martes, 19 de mayo de 2020

Diario.- Vaslav Nijinsky (1889-1950)

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Sobre la vida

  «Yo no era una persona mala. Stravinski pensaba que yo era un mal chico. Yo no tenía más de veintiún años. Era joven y por eso me equivocaba. Siempre quería corregir mis fallos, pero cuando me di cuenta de que nadie me amaba, comencé a fingir que era malo. No me gustaba Diághilev, pero vivía con él. Odié a Diághilev desde los primeros días en que lo conocí, pues me percaté de su poder. No me gustaba el poder de Diághilev, porque abusaba de él. Yo era pobre. Ganaba sesenta y cinco rublos al mes. Sesenta y cinco rublos al mes no eran suficientes para sustentarnos a mi madre y a mí mismo. Yo alquilaba un pequeño piso de tres habitaciones que costaba entre treinta y cinco y treinta y siete rublos al mes. Me gustaba la música. Conocí al príncipe Pável Lvov, que me presentó a un conde polaco. He olvidado su nombre, pues así lo quiero. No quiero ofender a toda su familia, pues he olvidado su nombre de pila. Ese conde me compró un piano de pared. Él no me gustaba. Me gustaba el príncipe Pável, y no el conde. Lvov me presentó por teléfono a Diághilev, quien me invitó al Hotel de Europa, donde se alojaba. Le odié por su voz demasiado segura de sí misma, pero fui en busca de la suerte. Allí encontré la suerte, pues inmediatamente hice el amor con él. Yo temblaba como una hoja. Lo odiaba, pero fingí, pues sabía que mi madre y yo nos moriríamos de hambre. Comprendí a Diághilev desde el primer minuto y por eso fingí que estaba de acuerdo con todos sus puntos de vista. Me había dado cuenta de que había que vivir y por eso me daba igual qué sacrificio hacer. Trabajaba mucho en la danza y por eso me sentía siempre cansado. Pero fingía que estaba alegre y no cansado para que Diághilev no se aburriera. Sé que Diághilev lo percibía, pero a Diághilev le gustaban los chicos y por eso le resultaba difícil comprenderme. No quiero que la gente piense que Diághilev es un malhechor y que hay que meterlo en la cárcel. Lloraré si le hacen daño. No me gusta, pero es un ser humano. Amo a todos los seres humanos y por eso no quiero causarles dolor. Se que todos se horrorizarán al leer estas líneas, pero quiero publicarlas en vida, pues sé el efecto que causarán. Quiero producir una impresión viva, y por eso escribo mi vida mientras estoy con vida. No quiero que lean mi vida después de muerto. No le temo a la muerte. Temo los ataques. Le temo a la maldad. Temo que la gente me comprenda mal. No le deseo mal a Diághilev. Les suplico a todos que lo dejen en paz. Lo amo igual que a todos. Yo no soy Dios. No puedo juzgar a los hombres. Dios lo juzgará y no las leyes. Estoy en contra de todas las leyes. Yo no soy Napoléon. No soy un Napoleón que castigue a la gente por sus errores. Soy un Napoleón que perdona los errores. Yo os daré un ejemplo y vosotros debéis repetirlo. Diághilev no os ha hecho mal a vosotros, sino a mí. No quiero castigarlo, pues ya lo he castigado haciendo que todos conozcan sus errores. Me he castigado a mí mismo, pues les he hablado a todos sobre mí mismo. He hablado sobre muchos otros para castigarlos. No quiero que nadie piense que escribo con un fin hipócrita. Si alguien quiere castigar a aquellos sobre los que he escrito, diré que todo lo que he escrito es una mentira. Diré que me metan en un manicomio. No escribo para incitar a la gente contra los errores. No tengo derecho a juzgar. El juez es Dios y no los hombres. Los bolcheviques no son Dioses. Yo no soy un bolchevique. Soy un hombre en Dios. Dios habla por mi boca. Amo a todos y deseo amor para todos. No quiero que nadie riña. Todos riñen, pues no comprenden a Dios. Yo les explicaré a Dios a todos, pero no se lo explicaré si la gente se ríe. Hablo sobre cosas que afectan a todo el mundo. Yo soy la paz y no la guerra. Les deseo paz a todos. Deseo que haya amor en la tierra. El globo terráqueo se está descomponiendo pues su combustible se apaga. El combustible seguirá calentando, pero no mucho y por eso Dios desea amor antes de que el globo terráqueo se apague. La gente no piensa en las estrellas y por eso el mundo les resulta incomprensible. Yo pienso a menudo en las estrellas y por eso sé quién soy. No me gusta