domingo, 13 de mayo de 2018

Agujero llamado Nevermore.- Leopoldo María Panero (1948-2014)


Resultado de imagen de leopoldo maria panero 
La canción de amor del traficante de marihuana

«Y para qué morir si en los barrios adonde / el carmín sustituye a la sangre
nos dan por 125 ptas. algo que según dicen es un sucedáneo de la miel
aunque a veces contiene pestañas ahogadas en ella
que hay que separar cuidadosamente antes de usarla
¡una pata de pájaro por veinte duros! OCASIÓN el hueco
que tanto necesitábamos para meter en él nuestra enorme cabeza
y en el espacio de dos horas no oír más que el ruido que ella misma produce
(algo así como un río de lodo)
qué es lo que esperan, qué es lo que esperan para desenterrar
los pedazos de vidrio de colores que la arena se ha tragado
o los caramelos que al pasar por sus intestinos se convierten en algo nada grato al tacto, al gusto y al olfato,
o los perros con que jugábamos en la esquina mientras los autos al pasar nos llenaban de barro
todo en fin, las flechas y verbenas / y todo por tan poco precio, señores, por tan poco precio
un viejo Arlequín bailará en sus pupilas / una serpiente con muletas anidará en ellas
un viento, quizás, lo reconozco un poco cansado y con ganas de irse a su casa
tratará de limpiarle a Ud. los ceniceros / y todo por tan poco precio, señores, por tan poco precio.

La canción del croupier del Misisipi

Fumo mucho. Demasiado. / Fumo para frotar el tiempo y a veces oigo la radio
y oigo pasar la vida como quien pone la radio. / Fumo mucho. En el cenicero hay
ideas y poemas y voces / de amigos que no tengo. Y tengo
la boca llena de sangre, / y sangre que sale de las grietas de mi cráneo
y toda mi alma sabe a sangre, / sangre fresca no sé si de cerdo o de hombre que soy,
en toda mi alma acuchillada por mujeres y niños / que se mueven ingenuos, torpes, en
esta vida que ya sé. / Me palpo el pecho de pronto, nervioso,
y no siento un corazón. No hay, / no existe en nadie esa cosa que llaman corazón
sino quizá en el alcohol, en esa / sangre que yo bebo y que es la sangre de Cristo,
la única sangre en este mundo que no existe / que es como el mal programado, o
como fábrica de vida o un sastre / que ha olvidado quién es y sigue viviendo, o
quizá el reloj y las horas pasan. / Me palpo, nervioso, los ojos y los pies y el dedo gordo
de la mano lo meto en el ojo, y estoy sucio / y mi vida oliendo.
Y sueño que he vivido y que me llamo de algún modo / y que este cuento es cierto, este
absurdo que delatan mis ojos, / este delirio en Veracruz, y que este
país es cierto este lugar parecido al Infierno, / que llaman España, he oído
a los muertos que el Infierno / es mejor que esto y se parece más.
Me digo que soy Pessoa, como Pessoa era Álvaro de Campos,
me digo que estar borracho es no estarlo / toda la vida, es
estar borracho de vida y no de muerte, / es una sangre distinta de esa otra
espesa que se cuela por los tejados y por las paredes /  y los agujeros de la vida.
Y es que no hay otra comunión / ni otro espasmo que este del vino
y ningún otro sexo ni mujer / que el vaso de alcohol besándome los labios
que este vaso de alcohol que llevo en el / cerebro, en los pies, en la sangre.
Que este vaso de vino oscuro o blanco, / de ginebra o de ron o lo que sea
-ginebra y cerveza, por ejemplo- / que es como la infancia, y no es
huida, ni evasión, ni sueño / sino la única vida real y todo lo posible
y agarro de nuevo la copa como el cuello de la vida y cuento / a algún ser que es probable que esté
ahí la vida de los dioses / y unos días soy Caín, y otros
un jugador de póker que bebe whisky perfectamente y otros
un cazador de dotes que por otra parte he sido / pero lo mío es como en "Dulce pájaro de juventud"
un cazador de dotes hermoso y alcohólico, y otros días, / un asesino tímido y psicótico, y otros
alguien que ha muerto quién sabe hace cuánto, / en qué ciudad, entre marineros ebrios. Algunos me
recuerdan, dicen / con la copa en la mano, hablando mucho,
hablando para poder existir de que / no hay nada mejor que decirse
a sí mismo una proposición de Wittgenstein mientras sube / la marea del vino en la sangre y el alma.
O bien alguien perdido en las galerías del espejo / buscando a su Novia. Y otras veces
soy Abel que tiene un plan perfecto / para rescatar la vida y restaurar a los hombres
y también a veces lloro por no ser un esclavo / negro en el sur, llorando
entre las plantaciones! / Es tan bella la ruina, tan profunda
sé todos sus colores y es / como una sinfonía la música del acabamiento.
Como música que tocan en el más allá, / y ya no tengo sangre en las venas, sino alcohol,
tengo sangre en los ojos de borracho / y el alma invadida de sangre como de una vomitona,
y vomito el alma por las mañanas, / después de pasar toda la noche jurando
frente a una muñeca de goma que existe Dios. / Escribir en España no es llorar, es beber,
es beber la rabia del que no se resigna / a morir en las esquinas, es beber y mal
decir, blasfemar contra España / contra este país sin dioses pero con
estatuas de dioses, es / beber en la iglesia con música de órgano
es caerse borracho en los recitales y manchas de vino
tinto y sangre "Le libre des measques" de Remy de Gourmont / caerse húmedo babeante y tonto y
derrumbarse como un árbol ante los farolillos / de esta verbena cultural. Escribir en España es tener
hasta el borde en la sangre este alcohol de locura que ya / no justifica nada ni nadie, ninguna sombra
de las que allí había al principio. / Y decir al morir, cuando tenga
ya en la boca y cabeza la baba del suicidio / gritarle a las sombras, a las tantas que hay y fantasmas
en este paraíso para espectros / y también a los ciervos que he visto en el bosque,
y a los pájaros y a los lobos en la calle y / acechando en las esquinas
"Fifteen men on the Dead Man's Chest / Fifteen men on the Dead Man's Chest
Yahoo! And a bottle of rum!"

Súcubo
 
Y me encontré una mujer frente a mí, / y le dije: no tengo pelo,
soy un pez. Y ella me dijo: / conocerás el mar, esa ancha tumba
en que nada el Kraken / y se pierden los barcos.
Y era como descubrir en un barco, de noche / a la luz de las estrellas
que está uno abrazado al diablo, / a esa mujer, esa limosna
que sólo él puede ofrecerme / y cuya mano acaricia torpemente
las cuencas vacías de mis ojos / en ese albañal que tengo por juguete,
y por figura; y le diré entonces: / he tenido comercio con la nada.»

[Los poemas pertenecen a la edición en español de Ediciones Cátedra. ISBN: 84-376-1115-6.]  

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Realiza tu comentario: