«Interior pequeño burgués. Choubert se halla sentado en un sillón junto a la mesa y lee el diario. Su esposa, Magdalena, sentada en una silla delante de la mesa, remienda calcetines. Silencio.
Magdalena: (interrumpiendo su trabajo). ¿Qué hay de nuevo en el diario?
Choubert: Nunca sucede nada. Cometas, un trastorno cósmico en alguna parte del universo. Casi nada. Multas para los vecinos porque sus perros hacen porquerías en la acera.
Magdalena: Bien hecho. Es muy fastidioso cuando se pasa por encima.
Choubert: Y para las personas que viven en la planta baja. Abren las ventanas por la mañana, ven eso y los irrita para todo el día.
Magdalena: Son demasiado sensibles.
Choubert: Es la nerviosidad de la época. El hombre moderno ha perdido la serenidad de antaño. (Silencio). ¡Ah! Hay también un comunicado.
Magdalena: ¿Qué comunicado?
Choubert: Es bastante interesante. La Administración preconiza, para los habitantes de las grandes ciudades, el desprendimiento. Dice que ése es el único medio que nos queda para remediar la crisis económica, el desequilibrio espiritual y los engorros de la vida.
Magdalena: Todo lo demás ya ha sido probado. No ha dado resultado. Tal vez nadie tenga la culpa.
Choubert: Por el momento, la Administración no hace más que recomendar amistosamente esa solución suprema. Pero no nos dejemos engañar: sabemos perfectamente que la recomendación se convierte siempre en orden.
Magdalena: ¡Siempre te apresuras a generalizar!
Choubert: Sabemos que las sugestiones adquieren bruscamente la forma de reglamentos, de leyes severas.
Magdalena: ¿Qué quieres, mi pobre amigo? La ley es necesaria, y siendo necesaria e indispensable, es buena y todo lo bueno es agradable. Es, en efecto, muy agradable obedecer las leyes, ser un buen ciudadano, cumplir su deber, poseer una conciencia pura.
Choubert: Sí, Magdalena. En realidad, eres tú quien tienes razón. La ley tiene algo bueno.
Magdalena: Evidentemente.
Choubert: Sí, sí. El renunciamiento tiene la ventaja importante de ser al mismo tiempo político y místico. Da sus frutos en dos planos.
Magdalena: Eso permite matar dos pájaros de un tiro.
Choubert: Es lo que lo hace interesante.
Magdalena: ¿Lo ves?
Choubert: Por otra parte, si recuerdo bien mis lecciones de historia, ese sistema administrativo, el sistema de desprendimiento, fue experimentado hace ya tres siglos, y luego hace cinco siglos, y hace diecinueve siglos, y también el año pasado...
Magdalena: ¡Nada nuevo bajo el sol!
Choubert: … con buen éxito, en poblaciones enteras, en las metrópolis, en el campo (Se levanta), en naciones, ¡naciones como la nuestra!
Magdalena: Siéntate. (Choubert vuelve a sentarse).
Choubert: (sentado). Pero la verdad es que eso exige el sacrificio de ciertas comodidades individuales. De todos modos es fastidioso.
Magdalena: ¡Oh, no forzosamente!... El sacrificio no es siempre difícil. Hay sacrificio y sacrificio. Aunque sea molesto al principio deshacerse de ciertos hábitos, una vez que se ha deshecho de ellos se ha deshecho y ya nadie piensa en ellos en serio. (Silencio).
Choubert: A ti, que vas con frecuencia al cine, te gusta mucho el teatro.
Magdalena: Como a todos, por supuesto.
Choubert: Más que a todos.
Magdalena: Sí, más bien más.
Choubert: ¿Qué opinas del teatro actual, cuáles son tus concepciones teatrales?
Magdalena: ¡Otra vez tu teatro! Te obsesiona, te vas a hacer una psicosis.
Choubert: ¿Crees verdaderamente que se puede hacer algo nuevo en el teatro?
Choubert: Tienes razón. Sí, tienes razón. Todas las obras teatrales que se han escrito, desde la antigüedad hasta nuestros días, sólo han sido policiales. Toda obra teatral es una pesquisa llevada a buen término. Hay un enigma que se nos revela en la última escena. Y algunas veces antes. Se busca y se encuentra. Sería mejor revelarlo todo desde el comienzo.
Magdalena: Debería citar ejemplos, amigo mío.
Choubert: Pienso en el milagro de la mujer que Nuestra Señora impidió que quemaran viva. Si no se tiene en cuenta la intervención divina, que verdaderamente nada tiene que ver en el asunto, queda una gacetilla: una mujer hace asesinar a su yerno por dos matones circunstanciales y por motivos ambiguos...
Magdalena: E inconfesables...
Choubert: Llega la policía, se hace una investigación y se descubre al culpable. Eso es teatro policial, teatro naturalista. El teatro de Antoine.
Magdalena: En efecto.
Choubert: En realidad, el teatro nunca ha evolucionado.
Magdalena: Es una lástima.
Choubert: Como ves, se trata de teatro enigmático y el enigma es policial. Siempre ha sido así.
Magdalena: ¿Y el clasicismo?
Choubert: Es un teatro policial distinguido. Como todo naturalismo.
Magdalena: Tienes ideas originales. Tal vez sean justas. De todos modos, deberías consultar la opinión de personas autorizadas.
Choubert: ¿Qué personas?
Magdalena: Las hay entre los aficionados al cine, los profesores del Colegio de Francia, los miembros influyentes del Instituto Agronómico, los noruegos, ciertos veterinarios... Los veterinarios, sobre todo, deben de tener muchas ideas al respecto.
Choubert: Todo el mundo tiene ideas. No es eso lo que falta. Pero son los hechos los que cuentan.»
[El texto pertenece a la edición en español de Editorial Losada, 1978, en traducción de Luis Echávarri. Según depósito de la ley 11.723.]
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