martes, 10 de diciembre de 2019

El almuerzo desnudo.- William Burroughs (1914-1997)

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El reconocimiento

«Carl Peterson se encontró una tarjeta postal en el buzón citándole con el doctor Benway a las diez en punto en el Ministerio de Higiene y Profilaxis...
 -¿Qué coño pueden querer de mí? -pensó irritado-. Un error, lo más probable. -Pero él sabía que ellos no cometen errores... Indudablemente, no errores de identidad...
 A Carl no se le habría ocurrido faltar a la cita aunque dejar de presentarse no estaba penado... Libertonia era un estado de bienestar social. Si un ciudadano quería algo, desde un saco de harina de huesos hasta un compañero sexual, había un departamento dispuesto a ofrecerle ayuda efectiva. La amenaza implícita en esta envolvente benevolencia apagaba cualquier idea de rebelión... […]
 Carl penetró en el esmaltado laberinto metálico del Ministerio, se dirigió directamente a la ventanilla de información y... presentó su tarjeta.
 -Quinto piso..., despacho veintiséis...
 En el despacho veintiséis una enfermera lo examinó con fríos ojos submarinos.
 -El doctor Benway le está esperando -dijo sonriendo-. Entre. […]
 -Naturalmente usted sabe lo que intentamos. A veces, no tenemos éxito, por supuesto. -Su voz se convirtió en un hilo diáfano y tenue. Se llevó la mano a la frente-. Se trata de adaptar el Estado, un instrumento simplemente, a las necesidades de cada individuo. -Su voz surgió tan inesperadamente profunda y grave que Carl se sobresaltó-. Esa es la única función del Estado, según nosotros vemos las cosas. Nuestros conocimientos... incompletos, claro está -hizo un ligero gesto de desprecio-, por ejemplo... por ejemplo... consideremos el asunto de... ejem... la desviación sexual. -El médico se balanceó adelante y atrás en su sillón. Las gafas le resbalaron de nuevo por la nariz. De pronto, Carl se sintió incómodo.
 -Consideramos que es una desgracia... una enfermedad... indudablemente nada que deba ser censurado o uh castigado más que, digamos... la tuberculosis... Sí -repitió enérgicamente como si Carl hubiera puesto alguna objeción- … la tuberculosis. Por otra parte, puede ver inmediatamente que cualquier enfermedad impone ciertas, podríamos decir, obligaciones, ciertas exigencias de carácter profiláctico a las autoridades responsables de la salud pública, tales exigencias se imponen a su vez, ni es necesario decirlo, con un mínimo de molestias y de incomodidades al infortunado individuo que sin tener nada que ver en ello, ha sido uuuum infectado... Es decir, naturalmente, el mínimo de molestias compatibles con la protección adecuada de los demás individuos que no están infectados... No consideramos la vacunación antivariólica obligatoria una medida poco razonable... Ni el aislamiento para ciertas enfermedades contagiosas... Estoy seguro que convendrá en que los individuos infectados con grunf, lo que los franceses llaman "Les maladies galantes", je je je deben ser obligados a seguir un tratamiento si no se prestan a ello voluntariamente. -El médico seguía balanceándose en su sillón como si fuera un juguete mecánico... Carl comprendió que estaba esperando a que él dijera algo.
 -Parece razonable -dijo.
 El médico dejó de balancearse. De pronto se había quedado inmóvil.
 -Ahora volvamos a ese hum asunto de la desviación sexual. Francamente, no pretendemos comprender, al menos por completo, por qué algunos hombres y mujeres prefieren la uh compañía sexual de alguien de su mismo sexo. Sabemos que uh el fenómeno es bastante corriente y que en determinadas circunstancias es asunto de competencia de uh este departamento.
 Por primera vez los ojos del médico miraron directamente a Carl. Ojos sin rastro alguno de calor o de odio o de cualquier emoción que Carl hubiera experimentado o visto en otros, una mirada a la vez fría e intensa, voraz e impersonal. De repente, Carl se sintió atrapado […]
 -El tratamiento de estos desarreglos es, por el momento, grunf sintomático. -El médico se arrellanó súbitamente en el sillón y explotó en estrepitosas carcajadas mecánicas. Carl le observó asustado... "Este tipo está loco" -pensó. El rostro del médico adquirió el aspecto inexpresivo del de un jugador. Carl sintió una extraña sensación en el estómago, como cuando se detiene súbitamente el ascensor.
 El doctor estudiaba la carpeta que tenía delante. Habló con un ligero tono de condescendencia divertida:
 -No se asuste tanto, joven. Sólo es una broma profesional. Decir que el tratamiento es sintomático significa solamente que se intenta que el paciente se sienta lo más cómodo posible. Y precisamente eso es lo que tratamos de hacer en estos casos. -Carl sintió una vez más el impacto de aquel frío interés clavado en su rostro-. Es decir, ayuda cuando se necesita ayuda... y, naturalmente, contacto adecuado con otros individuos de tendencias semejantes. No se recomienda el aislamiento... la enfermedad no es más contagiosa que el cáncer. El cáncer, mi primer amor -la voz del médico volvió a apagarse. En realidad, parecía que se había largado por una puerta invisible dejando su cuerpo vacío sentado allí frente a la mesa.
 Súbitamente volvió a hablar con tono mordaz:
 -Y ahora, seguramente se preguntará usted por qué nos ocupamos de un asunto semejante, ¿no es así? -esbozó una sonrisa brillante  y fría como la nieve bajo el sol.
 Carl se encogió de hombros:
 -Eso no es asunto mío... lo que me pregunto es por qué me ha pedido que viniera aquí y por qué me cuenta todos estos... estos...
 -¿Absurdos?
Carl se sintió molesto al darse cuenta de que estaba sonrojándose.
El médico se recostó en el asiento y juntó las puntas de los dedos:
 -Los jóvenes -dijo con indulgencia- siempre tienen prisa. Quizá algún día comprendan el significado de la paciencia. No, Carl... ¿puedo llamarte Carl? No estoy esquivando tu pregunta... te tutearé si no te molesta. Bien, en casos de presuntas tuberculosis, nosotros, es decir, el departamento adecuado, podemos pedir, incluso exigir, a alguien que se presente para someterse a un reconocimiento fluoroscópico. Algo rutinario, ya comprenderás. La mayor parte de esos reconocimientos dan resultado negativo. Así que has sido citado para, digamos, ¿una fluorescencia psíquica???? Puedo añadir que, después de haber hablado contigo estoy relativamente seguro de que, a efectos prácticos, el resultado será negativo...
 -Pero todo este asunto es ridículo. Sólo me interesan las mujeres. En la actualidad, tengo novia y pienso casarme.»

    [El texto pertenece a la edición en español de Editorial Bruguera, 1980, en traducción de Martín Lendínez. ISBN: 84-02-07172-4.]

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