En la clausura del encuentro de profesores y estudiantes de arquitectura (Septiembre de 1963)
«Pero a esa parte de la sociedad que toma las armas contra nosotros, ya sean las armas directas de destrucción o armas ideológicas para destruir la sociedad, la atacamos y somos inmisericordes. A los demás, los disconformes, los descontentos honestos, los que plantean que no son ni serán nunca socialistas, les decimos simplemente: bueno, a usted nadie le preguntó antes si era o no era capitalista; usted tenía un contrato y lo cumplía; cumpla ahora su contrato, trabaje y tenga las ideas que le dé la gana, no nos metemos con sus ideas.
Así vamos construyendo, con muchos problemas, con muchos saltos hacia atrás. No es el de la revolución camino de éxitos continuos, de avances sostenidos, de avances rítmicos. Hay momentos en que caemos en impases, en pérdida del empuje revolucionario, en desorientación. Tenemos que reagrupar las fuerzas, analizar los problemas, analizar las fallas y seguir adelante.
Así se hacen las revoluciones, así se consolidan las revoluciones. Se empiezan como se empezó en el caso nuestro: un grupo de hombres apoyados por un pueblo en una zona útil para la lucha. Ahora llegamos a este momento y me toca a mí hacer de teórico en algo que no sé. Pretenderé definir con mis escasos recursos qué entiendo yo por un arquitecto.
Creo que un arquitecto -como prácticamente todo profesional- es un hombre en quien se conjugan la cultura general de la humanidad, alcanzada hasta ese momento, y la técnica general de la humanidad o la especial de cada pueblo.
El arquitecto, como todo profesional, es un hombre y está dentro de la sociedad. Puede reunirse en organismos internacionales apolíticos -y es correcto que así sea- para mantener la convivencia y la coexistencia pacífica, pero decir como hombre que se es apolítico es cosa que yo no entiendo.
Ser apolítico es estar de espaldas a todos los movimientos del mundo, es estar de espaldas a quien va a ser presidente o mandatario de la nación de que se trate, es estar de espaldas a la construcción de la sociedad o a la lucha porque la sociedad nueva que apunta no surja, y en cualquiera de los dos casos se es político. Un hombre en la sociedad moderna es político por naturaleza.
Ahora, el arquitecto hombre político -conjunción de cultura de toda la humanidad y de la técnica que ha podido adquirir-, hasta ese momento está frente a la realidad.
La cultura es algo que pertenece al mundo, es quizás como el lenguaje, algo que pertenece a la especie humana. Pero la técnica es un arma y debe ser usada como un arma y cada uno la usa como un arma.
Nosotros podemos mostrarles a ustedes en este mural, por ejemplo, el arma que está ahí. Es un M-1 norteamericano, un fusil Garand. Esa arma en manos de los soldados batistianos, cuando escupía metralla sobre nosotros era muy fea, pero adquiría una extraordinaria belleza cuando la conquistábamos, cuando se la quitábamos a un soldado, cuando la incorporábamos al ejército del pueblo, y además se dignificaba en nuestras manos, sin cambiar absolutamente en nada su estructura ni su función de matar hombres. Adquiría una nueva cualidad: la de luchar por la liberación de los pueblos.
La técnica es igual. La técnica se puede usar para domesticar a los pueblos y se puede poner al servicio de los pueblos, para liberarlos. Ésa es la conclusión que se desprende del documento que ustedes han aprobado.
Para poner el arma de la técnica al servicio de la sociedad hay que tener la sociedad en la mano. Y para tener la sociedad en la mano hay que destruir los factores de opresión, hay que cambiar las condiciones sociales vigentes en algunos países y entregar a los técnicos de todo tipo, al pueblo, el arma de la técnica. Esa función es de todos los que creemos en las necesidades de cambios en algunas regiones de la tierra.
No puede haber técnicos que piensen como revolucionarios y no actúen como revolucionarios. Hacer la revolución es una necesidad imperiosa de la mayoría de nuestros continentes, de casi toda la América, de toda África y de toda Asia, donde la explotación ha alcanzado grados inconcebibles.
Quien pretenda decir que un técnico, un arquitecto, un médico, un ingeniero, un científico de cualquier clase está para trabajar con sus instrumentos, solamente en su rama específica, mientras su pueblo muere de hambre, o se mata en la lucha, de hecho ha tomado partido por el otro bando. No es apolítico, es político pero contrario a los movimientos de liberación.
Naturalmente que yo respeto las opiniones de todos los que están aquí presentes. Evidentemente que aquí habrá, incluso, compañeros jóvenes y muchos profesionales que piensan que el régimen socialista -lo que se conoce de él hasta ahora- es un régimen de opresión, de miseria, de mediocridad, como se dice vulgarmente y divulga la propaganda, y que el hombre solamente alcanza su plena realización cuando existe la libre empresa, la libertad de pensamiento y todas las opiniones que el imperialismo nos lanza. Muchas de estas gentes piensan honestamente y no es mi intención polemizar. No se puede polemizar sobre estos problemas. Han sido trabajados mucho tiempo, durante generaciones, por la educación colectiva que ha hecho el capitalismo para formar sus cuadros y, si no hubiera formado cuadros fieles a sus principios, ya hubiera fracasado.
El principio de su fracaso de hoy es que el mundo despierta, y que todas las viejas afirmaciones no son ahora aceptadas por el sólo hecho de haber sido escritas desde hace tiempo, sino que se exige la ratificación práctica de lo que se afirma, la investigación de lo que se afirma y el análisis científico de lo que se afirma. De esa inquietud van naciendo las ideas revolucionarias y extendiéndose por el mundo cada vez más, apoyadas en los ejemplos de lo que puede hacer la técnica cuando se pone al servicio del hombre, como ha sucedido en los países socialistas. Eso es lo que yo podía decirles.
Quisiera agregar algo para mis compañeros, los estudiantes de Cuba. Como ya esto es un poco específico, un poco provinciano para ustedes, les ruego que, sencillamente, hagan como si no hubieran oído si no les interesara el tema. Pero a nuestros estudiantes hay que atenderlos, y atenderlos todos los días. Nuestra juventud ha nacido en medio de grandes conmociones. [...]
Por eso queríamos insistir una vez más, en este momento de lucha en que nosotros estamos [...] Tiene que acelerar sus estudios, para ser los verdaderos artífices de la sociedad nueva, pero al mismo tiempo tiene que profundizar su conciencia con objeto de saber exactamente cómo y en qué forma se debe hacer esa sociedad, para no ser un mero constructor sin ideas, sino poner sus manos, su cabeza, su corazón al servicio de la sociedad que nace.»
[El extracto pertenece a la edición en español de Diario Público, 2010. Depósito legal: B-1713-2010.]
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Realiza tu comentario: