domingo, 17 de mayo de 2020

Quizá nos estamos volviendo locos.- Ulla Berkéwicz (1951)

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  «Según sea la opción del traductor, islam significa entrega o sometimiento a Alá. Antes de que en el año 622 comenzara el calendario islámico, las tribus beduinas se combatían encarnizadamente, y bajo el calor blanco, amarillo y negro se cortaban los unos a los otros, con cuchillos horriblemente curvados, todo lo que se puede rebanar del tronco humano entre los aullidos de todos ellos y el griterío de las mujeres. El islam fue introducido por Mahoma como un código de ética social, parecido al de Confucio, y fue ampliado a religión, cultura y forma de convivencia. Una cultura que no diferencia entre lo "corporal bajo" y lo "espiritual elevado", que no conoce la separación entre aspecto profano y aspecto sagrado, una forma de convivencia que funde la política y la religión. Una religión de la agitación, de la revolución, del martirio y de la salvación. Una religión apodíctica cuyos ángeles Nakir y Munkar interrogan a los difuntos, para conducir al paraíso a aquéllos que han luchado por extender la verdadera fe, y mostrar el camino a la eterna condena del infierno al resto de los humanos vacilantes y desesperados. Una religión política en cuyo libro se dice: "Cuando en la guerra choquéis con los infieles, cortadles la cabeza" (Corán 47, sura 1, versículo 4).
 El Corán es la última revelación divina, es la fuente y la medida de la fe recta, base y modelo para el bien hacer. Aconseja abolir las costumbres de sus países de origen preislámico, según las cuales se descabezaba, lapidaba y desollaba a las adúlteras, y en comparación con las prácticas de sus países de origen, se coloca de parte de las mujeres. En el Hadith se dice que el que haga el bien a las doncellas tendrá una cortina que le defienda del fuego del infierno, y el Corán ordena maravillosamente que el hombre y la mujer se han de querer con amor y compasión. Ni exige el velo, ni prohíbe el control de la natalidad. Pero como la mitad de las mujeres musulmanas son analfabetas, los patriarcas se toman sus libertades en la interpretación de las leyes. […]
 Degollar, lapidar, desollar, cortar miembros, costumbres del tiempo preislámico, de la que hablan los cuentos orientales, se practican aquí y ahora, por doquier en los cráteres y grutas del mundo islámico, en secreto detrás de las altas puertas de los palacios o camufladas en la masa delirante, y el gran libro del Corán ha de soportar que lo interpreten de este modo, que permite que a las mujeres que no llevan velo les echen ácido a la cara en medio de Baalbek, Teherán o Argel, que muchachas a las que sorprenden con un muchacho sean asesinadas por su propia familia que teme la vergüenza terrenal y el castigo celestial, que mujeres a las que se acusa de adulterio sean mutiladas, que se les corten los brazos, las piernas o, en pleno Berlín, sean quemadas vivas sobre el fogón de gas.
 Los enviados de Dios, los seis profetas del islam, Adán, Nuh (Noé), Ibrahim (Abraham), Musa (Moisés), Isa (Jesús) y Mohammed (Mahoma), no han conseguido erradicar lo instintivo, exaltado y violento en la orgullosa y arrebatada personalidad oriental, y la sharia, la ley islámica, la suma de las interpretaciones de los preceptos contenidos en el Corán, la Sunna y el Hadith, que prescribe un orden divino que rige todos los sectores de la vida, sucumbe una y otra vez a la fantasía y la locura de aquellos que imponen esa ley en árabe, persa, urdu o pashtu. […]
 Desde mediados del siglo XIX Europa trata a casi todas las regiones musulmanas como propiedad colonial, ignorando arrogantemente el hecho de que la civilización islámica, la gran cultura de Oriente, vivó épocas de esplendor cuando los bárbaros de Europa todavía sacudían mazas y devoraban carne cruda, y que aún en el medioevo el mundo oriental era superior al occidental tanto en los terrenos de la poesía, la música, la filosofía y las artes plásticas como en los de la medicina, las matemáticas, la lógica, la óptica y la agricultura. El quebrado decimal, la trigonometría y el álgebra fueron inventados en Oriente; la física, la alquimia y la astronomía fueron cultivadas y sistematizadas allí. Roger Bacon en su Opus maius relata que aprendió de los sufíes de la "Escuela iluminada" la diferencia entre acumular información y saber a través del experimento. Gracias a las enseñanzas sufíes se convirtió en el pionero del método que consiste en llegar al conocimiento por la experiencia.
 En Europa aún se exorcizaba y quemaba, cuando en El Cairo, Damasco y Bagdad había ya clínicas para cirugía, ortopedia y enfermedades mentales. En los siglos XII y XIII surgieron escuelas cristianas de traducción en las que se traducían del árabe al latín obras religiosas, filosóficas y científicas de la superior cultura árabe. Así entró en las habitaciones de trabajo de los científicos y en las universidades de Europa el patrimonio de las tradiciones greco-alejandrinas, persa e india y su desarrollo bajo los sabios del imperio califal.
 Oprimidos, reducidos, mantenidos en la ignorancia, alejados del progreso, obligados a retroceder, los pueblos musulmanes de Oriente se hallan  muy por debajo del nivel cultural de los pueblos occidentales. Seres viscerales, animales de la fe, histéricos, fanatizados, que han retrocedido a las leyes de los nómadas y los tratantes de ganado, conscientes de que no se les hace justicia, pero sin los instrumentos intelectuales para combatir por ella en el marco de la razón que es el principio primero y último de la sabiduría occidental.
