domingo, 20 de mayo de 2018

Laberinto de fortuna.- Juan de Mena (1411-1456)


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II.- Argumenta contra la Fortuna

«Tus casos fallaçes, Fortuna, cantamos, / estados de gentes que giras e trocas;
tus grandes discordias, tus firmezas pocas, / y los qu'en tu rueda quexosos fallamos.
Fasta que al tempo de agora vengamos / de fechos pasados cobdicia mi pluma
y de los presentes fazer breve suma, / y dé fin Apolo, pues nos començamos. [...]

IV.-Ennarra
Como no creo que fuessen menores / que los d'Afrricano los fechos del Çid,
nin que feroçes menos en la lid / entrasen los nuestros que los agenores,
las grandes façañas de nuestros señores, / la mucha constancia de quien los más ama,
yaze en teniebras, dormida su fama, / dañada d'olvido por falta de auctores.

V.-Pone en exemplo
La gran Babilonia, que uvo cercado / la madre de Nino de tierra cozida,
si ya por el suelo nos es destruida, / ¡quánto más presto lo mal fabricado!
E si los muros que Febo a travado / argólica fuerça pudo subverter,
¿qué fábrica pueden mis manos fazer / que no faga curso segund lo passado? [...]

VII.-Disputa con la Fortuna
Pues dame liçençia, mudable Fortuna, / por tal que blasme de ti como devo.
Lo que a los sabios non debe ser nuevo / inoto a persona podrá ser alguna;
e pues que tu fecho así contrapuna, / fas a tus casos como se concorden,
ca todas las cosas regidas por orden / son amigables de forma más una. [...]

IX.- Concluye contra la Fortuna
¿Pues cómo, Fortuna, regir todas cosas / con ley absoluta sin orden te plaze?
¡Tú non farías lo qu'el cielo faze, / e fazen los tiempos, las plantas e rosas!
O muestra tus hobras ser siempre dañosas, / o prósperas, buenas, durables, eternas;
non nos fatigues con vezes alternas, / alegres agora e agora enojosas.

X.-Propiedades de la Fortuna
Mas bien acatada tu varia mudança, / por ley te goviernas, maguer discrepante,
ca tu firmeza es non ser constante, / tu temperamento es distemperança,
tu más cierta orden es desordenança, / es la tu regla seer muy enorme,
tu conformidat es non ser confforme, / tú desesperas a toda sperança. [...]

XII.-Aplicación
Assí, fluctüosa Fortuna aborrida, / tus casos inçiertos semejan atales,
que corren por ondas de bienes e males, / faziendo non çierta ninguna corrida.
Pues ya por que vea la tu sinmedida, / la casa me muestra do anda tu rueda,
por que de vista decir cierto pueda / el modo en que tractas allá nuestra vida. [...]

LVI.-De las tres ruedas que vido en la casa de la Fortuna
Bolviendo los ojos a do me mandava, / vi más adentro muy grandes tres ruedas:
las dos eran firmes, inmotas e quedas, / mas la de en medio boltar non çesava;
e vi que debaxo de todas estaba / caída por tierra giente infinita,
que avía en la fruente cada qual escripta / el nombre e la suerte por donde passava,

LVII.-Pregunta el auctor a la Providencia
aunque la una que no se movía, / la gente que en ella havía de ser
e la que debaxo esperava caer / con túrbido velo su mote cobría.
Yo que de aquesto muy poco sentía / fiz de mi dubda complida palabra,
a mi guiadora rogando que abra / esta figura que non entendía.

LVIII.-Respuesta
La qual me respuso: "Saber te conviene / que de tres edades te quiero decir:
pasadas, presentes e de porvenir; / ocupa su rueda cada qual e tiene.
Las dos que son quedas, la una contiene / la gente pasada y la otra futura;
la que se buelve en el medio procura / la que en el siglo presente detiene.

LIX.-Prosigue la Providencia
Así que conosce tú que la terçera / contiene las formas e las simulacras
de muchas personas profanas e sacras / de gente que al mundo será venidera,
e por ende cubierta de tal velo era / su faç, aunque formas tú viesses de hombres,
porque sus vidas aun nin sus nombres / saberse por seso mortal non podiera.

LX.-Razón de la Providencia porque los ombres no pueden saber lo porvenir
El umano seso se çiega e oprime / en las baxas artes que le da Minerva;
pues vee que faría en las que reserva / aquél que los fuegos corruscos esgrime.
Por eso ninguno non piense ni estime / prestigïando poder ser sçiente
de lo conçebido en la divina mente, / por mucho que en ello trasçenda ni rime.»


 [El extracto pertenece a la edición  en español de Ediciones Cátedra, 1979, en edición de John G. Cummins. ISBN: 84-376-0210-6.]

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