«Dios mismo declara en el capítulo 6, que el
espíritu de la divinidad era innato en el hombre incluso antes del pecado de
Adán. Nuestra vida se nos otorga y se nos salvaguarda a través de la bendición
de su aliento, como Job dice en el cap.
10, 32 y siguientes. Dios introdujo el aliento del espíritu divino en las
narices de Adán con un soplo de aire, por eso perdura (Isaías 2 y Salmos 103). Dios mismo nos mantiene el soplo de vida
con su espíritu, dando aliento a esos seres que habitan la tierra y espíritu a
esos que la pisan, por eso vivimos, nos movemos y existimos en Él (Isaías 42 y Hechos 17). Viento de los
cuatro vientos y aliento de los cuatro alientos unidos por Dios que resucitan a
los muertos (Ezequiel 37). A partir
de un soplo de aire, Dios concede el espíritu divino a hombres en los cuales la
vida del aire inspirado ya era innata. De ahí que en hebreo
"espíritu" se represente de igual forma que "aliento". A
partir del aire, Dios otorga el espíritu divino, introduciendo el aire junto
con el espíritu mismo y la llama de la propia divinidad que llena el aire. Como
cita Aristóteles en sus libros De anima,
la idea de Orfeo de que el espíritu divino es transportado por los vientos y
entra con una inspiración plena es cierta. Las enseñanzas de Ezequiel nos dicen
que el espíritu divino contiene una especie de sustancia elemental y, como Dios
mismo enseña, se trata de algo presente en la sustancia de la sangre. Explicaré
este asunto detenidamente para que puedan así comprender que la sustancia del
espíritu creado de Cristo está fundamentalmente unida a la propia sustancia del
espíritu santo. Me referiré al aire como espíritu porque en lenguaje sagrado no
existe un nombre específico para designar al aire. Es más, este hecho indica
que el aliento divino está presente en el aire que el espíritu del Señor llena.
Para
que usted, lector, pueda disponer de la doctrina completa del espíritu divino y
del espíritu, añadiré aquí la explicación de la filosofía divina que fácilmente
comprenderá si tiene conocimientos de anatomía. Se dice que existe en nosotros un
triple espíritu formado por tres elementos superiores; el natural, el vital y
el animal. Afrodiseo les describe como tres espíritus. Sin embargo, no son tres
sino un único espíritu (spiritus). El
espíritu vital es el que se comunica a través de la anastomosis desde las
arterias hasta las venas, donde pasa a denominarse espíritu natural. Por lo
tanto, el primero, el espíritu natural, es el de la sangre, y se encuentra en
el hígado y en las venas del cuerpo. El segundo es el espíritu vital, el cual
se halla en el corazón y en las arterias del cuerpo. El tercero es el espíritu
animal, una especie de rayo de luz, y está en el cerebro y en los nervios del
cuerpo. En todos ellos reside la energía de un único espíritu y la luz de Dios.
La formación del hombre en la matriz demuestra que el espíritu vital se
comunica desde el corazón hasta el hígado. Pues una arteria unida a una vena se
comunica a través del ombligo del feto, y de igual manera, poco después, la
arteria y la vena se unen para siempre en nosotros. El espíritu divino de Adán
fue inspirado de Dios hasta el corazón antes de llegar al hígado, y desde allí
ya fue transmitido hasta el hígado. El espíritu divino entró realmente por la
boca y la nariz, pero la inspiración se extendió hasta el corazón. El corazón
es el principal órgano viviente, la fuente de calor que se halla en medio del
cuerpo. Toma del hígado el líquido de la vida, una especie de sustancia, y a
cambio le da vida, de forma que el agua líquida proporciona sustancias para
elementos superiores y a través de éstos y de la luz, se le vivifica para que,
a cambio, pueda coger fuerza. El material del espíritu divino surge de la
sangre del hígado a partir de un proceso sorprendente que ahora pasaré a
detallar. De ahí que se diga que el espíritu divino está en la sangre y que él
mismo es la sangre o el espíritu sanguíneo. No quiero decir que el espíritu
divino se encuentre principalmente en las paredes del corazón, del cerebro o
del hígado sino que reside en la sangre, como Dios mismo dice en Génesis 9, Levítico 7 y Deuteronomio 12.
