domingo, 3 de mayo de 2020

Yo voy, tú vas, él va.- Jenny Erpenbeck (1967)

Resultado de imagen de jenny erpenbeck 

18

   «Dice que la fiesta que celebra el fin del ramadán se llama Eid Mubarak. Por la mañana, los hombres acuden a la oración mientras las mujeres preparan la comida en casa. Luego comen todos juntos del mediodía a la noche. Los niños reciben regalos o algo de dinero para que puedan divertirse durante las dos jornadas de celebración. The children should have fun, dice Rashid. Todo el mundo se pone trajes nuevos, en cada Eid Mubarak mi padre compraba una tela para las mujeres de nuestra familia y otra distinta para los hombres: para mí, para mis hermanos y para los sobrinos. En el año 2000 era de color azul. Ese día me puse el traje azul acompañado de un gorro.
 Richard y Rashid charlan con la puerta cerrada en un cuartucho junto a la entrada. Uno de los guardias de seguridad se lo ha abierto cuando Richard ha pedido un lugar tranquilo para hablar. Están sentados entre cajas de cartón plegadas, listas para el traslado, y pequeñas torres de sillas apiladas; Rashid se ha cogido una tapizada en rojo burdeos, Richard una tapizada de amarillo.
 Durante el Eid Mubarak , todo el mundo hace las paces con quien se haya peleado a lo largo del año, dice Rashid. Y visita a la familia. Y hace donaciones para los pobres. ¿Conoces los cinco pilares del Islam?
 Richard dice que no con la cabeza.
 The five pillars os Islam are: primero, la profesión de fe; segundo, la oración; tercero, la limosna; cuarto, el ayuno durante el ramadán, y quinto, la peregrinación a La Meca al menos una vez en la vida, siempre que uno pueda permitírsela.
 Ya, dice Richard.
 El que mata no es musulmán.
 Richard asiente.
 Sólo para comer se permite matar, pero nunca así, porque sí, a nadie ni nada que se cruce en tu camino, ni siquiera el más insignificante de los insectos. Puede ser que incluso un animalucho así tenga hijos esperándolo en casa. Nunca se sabe. Nunca.
 No, dice Richard.
 ¡Ni siquiera una mosca!
 Bien, dice Richard.
 El que mata no es musulmán.
 En verano, Richard se traga con la aspiradora las moscas y avispas que revolotean alrededor de su comida. En primero de carrera apostató de la Iglesia.
 Y también Jesús es un profeta en el Corán, dice Rashid.
 Una vez, en su seminario sobre "Jesús, el último dios griego", Richard comparó la escena del nacimiento de Jesús en los distintos evangelios de la Biblia con la representada en el Corán. Por eso sabe que, en el Corán, María está sola cuando trae a Jesús al mundo. Lo hace en un lugar remoto y los dolores del parto le hacen exclamar: "¡Ojalá hubiera muerto antes de esto y estuviera completamente olvidada!" ¿Comprendían sus alumnos qué significaba que María no sólo deseara estar muerta, sino también olvidada? Pero esas cosas no pueden enseñarse en una clase. Se había limitado a indicar que, justo después del momento de desesperación de María, el recién nacido empezó a hablar debajo de ella: es decir, el milagro del lenguaje surge directamente de la necesidad de María. El niño habla para consolar a su madre, le habla de un arroyo, y el arroyo está ahí, luego le habla de un árbol, y el árbol está ahí. María se encuentra en medio de un paisaje paradisíaco, se sienta a orillas de un arroyo, una palmera con dátiles se alza sobre su cabeza, come y bebe, y más tarde, cuando vuelve entre las personas con el bebé en brazos y le preguntan de dónde sale el niño, ella no necesita responder nada, ya que en su lugar habla el nuevo profeta recién nacido, que mide apenas cincuenta y cuatro centímetros y pesa tres kilos y medio.