 Un refrán árabe dice: "Si se echa a Dios por la puerta delantera, entra un demonio por la puerta trasera".
 En los años veinte del siglo pasado, cuando Occidente había perdido hacía tiempo sus valores cristianos, el Oriente islámico intentaba imitar el ejemplo occidental. En contra de este proceso resonó entonces en todo el mundo musulmán la fundación de los Hermanos Musulmanes, de origen suní, y que proclamó la guerra santa contra los infieles. Surgió un movimiento con el objetivo de reislamizar la vida egipcia, crear un orden jurídico que no se basara en las leyes europeas sino en las de la sharia, luchar contra la influencia europea, liberar a los países árabes del yugo extranjero y crear un Estado islámico que integrara y uniera a todos los pueblos musulmanes. En los años 60 esta célula del islamismo era ya  un poder con el que los gobiernos egipcios tenían que pactar.
 Los 140 millones de musulmanes chiíes, que en muchos países islámicos se imponen a los más de mil millones de suníes, están unidos simbólicamente por los ulemas, un grupo de preceptores religiosos. El centro de los ulemas se halla en Nedchef, al sur de Irak. Destacados ayatolás, profesores y estudiantes se reúnen allí para estudiar las leyes sagradas y la teología. En los años cincuenta y sesenta los ulemas empezaron a predicar una nueva doctrina: el proceso de secularización, decían, amenaza la tradición cultural y religiosa del islam: "Para que el islam no perezca tenemos que destruir este mundo y crear ese otro que Alá nos exige".
Quiza Nos Estamos Volviendo Loco: Amazon.es: Ulla Berk駢icz ... Gracias al espíritu de Nedchef surgieron entre los estudiantes de finales de los años sesenta y principios de los setenta movimientos que volvían a las raíces, para encontrar allí respuestas a preguntas que la civilización occidental no podía dar. El sufismo y la literatura persa fueron redescubiertos y por fin, también el islam, que durante decenios los intelectuales habían rechazado como un anacronismo y una superstición sustituyéndolo por el marxismo y otras ideologías políticas. Las mujeres que años antes habían salido del harén añoraban volver al refugio de esa zona carente de responsabilidad detrás de las rejas. Las grandes familias se habían disuelto, en las ciudades ya no había remedio contra las nuevas soledades, protección contra la degradación y la explotación. A las mujeres que habían caído en el espacio entre Oriente y Occidente, sin los viejos derechos de allá ni los nuevos de acá, el chador les servía como último medio para restablecer su honor.
 Un refrán persa dice: "Cuando las mujeres toman parte en un alzamiento, la situación es seria". El mundo occidental contempló incrédulo cómo muchas iraníes de los años 70 adoptaban orgullosas el chador y contribuían a que Jomeini llegara al poder, para más adelante consolidar ese poder como enlaces revolucionarios y "novias sangrientas". Y los funcionarios soviéticos que habían comprado muy cara con entregas de armas soviéticas la no intervención de los mulás entre los cincuenta millones de ciudadanos musulmanes de las provincias meridionales de la Unión tenían que ver cómo Moscú era sustituido por La Meca, y estudiaban paralizados el Corán para descifrar en él la sura X.
 La revolución islámica estalló como un bombazo. A la mañana siguiente, cuando el muecín gritó la chahada a través de todos los destartalados altavoces del mundo islámico, después del gran ¡ashaddu anna la ilaha illa llah!, "¡No hay otro Dios que Alá!", los guardianes de la revolución llamaron a la autopurificación, desde Marrakech y Argel hasta Peshawar y Kabul se alzó una ola de nuevo fervor, y Foucault habló entusiasmado de una "explosión espontánea de conciencia política y energía espiritual".
 Los grandes ayatolás de Nedchef, Qom y Mechhed habían formado a los guardianes de la revolución que a gritos abrieron el camino a Jomeini en 1979: "Alá es el único, Jomeini es el guía, el mundo nos pertenece porque escupimos con desprecio sobre él, porque buscamos otro". Cuando después de la toma de poder, Jomeini erigió su teocracia y proclamó la guerra santa, los musulmanes de este mundo estaban movilizados. La guerra santa se dirigía contra Occidente, sus armas eran el terror, sus soldados Hezbolá (herzb Allah, partido de Dios). Jomeini no tuvo escrúpulos para anteponer los intereses del Estado a los preceptos del Corán y proclamó: "El islam o es política o es nada... La guerra es una bendición para el mundo y para cada nación... Una religión sin guerra está paralizada... Alá ordena a los hombres hacer la guerra y matar... Nuestros jóvenes guerreros saben que matar a los infieles es una de las misiones más nobles que Alá encarga a la humanidad".
 El sagrado terror estaba bien organizado, se instalaron 300 campos de adiestramiento, una fundación de mártires se hacía cargo de los familiares de aquellos que se dejaban matar y sacrificar por Alá. Su vida aquí y en el más allá estaba resuelta, la fundación organizaba su vida diaria y en el día de su muerte ella conduciría a sus chicos y chicas mártires, independientemente de los pecados que hubieran cometido, directamente al paraíso.»

   [El texto pertenece a la edición en español de Editorial Losada, 2003, en traducción de Genoveva Dieterich. ISBN: 84-932916-2-5.]

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