viernes, 2 de junio de 2017

"Lecciones de filosofía de la religión".- Javier Sádaba (1940)


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Capítulo I: Las dificultades pedagógicas de una filosofía de la religión

«Nos queda, para finalizar, un aspecto sumamente práctico. Hemos de repasar, finalmente. un conjunto de opiniones en las que se entrecruzan intereses que ven desde lo más puramente teórico a lo más pragmáticamente político. Nos referimos a la enseñanza de la religión y filosofía de la religión. Antes de nada adelantemos que la religión ha de enseñarse como se enseñan tantas cosas y que si absurdo es crear un instituto para el ateísmo no lo es menos pensar que estudiar la religión es confraternizar, de alguna manera, con el oscurantismo y las fuerzas de la reacción. Ya hemos dicho lo suficiente como para que se entienda que ni en la enseñanza media ni en la enseñanza universitaria tiene por qué faltar el estudio, cultural y filosófico, de las religiones y el puesto que ocupan dentro de las actividades humanas. Pasemos, por lo tanto, a otros aspectos, que, al ser, más concretos, tal vez aparezcan como más problemáticos. Porque ¿quién, cuándo, cómo y dónde ha de enseñarse religión (y de manera muy especial filosofía de la religión)? Vayamos por partes.
 Comencemos por el quién. Ciertamente no debería ser el creyente (con lo cual tampoco afirmamos que se le deba excluir a priori). Si se trata de un creyente en una religión positiva y que se proclama revelada, es prácticamente imposible que pueda desarrollar una filosofía de la religión tal y como lo hemos delineado. No es intelectualmente libre para poder opinar sobre la religión, especialmente sobre la que él mismo practica. De ahí que más que enseñar religión lo que hará es adoctrinar. Ciertamente se puede responder que, por ejemplo, si los padres exigen que un determinado centro docente adoctrine habría que respetar la decisión libre de dichos padres. Es obvio que esa objeción desplaza el problema a otro lugar. Es el problema de cómo ha de conciliar una sociedad las distintas creencias y cuáles son los límites tolerables de cualquier creencia, religiosa o no. Naturalmente estos problemas desbordan las intenciones del presente estricto. Respecto a quién ha de enseñar religión hay que plantearse, en suma, los mismos problemas, o parecidos a v.g. quién ha de enseñar la historia de la cultura, de las ideologías o de cosas semejantes. Una cierta sensibilidad, por supuesto, se exige de todo aquel que aborda temas que por ser más íntimos y decisivos para el individuo, no pueden tratarse con desprecio, desproporción o con grandes lagunas de conocimiento.
 Respondamos ahora al cómo y dónde. Habría que repetir casi al pie de la letra lo que acabamos de exponer. Porque ha de explicarse religión como se explican otros de los muchos fenómenos que componen la realidad humana sólo que conociendo el nivel que ocupa y las implicaciones que trae consigo dicho nivel. Algunos consideran que la religión debería estudiarse al alimón con el estudio de la moral. Otros incluirían la religión dentro de la antropología, etc. Lo más justo, probablemente, es dotar de cierta independencia a un apartado que podría titularse ciencias de la religión, su historia y su filosofía (sin querer aquí resucitar el viejo esquema de Pinard de la Boulaye que distinguía entre historia, ciencia y filosofía de las religiones respectivamente).
 ¿Dónde hay que enseñar la religión y sus problemas? En cualquiera de los centros públicos en donde se enseñan el resto de las materias. Más de uno moverá la cabeza señalando que hay ya bastantes disciplinas, que escasean otras que el desarrollo científico las hace imprescindibles o que, de esta manera, la religión siempre podrá ser un Caballo de Troya para los intereses que nada saben de ilustración. Puede ser -e incluso suele ser- verdad lo que hemos puesto en boca del descontento. Sólo que es verdad no tanto por la religión sino por la falta de claridad, cerrazón de unos y otros o por la dificultad de definir un fenómeno sin que interfieran intereses que oscurecen todo el asunto.
 ¿Cuándo hay que enseñar lo que es la religión? En un célebre pasaje de Los Diálogos sobre la Religión Natural de Hume, uno de sus personajes, el fideísta Demes, dice, al comienzo de dicho diálogo, lo siguiente: "El método que sigo en su educación (se refiere a la de sus propios hijos) está basado en el precepto de un antiguo (el estoico Crisipo, según Plutarco): 'Que los estudiantes de filosofía aprendan primero lógica, después ética, a continuación física y, en último lugar, la naturaleza de los dioses'. Uno suscribiría tal programa si se refiere a lo que puede ser un programa de estudios avanzados. No porque la naturaleza de los dioses tenga, para el filósofo, la sacralidad e infinitud que creía Demes, sino porque las filosofías que reflexionan sobre aspectos complicados y conflictivos de la actividad humana han de estudiarse una vez que el alumno tenga el instrumental metodológico y los conocimientos históricos necesarios para no perder el tiempo. Ocurre, sin embargo, que en nuestras sociedades, laicas de nombre pero aún profundamente impregnadas de las religiones dominantes, el niño es introducido desde el principio, en la religión. De una u otra forma ve que la religión forma parte de la historia y de muchos de los ciudadanos. Hay que preguntarse, por lo tanto, si en la enseñanza media, como mínimo, la religión debe de ocupar un lugar también. Por todo lo dicho se podrá sospechar que nuestra respuesta ha de ser afirmativa. La historia de las religiones o cierta cultura antropológica de la religión deberían cursarse con seriedad a una edad temprana. Sin que haya, como en su lugar se dejó bien sentado, adoctrinamiento alguno. Se nos dirá que mientras sean los sacerdotes de una determinada religión positiva los que impartan las clases no hay modo de que no tenga lugar tal lamentable adoctrinamiento. Por supuesto, sólo que una vez más aquí no hablamos de qué es lo que habría que hacer para que desapareciera dicho monopolio. Es este un problema político al que el filósofo de la religión lo más que puede hacer es aproximarse indirectamente. Pero, efectivamente, aproximarse también. Esto nos lleva, directamente, a lo que hemos dejado para el final.
 Fue Hume, probablemente, el primer filósofo de la religión en el sentido en que hemos venido entendiendo la filosofía de la religión. A pesar de las ambigüedades (y que han dado lugar a múltiples interpretaciones) respecto a cuál es la última actitud de Hume acerca de la religión, hay algo que está claro en su obra y que nos ha de servir para finalizar estas letras. Se trata de la función moral de la filosofía de la religión.»
 

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