Yo voy, tú vas, él va - Erpenbeck, Jenny - 978-84-339-8016-8 ... El paraíso se encuentra bajo los pies de la madre, dice Rashid. Richard trata de imaginarse a ese hombre que está sentado junto a él envuelto en un traje azul y con un gorro en la cabeza. Me gustaría volver a ver a mi madre antes de que muera, dice Rashid. Ahora tiene setenta años. Pero si voy a Nigeria ya no podré volver a Alemania.
 ¿Y por qué no quieres volver para siempre a Nigeria?
 Rashid no responde a la pregunta. Mi padre, dice, era un hombre apreciado. Todos querían darle a su hija por esposa. Al final tuvo cinco mujeres y veinticuatro hijos. Yo fui el primer varón tras diez niñas y mi madre fue su tercera esposa. A la hora de cenar nos sentábamos todos alrededor de una gran mesa. A mí se me permitía comer del plato de mi padre. Todas las mañanas a las siete y cuarto, estando él todavía dormido, los mayores de entre sus hijos nos colocábamos en fila frente a su sillón y él nos ponía el dinero para la comida de la escuela en la mano. […]
 En el Eid Mubarak todas las mujeres cocinaban juntas, dice Rashid. Es nuestra festividad más importante, hay que comer mucho, al fin y al cabo se celebra el fin del ayuno. Antes de eso, la casa se limpia y ordena de arriba abajo durante semanas. En el año 2000, la tela que mi padre compró para nuestros trajes era azul. De pronto, Richard sabe que necesita conocer todos los detalles con absoluta precisión: Rashid tiene que describirle todos los platos que se sirven en la mesa preparada para el Eid Mubarak. ¿Berenjenas? ¿Tomates? ¿Guindillas en aceite? ¿Pescado? ¿Arroz? ¿Raíz de ñame? ¿Plátano verde? ¿Carne de ternera, pollo y cordero? Las mujeres ¿se sientan juntas o cada una se sienta con sus hijos en un lugar determinado de la mesa? Y la mesa ¿está dentro de la casa, en una galería o al aire libre? Richard podría seguir preguntando hasta la eternidad. Al atardecer, ¿se sacan farolillos con cristales de colores? Después de comer, cuando oscurece, ¿los niños cuelgan los farolillos de largos palos y emprenden una procesión por el barrio? ¿Y mientras tanto van cantando? Y los adultos, ¿visitan a sus familiares? Al día siguiente, ¿la gente sale a pasear con toda la familia?
Pero ese año ya no hubo atardecer ni día siguiente, dice al fin Rashid.
 Sobre las once de la mañana, dice Rashid, los hombres ya habíamos terminado con la oración. La plaza donde rezábamos estaba a una distancia de nuestra casa similar a la que hay entre el puente de Oberbaum y la Alexanderplatz. Nos disponíamos a volver a casa con nuestras familias para el banquete cuando nos atacaron. Con porras, cuchillos, machetes. Mi padre quiso abrir el coche, se nos echaron encima, nos separaron a empujones, empezaron a golpearnos con porras y a pincharnos con cuchillos y machetes, luego metieron a mi padre en el coche, tres hombres subieron con él, lo  obligaron a irse con ellos, eso fue lo último que vi de él. Tres semanas antes había cumplido setenta y dos años.
 Rashid tiene las manos fuertes, muy negras, descansan sobre sus rodillas, sólo las yemas de los dedos son pequeñas y la piel debajo de las uñas es rosada.
 Lo quemaron dentro de su coche a las afueras de la ciudad.
 Richard y Rashid se quedan por un momento inmóviles, sin decir una  palabra. 
 ¿Se sabe quién fue?, pregunta Richard al fin.
 Rashid no responde.
 Fue muy duro, dice al rato. ¿Por qué matan las personas a otras personas?»

    [El texto pertenece a la edición en español de Editorial Anagrama, 2018, en traducción de Francesc Rovira. ISBN: 978-84-339-8016-8.]

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Realiza tu comentario: