lunes, 2 de julio de 2018

Sobre las últimas cosas.- Otto Weininger (1880-1903)


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Comentarios aforísticos

«-La más alta expresión de toda moralidad es: ¡Sé!
[...]
 -El dormir y el soñar tienen, sin ninguna duda, algo en común con nuestro estado previo al nacimiento.
 -El álgebra es conceptual, la aritmética es intuitiva.
 [...]
 -Lo que también conduce siempre al determinismo es el hecho de que se obliga constantemente a aceptar la lucha. En un caso concreto, la decisión puede ser tomada de forma totalmente ética, pudiendo decidir una persona en favor de lo bueno; pero la decisión no es duradera, debe volver a luchar de nuevo. Hay libertad, podría decirse, sólo para el momento.
 Y eso se halla en el concepto de libertad. Pues qué tipo de libertad sería la que yo hubiera logrado para siempre a través de un buen acto en alguna ocasión previa: el orgullo humano consiste precisamente en el hecho de que puede ser nuevamente libre en todo momento.
 No hay libertad ni para el futuro ni para el pasado; el hombre no tiene ningún poder sobre ellos.
 De ahí que el hombre no pueda entenderse nunca a sí mismo; pues él mismo es un acto atemporal, un acto que realiza una y otra vez, y no hay un solo momento en que no lo realice, tal y como es necesario para que él se entienda a sí mismo [1].
 La ética puede ser definida así: Actúa con plena conciencia, es decir, actúa de tal modo que en cada momento estés Tú al completo, que en cada momento se halle toda tu individualidad. El hombre experimenta esta individualidad en el curso de su vida sólo en momentos consecutivos; por eso el tiempo es inmoral y ninguna persona viva es santa o perfecta. Si el hombre actúa una sola vez con la más fuerte voluntad, de modo que toda la universalidad de su yo (y del mundo, pues él es el microcosmos) se concentre en el momento, entonces ha vencido al tiempo y se ha vuelto divino.
 Los motivos musicales más poderosos de la música mundial son esos que intentan representar este atravesar el tiempo en el tiempo -la ruptura hacia fuera del tiempo-, esos en los que el acento rítmico recae en una nota que absorbe las demás partes de la melodía (que representa el tiempo como un todo, siendo los puntos individuales integrados por el yo), y por eso trasciende la melodía. Tanto el final del motivo del Grial en Parsifal como el motivo de Sigfrido son melodías de este tipo.
 Sin embargo, hay un acto que, por así decir, absorbe el futuro en sí mismo, que experimenta con antelación toda futura recaída en la inmoralidad como culpa, no menos que todo pasado inmoral, y por ello supera a ambos: es un establecimiento atemporal del carácter, el renacimiento. Es el acto por medio del cual surge el genio.
 Es un precepto moral que en toda acción debe resultar evidente la completa individualidad de la persona; cada acción debe ser una completa superación del tiempo, lo inconsciente, y la estrechez de conciencia. Pero la mayoría de las veces el hombre no hace lo que quiere, sino lo que ha querido. Con estas decisiones se da siempre a sí mismo no más que una cierta dirección en la que se mueve hasta el próximo momento de reflexión. No queremos continuamente, sólo queremos intermitentemente, a intervalos. Así evitamos querer: principio de economía de la voluntad. Mas el hombre superior siempre experimenta esto como totalmente inmoral. El presente y la eternidad están relacionados: los juicios atemporales, universales y lógicos se formulan en presente (la lógica es la ética lograda): Y por tanto toda la eternidad debe hallarse también en cada momento del presente. Tampoco debemos determinarnos desde dentro; este último peligro, esta última engañosa apariencia de la autonomía también ha de ser evitada.
 ¡Quiere! Es decir: ¡Quiérete por completo!
 Lo correcto del socialismo es que así como cada hombre debería buscarse a sí mismo, su singularidad, además de intentar encontrarse a sí mismo, también debería esforzarse por adquirir su propiedad; y aquí sus posibilidades no deben ser restringidas de inicio desde el exterior.
 Un hombre puede estar orgulloso de las riquezas adquiridas y con derecho puede admirarlas como un símbolo moral de trabajo interno.
[...]
 -El estado de la infancia humana es mucho más miserable que el del animal recién nacido y el de la planta recién nacida y sólo por ello el hombre debe ser criado y educado en solitario, pues aquí el alma se ha perdido a sí misma; de ahí que el niño se halle tan desamparado y débil y (¡mortalidad infantil!) mucho más cerca del peligro de la muerte que el adulto y por eso sufre el hombre ante las enfermedades infantiles que ni los animales ni las plantas conocen. 
[...]
 -Así como el hombre se relaciona con cada uno de los más pequeños e insignificantes de sus movimientos psíquicos, se relaciona Dios con el hombre. Ambos buscan manifestarse y realizarse en ellos. 
 
[1] Motivo (variación) de Parsifal, Acto III ("La santa lanza te devolveré").»
 
[Los fragmentos pertenecen a la edición en español de la editorial A. Machado Libros, en traducción de José María Ariso. ISBN: 978-84-7774-656-0.]

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