la astronomía, pues la astronomía no nos da idea de Dios. La astronomía quiere enseñarnos la geografía de las estrellas. A mí no me gusta la geografía. Conozco la geografía, pues la he estudiado. No me gustan las fronteras de los Estados pues me doy cuenta de que la tierra es un solo Estado. La tierra es la cabeza de Dios. Dios es fuego en la cabeza. Sigo vivo mientras tenga fuego en la cabeza. Mi pulso es un terremoto. Yo soy un terremoto. Sé que si no hay terremotos la tierra se apagará y con la tierra apagada desaparecerá toda la vida del hombre, pues éste será incapaz de obtener comida. Yo soy comida espiritual, y por eso no alimento con sangre. Cristo no quería alimentar con sangre, como han entendido en las iglesias. La gente va a rezar y les dan de beber vino, diciendo que es la sangre de Cristo. La sangre de Cristo no emborracha, sino al contrario, da sobriedad. Los católicos no beben vino, pero recurren a un procedimiento hipócrita. Los católicos tragan hostias blancas y piensan que tragan el cuerpo y la sangre del Señor. Yo no soy el cuerpo y la sangre del Señor. Soy el espíritu en el cuerpo. Soy un cuerpo con espíritu. Dios no puede ser sin cuerpo o sin espíritu. La sangre y el espíritu en el cuerpo son el Señor. Yo soy el Señor. Yo soy hombre. Yo soy Cristo. Cristo dijo que era el espíritu en el cuerpo, pero la iglesia tergiversó sus enseñanzas, pues no le dejaron vivir. Lo liquidaron. Lo liquidaron gentes pobres a quienes dieron mucho dinero. Esos pobres se colgaron después, pues no podían vivir sin Cristo.
Diario | Editorial Acantilado Sé que la gente es mala porque le resulta difícil vivir. Sé que los que impriman estas páginas llorarán y por eso no hay que asombrarse de la mala impresión. La mala impresión sale de manos de gente pobre que tiene poca fuerza. Sé que la letra impresa estropea los ojos y por eso quiero que fotografíen mi escrito. La fotografía estropea un ojo y la letra impresa muchos ojos. Quiero fotografiar mi manuscrito, sólo que tengo miedo de estropear la fotografía. Tengo un aparato fotográfico y he probado a fotografiar con él y a revelar las películas. No le tengo miedo a la luz roja, pero tengo miedo de estropear las fotografías pues la película es una buena cosa y hay que tratarla bien. Será preferible darle mi cámara a alguien para que me haga una fotografía. Me gusta mi cámara, pues pienso que me será útil. Siento lo contrario. No quiero hacer fotografías, pues tengo poco tiempo. Quiero dedicarme al teatro y no a la fotografía. Les daré la fotografía a aquellos a quienes les gusta. Me gusta la fotografía, sólo que no pienso dedicarle toda mi vida. Le dedicaré toda mi vida a la fotografía si la gente me demuestra que con ella se puede comprender a Dios. Estoy familiarizado con el cinematógrafo. Yo quería trabajar con el cinematógrafo, pero me di cuenta de su significado. El cinematógrafo sirve para multiplicar el dinero. El dinero sirve para multiplicar los cines. Me di cuenta de que el cinematógrafo hacía ganar dinero a una sola persona, y el teatro a muchas. Me resulta difícil trabajar en el teatro, pero preferiré las privaciones al cinematógrafo. Diághilev me dijo más de una vez que había que inventar algo parecido al cinematógrafo, pues su poder es grande. Bakst, un famoso artista rudo de origen judío, decía que el cine estaba bien para hacer dinero. Yo no decía nada, pues sentía que Bakst y Diághilev pensaban que era un niño y por eso no podía expresar mi pensamiento. Comprendo que el pensamiento no puede existir sin lógica, pero la lógica no puede existir sin sentimiento. Diághilev posee lógica y sentimiento, pero su sentimiento es diferente. Diághilev tiene un mal sentimiento y yo un buen sentimiento. Diághilev siente mal no porque su cabeza sea mayor que todas, sino porque en su cabeza hay un  mal sentimiento. Lombroso dice que los sentimientos se reconocen por la forma de la cabeza. Yo diré que los sentimientos se reconocen por las acciones de la gente. No soy un científico, pero comprendo bien. Comprendo bien porque tengo buenos sentimientos.»

    [El texto pertenece a la edición en español de Editorial Acantilado, 2003, en traducción de Helena-Diana Moradell. ISBN: 84-96136-08-6.]

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