domingo, 29 de diciembre de 2019

La civilización del kibbuts.- Clara Malraux (1897-1982)

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2.-Historia

«En 1880, los judíos adquieren el derecho de ciudadanía en todas las democracias europeas. Sin embargo, en Alemania, el canciller Bismarck, después de haberse aprovechado de la ayuda moral y financiera de hombres que, como los diputados Lasker y Bamberger, fueron sus amigos, juzgó útil dejar que se desencadenase una campaña, a la vez, antiliberal y antisemita. Fue entonces cuando se fundó la "liga antisemita", curiosa alianza de reaccionarios, clericales y socialistas-paternalistas.
 También en Austria-Hungría, hacia la misma época, el antisemitismo se convirtió en un arma antiliberal. […] Sin embargo, la atmósfera  creada fue tal, que casi nadie se asombró cuando estalló el asunto Solymossi. El carácter trágico de este desencadenamiento popular, a la vez espontáneo y provocado, llegó a tal extremo que ha podido, sin gran dificultad, servir de tema a una película de Pabst. […]
 Más tarde, en 1894, estalló el caso Dreyfus.
 Durante todo este tiempo, los judíos carecían en Rusia de los derechos más elementales de la ciudadanía: obligados a residir en zonas delimitadas, prohibida su residencia en los pueblos, despojados de toda posibilidad de propiedad (algunos judíos que en aquella época se dedicaban a actividades agrícolas debieron recurrir a personas complacientes que les prestasen el nombre), excluidos de numerosas actividades profesionales, limitados en sus desplazamientos, sometidos a un numerus clausus; no estaba permitido más que a unos diez de ellos el acceso a una enseñanza superior y les era cerrado, en gran parte, el acceso a la enseñanza en general. Objeto de la más total arbitrariedad, fueron víctimas en 1881 del primer gran pogromo de nuestros tiempos. […]
 A este pogromo sucedieron otros; el zar Nicolás II aceptó la presidencia de una liga, verdadera agrupación de la clase extremista, oficialmente antisemita: Los Cien Negros.
 Veamos cómo se presentaba la condición judía durante la misma época en los países musulmanes: por ejemplo, en Persia, en 1875; todo objeto tocado por la mano de un judío era considerado impuro. No les estaba permitido tener ninguna tienda o bazar, excepto en el pueblo de Hamadán (la antigua Ecbatana de la reina Ester). En los días de lluvia les estaba prohibido salir de su barrio, ya que el contacto de un judío con las ropas húmedas de un musulmán convertía a éste en impuro. No eran aceptados ni el testimonio ni el juramento de un judío; si un musulmán asesinaba a un judío, debía pagar a los familiares de éste ciento cuarenta Kraus, quedando seguidamente en libertad. A un judío le estaba prohibido apelar contra la sentencia de un tribunal.
 En Marruecos, la ley no permitía a los judíos ser miembros del Imperio califal, sino que pertenecían al sultán del que eran protegidos, y del estado de humor del mismo, así como de sus cualidades, dependían el bienestar y aun la vida misma de "sus judíos".
 Todavía en 1905, en el Yemen, y de hecho hasta su partida hacia el Estado de Israel en 1948, los judíos no debían levantar la voz delante de un musulmán, ni construir casas más altas que las suyas, ni rozar sus ropas al pasar por la calle, ni hacer la misma clase de negocios, ni montar sobre los animales a horcajadas, según era costumbre, etc. Delante de un musulmán debían permanecer de pie. A ello debemos añadir ciertas prescripciones antiguas, que proceden en parte de Mahoma: prohibición de usar colores claros, de poseer armas; estar relegados en barrios especiales con la prohibición de abandonarlos desde la puesta a la salida del sol; obligación de dejarse tirar de los cabellos, de hacer la limpieza de letrinas en todo el país, de mandar a los huérfanos judíos al imán para ser convertidos al islam.
 Aunque excluidos de los centros intelectuales en la Europa oriental, y sometidos en numerosos países de la Europa occidental a un numerus clausus más o menos oficial, la juventud judía irrumpe en la cultura moderna, esforzándose en pensar en su condición y situarla dentro del conjunto de la condición humana. Específicamente en Rusia, algunos jóvenes se unieron al movimiento revolucionario, mientras otros intentaron resolver los problemas especialmente judíos.
 Lentamente, vemos aparecer algunos teóricos judíos de la "cuestión judía".
 Verdaderamente, la creación de un Estado en los lugares en donde había habitado el pueblo bíblico (y ello sin relación directa con las promesas divinas), no había parecido jamás una hipótesis absurda. Spinoza lo previó y también, mucho antes que nosotros, el príncipe de Ligne y Rousseau. Pero era necesario esperar al siglo XIX para que algunos hombres reflexionasen de manera científica sobre el destino judío. Es posible que el iniciador de estas reflexiones no fuese Moshé Hess, pero, en todo caso, fue él quien influyó sobre Hertzl, considerado como el padre del nuevo Estado. […]
 Después de Hess, y en su misma línea, encontramos a Borokov, también marxista, que retuvo sobre todo el carácter particular presentado por el pueblo judío en el exilio, como la Golah, a cuyos miembros sólo les estaba permitido ejercer profesiones no productivas. Fue el primero en utilizar el término de "pirámide invertida" para definir a la sociedad judía tal como la habían obligado a ser, con su gran número de intelectuales, intermediarios y artesanos, su minoría de obreros y agricultores, término todavía utilizado corrientemente por los trabajadores del kibbuts en las largas discusiones de que tanto gustan.
 A estos primeros teóricos debemos añadir a Nachmann Syrkine y a Berl Katznelson, de los que la URSS entregó las cenizas a Israel. […]
 "Colocar la pirámide sobre su base" fue el anhelo constante de los sionistas-socialistas; su esfuerzo, como sucede consciente o inconscientemente en toda experiencia que se inserta profundamente en la realidad, debía concluir a la creación de la sociedad de los kibbutsim.»

    [El texto pertenece a la edición en español de Editorial Labor, 1968, en traducción de Agustina Fort Fornas. Depósito legal: B-27915-68.]

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