Sobre
este tema debe primero entenderse la importante creación del espíritu vital,
compuesto de una sangre ligera alimentada por el aire inspirado. El espíritu
vital tiene su propio origen en el ventrículo izquierdo del corazón, y los
pulmones tienen un papel importante en su desarrollo. Se trata de un espíritu
enrarecido, producido por la fuerza del calor, de color amarillo rojizo (flavo)
y de potencia igual a la del fuego. De manera que es una especie de vapor de
sangre muy pura que contiene en sí mismo las sustancias del agua, aire y fuego.
Se genera en los pulmones a partir de una mezcla de aire inspirado con la
sangre elaborada y ligera que el ventrículo derecho del corazón comunica con el
izquierdo. Sin embargo, esta comunicación no se realiza a través de la pared
central del corazón, como comúnmente se cree, sino que, a través de un sistema
muy ingenioso, la sangre fluye durante un largo recorrido a través de los
pulmones. Elaborada por los pulmones, adquiere el tono amarillo rojizo y se
vierte desde la arteria pulmonar hasta la vena pulmonar. Entonces, una vez en
la vena pulmonar, se mezcla con aire inspirado y a través de la expiración se
libera de sus impurezas. Así, completamente mezclada y preparada correctamente
para la producción del espíritu vital, es impulsada desde el ventrículo
izquierdo del corazón por medio de la diástole.
Sabemos
que esta comunicación se establece así a través de los pulmones por las
distintas combinaciones y la conexión de la arteria pulmonar con la vena
pulmonar en la cavidad pulmonar. El tamaño considerable de la arteria pulmonar
lo corrobora, pues no sería de ese tamaño ni emitiría tal fuerza de sangre pura
desde el corazón hasta los pulmones sólo para proporcionar el alimento de
éstos. Tampoco el corazón daría este servicio a los pulmones, pues, como decía
Galeno, durante los primeros meses del embarazo, en el embrión, los pulmones
reciben el alimento de otra parte ya que esas pequeñas membranas o válvulas del
corazón no se abren hasta el momento del parto. Por lo tanto, el hecho de que
la sangre mane de forma tan abundante desde el corazón hasta los pulmones en el
mismo momento del nacimiento tiene otro propósito. De igual modo, se envía aire
mezclado con sangre, no simplemente aire, desde los pulmones hasta el corazón a
través de la vena pulmonar, por lo que la mezcla se produce en los pulmones.
Esta sangre espirituosa se torna de color amarillo rojizo en los pulmones, no
en el corazón.
No
hay suficiente espacio en el ventrículo izquierdo del corazón para tal grande y
abundante mezcla ni para que allí se le imprima el color amarillo rojizo.
Además, esa pared central no es apta para llevar a cabo este proceso de
comunicación y elaboración, pues carece de vasos y otros mecanismos que lo permitan,
aunque quizás algo podría traspasarla. Al igual que en el hígado se produce una
transfusión de sangre de la vena porta a la vena cava, en el pulmón se realiza
una transfusión de sangre del espíritu de la arteria pulmonar a la vena
pulmonar. Si alguien compara estos procesos con aquellos que Galeno describió
en los libros VI y VII de De usu partium,
se dará perfectamente cuenta de una verdad que le era desconocida a Galeno.
De
esta forma, el espíritu vital es inyectado del ventrículo izquierdo del corazón
a las arterias de todo el cuerpo y, para estar más enrarecido, busca las
regiones más elevadas donde se encuentre más elaborado, especialmente en el
plexo retiforme ubicado en la parte inferior de la base del cerebro. Y así,
aproximándose a la región del alma racional, el espíritu animal empieza a
formarse a partir del espíritu vital. De nuevo por la poderosa fuerza de la
mente, se enrarece más, se elabora y se completa en los finos vasos llamados
arterias capilares que están situados en los plexos coroideos y que contienen a
la propia mente. Estos plexos penetran en todas las partes más recónditas del
cerebro, rodeando internamente los ventrículos del cerebro, y estos vasos,
envueltos y entrelazados entre sí hasta el principio de los nervios, sirven para
introducir en estos últimos la facultad sensitiva y la de movimiento. Esos
vasos están entrelazados con gran precisión, y aunque se les llamen arterias,
en realidad son los extremos de las arterias que se extienden con la ayuda de
las meninges hasta el principio de los nervios. Se trata de un nuevo tipo de
vasos. Al igual que en el proceso de la transfusión de sangre de las venas a
las arterias, en la transfusión de las arterias a los nervios existe un nuevo
tipo de vasos de la membrana arterial en la meninge, ya que son especialmente
las meninges las que conservan las membranas de los nervios. La sensibilidad de
los nervios no radica en su parte blanda, como ocurre en el cerebro. Todos los
nervios terminan en unos filamentos membranosos que poseen una extraordinaria
sensibilidad y a los que, por este motivo, siempre llega el espíritu. Y, a modo
de fuente, desde esos pequeños vasos de las meninges, o plexos coroideos, el
espíritu animal fluye como un rayo a través de los nervios para llegar a los
ojos y otros órganos sensoriales. Siguiendo la misma ruta a la inversa, se
envían a esa misma fuente, unas imágenes claras de elementos que van
produciendo sensaciones, penetrando por el interior a través del medio
transparente, es decir, el espíritu.
