jueves, 17 de mayo de 2018

Lenguaje, pensamiento y realidad.- Benjamín Lee Whorf (1897-1941)


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Lenguaje, espíritu y realidad

«Se necesita sólo medio ojo para ver en estos últimos tiempos que la ciencia, el Gran Revelador de la cultura occidental moderna, ha alcanzado, sin habérselo propuesto, una frontera. O bien debe enterrar a sus muertos, cerrar sus filas y adentrarse en un escenario de creciente extrañeza, repleto de cosas que chocan a un entendimiento encadenado a la cultura, o bien debe convertirse, según el expresivo sintagma de Claude Houghton, en la plagiaria de su propio pasado. La frontera fue prevista en principio hace mucho tiempo y se le dio un nombre que ha llegado hasta nuestros días empañado de mito. Ese nombre es Babel. Pues el largo y heroico esfuerzo de la ciencia por ser estrictamente empírica la ha traído por fin al enmarañamiento con los insospechados hechos del orden lingüístico. Estos hechos, la vieja ciencia clásica nunca los había admitido, confrontado o entendido como hechos. En lugar de eso, habían entrado en su casa por la puerta trasera y habían sido tomados por la sustancia de la mismísima Razón.
 Lo que denominamos "pensamiento científico" es una especialización del tipo de lengua indoeuropea occidental, que ha desarrollado no sólo un conjunto de dialécticas diferentes, sino en verdad un conjunto de diferentes dialectos. ESTOS DIALECTOS SE ESTÁN TORNANDO AHORA MUTUAMENTE ININTELIGIBLES. El término "espacio", por caso, no significa y no puede significar lo mismo para un psicólogo que para un físico. Incluso aunque los psicólogos resolviesen, contra viento y marea, usar "espacio" sólo con el sentido del físico, no podrían hacerlo, no más de lo que los ingleses podrían usar en inglés la palabra sentiment con los sentidos que tiene la expresión escrita de modo similar pero funcionalmente diferente le sentiment en su francés nativo.
 Ahora bien, esto no sólo alimenta confusiones de mero detalle que un traductor experto podría tal vez resolver. Hace algo mucho más anonadante. Toda lengua y todo sublenguaje técnico bien equipado incorpora ciertos puntos de vista, y ciertas resistencias configuradas, a puntos de vista ampliamente divergentes. Esto es sobremanera así si el lenguaje no se contempla como un fenómeno planetario, sino que se da como es costumbre por sentado, y la especie local, parroquial del mismo usada por el pensador individual se toma por su suma total. Estas resistencias no sólo aíslan artificialmente las ciencias particulares las unas de las otras; también impiden al espíritu científico como un todo dar el siguiente gran paso en el desarrollo, un paso que acarrea puntos de vista sin precedentes en ciencia y una ruptura completa con las tradiciones. Pues ciertos esquemas lingüísticos inflexibilizados en la dialéctica de las ciencias -a menudo también incrustados en la matriz de la cultura europea de la que estas ciencias han brotado, y largamente adorados como la razón pura per se- han sido explotados hasta la muerte. Incluso la ciencia siente que están de algún modo descentrados para observar lo que pueden ser aspectos muy significativos de la realidad, sobre cuya debida observación puede depender todo ulterior progreso en el entendimiento del universo.
 Así, uno de los importantes pasos venideros para el conocimiento occidental es una revisión de los fondos lingüísticos de su pensamiento y, para el caso, de todo pensamiento. Mi propósito al desarrollar este tema ante una audiencia teosófica no es confirmar o afirmar doctrina teosófica alguna. Es más bien que, de todos los grupos de gente con los que he llegado a contactar, los teosóficos parecen los más capaces de emocionarse con ideas, con nuevas ideas. Y mi tarea es explicar una idea a todos aquellos que, si la cultura occidental sobrevive al actual maremágnum de barbarie, puedan ser empujados por los sucesos al liderazgo en la reorganización del futuro humano entero.
 Esta idea es demasiado drástica para ser encerrada en un lema. Preferiría dejarla innombrada. Es la concepción de que un mundo nouménico -un mundo de hiperespacio, de dimensiones superiores- aguarda el descubrimiento por parte de todas las ciencias, que unirá y unificará, aguarda el descubrimiento bajo su aspecto primero de un ámbito de RELACIONES ESQUEMATIZADAS, inconcebiblemente diversas y que sin embargo presentan una afinidad reconocible con la rica y sistemática organización del LENGUAJE, incluyendo au fond las matemáticas y la música, que son, a fin de cuentas, de la misma familia que el lenguaje. La idea es más antigua que Platón y a la vez tan nueva como nuestros pensadores más revolucionarios. Está implicada en el mundo de los aspectos prehensivos de Whitehead y en la física de la relatividad, con su continuum de cuatro dimensiones y su tensor de Riemann-Christoffel que resume las PROPIEDADES DEL MUNDO en cualquier punto-momento; aunque una de las más provocadoras del pensamiento de todas las presentaciones modernas, y creo que la más original, es el Tertium Organum de Ouspensky. Lo único que tengo que decir sobre el tema que pueda ser nuevo es acerca de la PREMONICIÓN EN EL LENGUAJE del mundo desconocido y más extenso, ese mundo del que el físico no es más que una superficie o piel y, sin embargo, EN EL QUE ESTAMOS Y AL QUE PERTENECEMOS. Pues el acercamiento a la realidad a través de las matemáticas, que el conocimiento moderno está empezando a efectuar, es solamente el acercamiento mediante un caso especial de esta relación con el lenguaje.
 Esta visión implica que lo que he llamado esquemas son básicos en un sentido realmente cósmico, y que los esquemas forman totalidades, similares a las Gestalten de la psicología, que se engloban en todos más grandes en progresión continua. Así la imagen cósmica tiene un carácter serial o jerárquico, el de una progresión de planos o niveles. Faltándoles el reconocimiento de dicho orden serial, las diferentes ciencias trocean segmentos, por así decir, del mundo, segmentos que quizás atraviesen la dirección de los niveles naturales, o se queden cortos cuando, al alcanzar un cambio significativo de nivel, los fenómenos se tornan de un tipo completamente diferente o pasen fuera del alcance de los métodos de observación más antiguos.»
  
 [El extracto pertenece a la edición en español de Círculo de Lectores, en traducción de Javier Arias. ISBN: 84-226-7364-9.]
 

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