jueves, 12 de diciembre de 2019

El capital.- Karl Marx (1818-1883)

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Libro primero: Proceso de la producción del capital
Capítulo XXV: Teoría moderna de la colonización

«La economía política burguesa no se detiene a examinar si tal o cual hecho es cierto, sino si es beneficioso o nocivo al capital. Por consiguiente, trata de mantener una confusión sumamente cómoda entre dos géneros de la propiedad privada basada en el trabajo personal y la propiedad capitalista basada en el trabajo ajeno y olvida intencionadamente que esta última no crece sino sobre la tumba de la primera.
 En nuestros países, en la Europa occidental, la acumulación primitiva, es decir, la expropiación de los trabajadores, se halla en parte terminada, bien porque el régimen capitalista se ha apoderado de toda la producción nacional, o bien porque allí donde las condiciones económicas están menos adelantadas, obra por lo menos indirectamente, sobre las formas sociales que persisten a su lado. En las colonias o allá donde se encuentre un suelo virgen colonizado por emigrantes libres, ocurre todo lo contrario.
 El modo de producción y de apropiación del capitalista tropieza allí con la propiedad fruto del trabajo personal, con el productor que, disponiendo de las condiciones exteriores, del trabajo, consigue enriquecerse en vez de enriquecer al capitalista. La pugna entre estos dos modos de apropiación, que la economía política niega entre nosotros, se demuestra allí con los hechos, con la lucha.
 El economista entra en el terreno  de las confesiones cuando se trata de las colonias  y asegura que hay que renunciar al desarrollo de las potencias colectivas del trabajo, a la cooperación, a la división manufacturera, al empleo en gran escala de las máquinas, etc., o buscar algún expediente para conseguir que los trabajadores, privados de los medios de trabajo, se vean obligados a venderse, por supuesto en las condiciones de dependencia indispensables; resumiendo en pocas palabras, que hay que buscar un medio de fabricar asalariados.
 Entonces descubre el economista que el capital no es una cosa, sino una relación social entre las personas, relación que se establece por medio de las cosas. Un negro es un negro; sólo en determinadas condiciones se convierte en esclavo. Una hiladora, por ejemplo, no es más que una máquina de hilar algodón, y sólo en ciertas condiciones es como se convierte en capital. Fuera de estas condiciones no hay más capital que el oro, que por sí mismo es moneda; el capital es una relación social de producción.
 Además, el economista descubre que la posesión de dinero, subsistencias, máquinas y otros medios de producción, no hace de un hombre un capitalista, si no dispone del complemento que es el asalariado, es decir, de otro hombre que se ve obligado a venderse voluntariamente: los medios de producción y de subsistencia no se transforman en capital mientras no se utilicen como medios de explotar y dominar el trabajo.
 El carácter esencial de toda colonia libre es el de que cada colono puede apropiarse una parte de la tierra que le sirve de medio de producción individual, sin que esto impida que hagan otro tanto los colonos que lleguen después de él. Donde todos los hombres son libres y donde cada cual puede adquirir un trozo de terreno, es difícil encontrar un trabajador, y si se encuentra es a muy subido precio. Cuando el trabajador puede acumular para sí mismo, y puede hacerlo mientras es propietario de sus medios de producción, la acumulación y la apropiación capitalistas son imposibles, pues les falta la clase asalariada, de la cual ni pueden prescindir.
 La suprema perfección de la propiedad capitalista y de su producción consiste no sólo en que produce sin cesar al asalariado, como tal asalariado, sino en que crea asalariados supernumerarios, merced a los cuales mantiene la ley de la oferta y de la demanda del trabajo en el cauce conveniente, hace que las oscilaciones del mercado se verifiquen dentro de los límites más favorables a la explotación, que la sumisión tan indispensable del trabajador al capitalista esté garantizada y finalmente perpetúa la relación de dependencia absoluta que en Europa se llama "libre contrato" para engatusar al asalariado; contrato entre dos mercaderes independientes: uno vende el capital y otro la fuerza del trabajo. En las colonias se desvanece esto. En cuanto el asalariado llega a ser artesano o labrador independiente , la oferta de trabajo no es regular ni suficiente. Esta transformación continua de asalariados en productores libres, que trabajan por cuenta propia y no por la del capital, que se enriquecen en vez de enriquecer a los señores capitalistas, influye en efecto de una manera funesta sobre el estado del mercado de trabajo y, por tanto, sobre el tipo de salario.»

  [El texto pertenece a la edición en español de "Antología de El Capital" de Editorial Edicomunicación, 1998, en traducción de Elisa Dapia Romero. ISBN: 84-7672-853-0.]

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