A
partir de todo esto, queda suficientemente claro que el alma racional no se
aloja en esa masa blanda del cerebro, pues ésta es una zona fría y sin
sensaciones. Sin embargo, esta zona, que está fría para poder atenuar el calor
abrasador que contienen los vasos, actúa como una almohada de los vasos
anteriormente mencionados para evitar que se rompan y como un guardián del
espíritu animal para que éste no se disperse en el aire cuando se comunique con
los nervios. Por lo tanto, también se observa que los nervios conforman la capa
de la membrana de la cavidad interna, siendo así unos fieles guardianes del
espíritu reteniéndole desde la meninge más blanda así como retienen otro desde
la más fibrosa. Esas áreas vacías de los ventrículos del cerebro que
desconciertan a filósofos y médicos, no contienen otra cosa que el espíritu.
Los ventrículos se crearon en primer lugar como una cloaca que recibe las
impurezas provenientes del cerebro para poder analizar los excrementos a partir
de los cuales se originan unos deflujos malsanos y para facilitar un camino
hacia el paladar y la nariz. Cuando los ventrículos están completamente llenos
de la pituita en la que las propias arterias o los plexos coroideos están
sumergidos, entonces, inesperadamente se produce una apoplejía. Si un humor muy
tóxico obstruye una región, y su vapor infecta el cerebro, se produce la
epilepsia. Ocasionará otras enfermedades según la parte del cuerpo en la que se
instale una vez haya sido expulsado. Por consiguiente, podemos confirmar que es
la mente la que claramente está aquejada de enfermedades. Debido al desmesurado
calor de esos vasos o a la inflamación de las meninges, se produce un claro
estado de delirio e histeria. A partir de las enfermedades que se producen
según su ubicación o sustancia, a causa de la fuerza del calor y de la
ingeniosa construcción de los vasos que lo contienen, y a partir de las
acciones de la mente presentes en ella, podemos concluir que debemos considerar
detenidamente a esos pequeños vasos, pues todo el resto de elementos y los nervios
sensitivos están ligados a ellos para que puedan recibir toda su fuerza. Por
último, podemos apreciar que el intelecto se ejercita en esa zona cuando, a
raíz del pensamiento que en ella se concentra, esas arterias laten hasta las
sienes. El que no haya comprobado todo esto, difícilmente lo comprenderá. Los
ventrículos se crearon en segundo lugar para que una parte del aire inspirado
que penetra a través de los huesos etmoidales hasta los espacios vacíos pueda,
atraído por la diástole de los vasos del espíritu, refrescar y ventilar el
espíritu animal que contiene dentro y el alma. En estos vasos, la mente, el
alma y el ardiente espíritu requieren una ventilación constante, de lo
contrario, como si se tratara de un fuego eterno que se hubiera tapado, se produciría
la asfixia. Como en el caso de un fuego común, no sólo se requiere ventilación
y soplidos constantes para que pueda coger combustible del aire, sino también
para que pueda liberar sus vapores impuros en ese aire. Y de este modo, el
fuego externo común se une a un grueso cuerpo terrenal debido a una sequedad
común y a una forma de luz común, para conseguir el líquido del cuerpo a medida
que su alimento es soplado, sustentado y nutrido por el aire. Así, ese espíritu
ardiente y nuestra alma están ligados al cuerpo de igual manera, teniendo a la
sangre como alimento. Es soplado, sustentado y alimentado por el espíritu aéreo
a través de la inspiración y la expiración para que se produzca una doble
alimentación, espiritual y corpórea.»
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Realiza tu comentario: