Ser modesta en todas las cosas que hiciere y tratare. [...]
Hablar a todos con alegría moderada.
De ninguna cosa hacer burla.
Nunca reprender a nadie sin discreción ni humildad y confusión propia de sí misma.
Acomodarse a la complexión de aquél con quien se trata; con el alegre, alegre y con el triste, triste; en fin, hacerse todo a todos, para ganarlos a todos.
Nunca hablar sin pensarlo bien, y encomendarlo mucho a Nuestro Señor, para que no hable cosa que le desagrade.
Jamás excusarse sino en muy probable causa. [...]
Nunca encarecer mucho las cosas, sino con moderación decir lo que siente. [...]
Nunca afirme cosa sin saberla primero.
Nunca se entremeta a dar su parecer en todas las cosas si no se lo piden o la caridad lo demanda. [...]
No comer ni beber sino a las horas acostumbradas, y entonces dar muchas gracias a Dios. [...]
Jamás de nadie oigas ni digas mal, sino de ti misma; y cuando holgares desto, vas bien aprovechando. [...]
No pienses faltas ajenas, sino las virtudes, y tus propias faltas. [...]
En todas las cosas criadas mire la providencia de Dios y sabiduría, y en todas le alabe.
Despegue el corazón de todas las cosas, y busque y hallará a Dios. [...]
La devoción interior no la muestre sino con grande necesidad. Mi secreto para mí, dicen San Francisco y San Bernardo.
De la comida, si está bien o mal guisada, no se queje, acordándose de la hiel y vinagre de Jesucristo.
En la mesa no hable a nadie, ni levante los ojos a mirar a otra. [...]
Jamás hagas cosas que no puedas hacer delante de todos.
No hagas comparación de uno a otro, porque es cosa odiosa.
Cuando algo te reprendieren, recíbelo con humildad interior y exterior, y ruega a Dios por quien te reprendió.
Cuando un superior manda una cosa, no digas que lo contrario manda otro, sino piensa que todos tienen santos fines y obedece a lo que te manda.
En cosas que no le va ni le viene, no sea curiosa en hablarlas ni en preguntarlas. [...]
Con todos sea mansa, y consigo rigurosa. [...]
Con el examen de cada noche tenga gran cuidado.
Nunca, siendo superior, reprenda a nadie con ira, sino cuando sea pasada, y así aprovechará la reprensión.
Mirar bien cuán presto se mudan las personas y cuán poco hay que fiar de ellas, y así asirse bien de Dios, que no se muda. [...]
Tus tentaciones e imperfecciones no comuniques con las más desaprovechadas de casa, que te harás daño a ti y a las otras, sino con las más perfectas.
Acuérdate que no tienes más de un alma, ni has de morir más de una vez, ni tienes más de una vida breve, y una que es particular: ni hay más de una gloria, y ésta eterna, y darás de mano a muchas cosas.
Tu deseo sea de ver a Dios; tu temor, si le has de perder; tu dolor, que no le gozas; y tu gozo, de lo que te puede llevar allá; y vivirás con gran paz".
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