 2018

Tratado sobre la inmortalidad del alma.- Pietro Pomponazzi (1462-1525)


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Capítulo I
En el que se muestra que el hombre es de naturaleza indeterminada y es intermedio entre los seres mortales y los inmortales

«Pero pensé que el inicio de nuestra consideración debía tomarse a partir del hecho de que el hombre es de una naturaleza no simple, sino múltiple, no cierta, sino incierta, y de que es intermedio entre los seres mortales y los inmortales. Y puede verse claramente esto si analizamos sus operaciones esenciales, a partir de las cuales se conocen las esencias. En efecto, por el hecho de que ejerce las funciones de las almas sensitiva y vegetativa, las cuales, como se afirma en el libro segundo Acerca del alma y en el segundo Acerca de la reproducción de los animales (capítulo 3), no pueden ejercerse sin instrumento corporal y caduco, se sitúa del lado de la mortalidad. Pero por el hecho de que intelige y quiere, que son operaciones que, según se establece a lo largo de todo el libro Acerca del alma y en el libro primero Acerca de las partes de los animales (cap. 1) y en el segundo Acerca de la reproducción de los animales (cap. 3), se ejercen sin instrumento corporal, dado que estas operaciones demuestran la separabilidad y la inmaterialidad, y éstas por su parte la inmortalidad, ha de ser considerado entre los seres inmortales. A partir de estos hechos puede llegarse plenamente a la conclusión de que no es de naturaleza simple, ya que incluye tres almas -más o menos podríamos decirlo así-, esto es, la vegetativa, la sensitiva y la intelectiva, y a partir de que puede reivindicar para sí una naturaleza indeterminada, ya que no es por sí mismo ni mortal, ni inmortal, sino que abraza una y otra naturaleza. Por lo cual bien dijeron los antiguos cuando lo pusieron entre los seres eternos y los temporales, porque no es ni puramente eterno ni puramente temporal, pues participa de una y otra naturaleza, y a él mismo, estando en posición intermedia, se le ha concedido la potestad de apropiarse de la que quiera de ambas; de ahí que se encuentren tres clases de hombres: algunos, en efecto, se cuentan entre los dioses, aunque son muy pocos: aquellos que, habiendo subyugado las almas vegetativa y sensitiva, se han hecho racionales casi al completo; otros, sin embargo, abandonando por completo el intelecto, e importándoles sólo el alma vegetativa y la sensitiva, prácticamente han pasado a ser bestias. Y quizá fue esto lo que quería significar la fábula pitagórica cuando dijo que las almas humanas transitan hacia diversas bestias. A algunos, por el contrario, se les ha denominado simples hombres; y éstos son los que vivieron moderadamente según las virtudes morales, pero no se entregaron completamente al intelecto, ni abandonaron totalmente las funciones corpóreas. En todo caso, cada uno de estos modos tiene gran variedad, como puede verse fácilmente. Con esto además concuerda lo que se dice en el Salmo: "Lo hiciste un poco inferior a los ángeles", etc.

 Capítulo II
En el que se exponen los modos en que se puede entender dicha multiplicidad del alma humana

 Así pues, una vez comprobada la múltiple y ambigua naturaleza del hombre, no ciertamente esa que resulta de la composición de materia y forma, sino esa que proviene de su forma o alma, queda por ver que, como lo mortal y lo inmortal son cosas opuestas que no pueden ser afirmadas de una misma cosa, alguien con razón ponga en discusión cómo es posible que esas naturalezas se prediquen al mismo tiempo del alma humana. Y, ciertamente, entender esto no es cosa leve.
 Por ello, o bien se admitirá una y la misma naturaleza, la cual sería al mismo tiempo mortal e inmortal, o bien dos diferentes. Además, si se concede lo segundo, se podrá entender esto de tres maneras: o bien según el número de los hombres habrá un número de naturalezas mortales e inmortales; por ejemplo, en Sócrates habrá una naturaleza inmortal y una o dos mortales, y así en los demás casos, y de esta manera cada hombre tendrá una naturaleza propia mortal y otra inmortal; o más bien se establecerá en todos los hombres una sola naturaleza inmortal, pero en cada hombre se distribuirán y se multiplicarán las naturalezas mortales; o más bien, por el contrario, ponemos una naturaleza inmortal multiplicada, pero la mortal común para todos.
 Sin embargo, si es elegida más bien la otra posibilidad, es decir, que el hombre sería mortal e inmortal por una y la misma naturaleza, como parece que no puede ser que predicados opuestos se apliquen a una misma cosa, no puede ocurrir sencillamente que la misma naturaleza sea mortal e inmortal, sino que o bien por sí misma [simpliciter] será inmortal y en un cierto aspecto [secundum quid] mortal; o más bien al revés, es decir, por sí misma mortal y en un cierto aspecto inmortal; o más bien abrazará una y otra posibilidad en un cierto aspecto, es decir, en un cierto aspecto será mortal y en otro inmortal. En definitiva, con estos tres modos podría evitarse suficientemente la objeción. Así que, recapitulando, esta cuestión se podrá representar a través de estos seis modos, según se le manifiesta a aquel que sabe discurrir y concluir.»
 
  [El extracto pertenece a la edición en español de Editorial Tecnos, en traducción de José Manuel García Valverde. ISBN: 978-84-309-5033-1.]

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