sábado, 9 de mayo de 2020

Los orígenes del saber.- André Giordan (1946) y Gerard de Vecchi (¿...?)

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Parte I: Análisis de los conocimientos científicos adquiridos
Capítulo 1: El saber científico se digiere mal
1.-La educación científica en jaque

  «Nuestro medio ambiente actual se corresponde con un mundo nuevo, si lo comparamos con el del siglo XIX, o el de los años 50. Nos aparece original, transformado por la revolución científica, que penetra incluso en nuestra intimidad: teléfono, televisor en color, lavavajillas, avión, ordenador, antibióticos, anticonceptivos orales, transplantes de órganos, nectarinas, lámparas halógenas, etc. Otros tantos elementos que se desconocían o estaban poco extendidos hace 30 años y que no existían hace un siglo.
 Esta evolución ha sido progresiva, casi imperceptible, salvo quizás con ocasión de algunas catástrofes industriales con nombre propio: Torrey Canyon, Seveso, La Isla de las Tres Millas, Bopal, Chernobyl. Pero el hecho está ahí: vivimos en un mundo hipercientífico e hipertecnificado.
 Esta evolución, en lugar de detenerse, se acelera con la crisis. Asistimos incluso, a partir de los primeros años 80, a una verdadera explosión del saber científico que proporciona, en el campo de la investigación, más de 2.000.000 de comunicaciones oficiales al año. Y sin embargo, éstas no constituyen sino la punta del iceberg, pues los trabajos que no son publicados, destinados a la industria y al ejército, son muy numerosos.
 La ciencia es, pues, parte de nuestra vida cotidiana. Encuentra también su lugar en la enseñanza obligatoria prodigada a los alumnos desde su más tierna infancia y en todos los países. Los medios de comunicación, por su parte, contribuyen ampliamente a difundir conocimientos de este campo. El número de reportajes científicos no es exagerado, pero no hay programa informativo, periódico, revista femenina o infantil que no se apodere del último descubrimiento científico para darlo a conocer y explicarlo... o al menos eso intentan.
 Ciertamente, el espacio y la medicina han tenido tradicionalmente mayor éxito, pero a pesar de ello el menor descubrimiento científico es vulgarizado para ser difundido a un amplio sector del público. Y hoy día, con la llegada al mercado del ordenador y de la telemática, el mercado se amplifica.
 Cuando nos disponemos a entrar en el tercer milenio, con investigadores cada vez más numerosos, investigaciones cada vez más rentables, la enseñanza científica obligatoria para todos y, por supuesto, el desarrollo de los medios de comunicación y de otros medios audiovisuales o telemáticos, constatamos que el saber científico se digiere mal.
 Una serie de investigaciones que hemos realizado y que están corroboradas por otros trabajos llevados a cabo en Europa y en Estados Unidos, evidencian que la forma de pensar de la mayoría de los adultos es aún de tipo precientífico. Entre los alumnos de 14 años:
 -el 80% cree en la generación espontánea de los microbios,
 -cerca del 100% piensan que el frío y el calor son sustancias, a menudo diferentes,
 -el 90% considera como normal la no conservación de la materia o de las especies, sin que se trate, claro, de una genial intuición como la de Einstein, cuando desarrolló su teoría de la equivalencia entre energía y materia, o la de Darwin cuando lanzó la idea de la evolución de las especies. Para estos alumnos, por ejemplo, "el plomo puede transformarse de forma habitual en mercurio" y "la materia en luz" por simple "transmutación",
 -en Francia, más de doce millones de personas creen en los Marcianos.
 El espíritu científico no parece haber acudido a la cita. Una encuesta de un instituto de sondeos indica que de cada dos franceses uno piensa que la Astrología es una ciencia, que el 23% de ellos cree en los horóscopos y un 18% en los encantamientos o la brujería. El montante de los negocios de la adivinación francesa se estimó en un total de 5 a 6 mil millones de francos, repartidos entre 8 a 10 millones de clientes y 50.000 artistas de la adivinación censados por el fisco en 1984.
Los orígenes del saber de André Giordan: Diada 9788487118012 ... En París parece ser que se contabilizan más de 2000 brujos. Una emisión de televisión sobre el exorcismo provocó la recepción de 500 cartas dirigidas al obispado de París para que pusieran remedio urgentemente a movimientos de muebles o a casos de posesión demoníaca.
 En cuanto a los 50.000 curanderos, su total de negocios alcanza probablemente los 5 mil millones de francos, a repartir entre alrededor de 4 millones de franceses que declaran consultarlos de forma más o menos regular. Por último, es conveniente saber que la contratación de un ejecutivo se hace, cada vez más, tras un estudio (clandestino e ilegal) de su carta astral.
De esta forma, lejos de disminuir, se hace cada vez mayor el desfase entre una minoría que posee el saber... o al menos algunas parcelas del saber científico, y la inmensa mayoría de los ciudadanos. Lo que no deja de tener consecuencias culturales y sociales, en un mundo donde la mayor parte de los grandes problemas de gestión tiene una base científica: la energía, la demografía, el átomo y, claro está, el desempleo.
 Estas estimaciones nos obligan a plantearnos cierto número de cuestiones acerca de la difusión y la adquisición del saber. A partir de aquí, hemos intentado objetivar mejor los resultados de la educación actual en el conjunto de la sociedad. […]
 ¿Qué nos muestran estos trabajos? Evidencian un conjunto de datos convergentes que podrían ser esquematizados de la siguiente forma: la educación científica actual, a pesar de un cierto número de esfuerzos renovadores, presenta aún graves lagunas.
 En efecto, las investigaciones desarrolladas en distintos países europeos han mostrado que la mayor parte del saber científico que se enseña durante la escolaridad, se olvida al cabo de pocos años, incluso de pocas semanas... cuando ha sido adquirido. Los conocimientos son difícilmente transmisibles, tanto en el plano individual como en el social. Su transferencia, de un nivel a otro de la enseñanza, parece ser igualmente difícil: es frecuente escuchar a los profesores de la enseñanza superior quejarse y decir "la culpa es de la secundaria", y los que enseñan en la secundaria repiten a coro: "la culpa es de la primaria". La enseñanza no asegura un papel integrador, en concreto en cuanto al flujo de informaciones provenientes de los medios de comunicación. El saber es, por último, difícilmente reinvertible, en la vida cotidiana o en la vida profesional, para explicar un fenómeno u orientar una decisión.»

  [El texto pertenece a la edición en español de Diada Editoras, 1988, en traducción de Ángel Martínez Geldhoff. ISBN: 84-87118-01-1.]

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