miércoles, 20 de junio de 2018

Sonetos.- Juan Boscán (1490-1542)


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XVI
«Ya canso al mundo y vivo todavía;
llevo tras mí, mis años arrastrando;
mis amigos de mí van murmurando;
yo ando ya escondiéndome del día.
 La noche sigo mas mi fantasía
me está entre las tinieblas espantando;
la soledad doquiera voy buscando
pero a las veces busco compañía.
 Viene mi mal con tan cruda figura
que el alma no le tiene el rostro firme;
quiere huir de tanta desventura.
 Yo deseo también tras ella irme,
mas amor, la costumbre y la ventura
me salen y me tienen al partirme.

XXII
 No he de pedir sino lo que merezco
y he de pediros cuanto yo deseo;
igualo el merecer con el deseo
y entiendo bien con esto a que me ofrezco.
 Así lo digo y no me ensoberbezco
ni en palabras hinchadas me rodeo;
antes, según yo de esto siento y creo,
de sola la verdad me favorezco.
 No quiso Dios dar bien no merecido
y así nos dio con qué se mereciese;
el alma os doy y os doy lo que es posible
 ¡y ojalá yo, señora, más pudiese!
Con esto, pues, merezco lo que pido
hasta donde comienza lo imposible.

XXXI
 Cargado voy de mí doquier que ando
y, cuerpo y alma, todo me es pesado;
sin causa vivo pues que está apartado
de do el vivir su causa iba ganando.
 Mi seso está sus obras desechando;
no me queda otra renta ni otro estado
sino pasar pensando en lo pasado
y callo bien en lo que estoy pensando.
 Tanto es el mal que mi corazón siente
que sola la memoria de un momento
viene a ser para mí crudo accidente.
 ¿Cómo puede vivir mi pensamiento
si el pasado placer y el mal presente
tienen siempre ocupado el sentimiento?

LXIII
 Garcilaso, que al bien siempre aspiraste
y siempre con tal fuerza le seguiste
que, a pocos pasos que tras él corriste,
en todo enteramente le alcanzaste;
 dime: ¿por qué tras ti no me llevaste
cuando de esta mortal tierra partiste?
¿por qué, al subir a lo alto que subiste,
acá en esta bajeza me dejaste?
 Bien pienso yo que, si poder tuvieras
de mudar algo lo que está ordenado,
en tal caso de mí no te olvidaras:
 que, o quisieras honrarme con tu lado,
o a lo menos de mí te despidieras;
o, si esto no, después por mí tornaras.

LXV
 Si las penas que dais son verdaderas,
como muy bien lo sabe el alma mía,
¿por qué ya no me acaban, y sería
sin ellas mi morir muy más de veras?
 Mas, si por dicha son tan lisonjeras
que quieren retozar con mi alegría,
decid, ¿por qué me matan cada día
con muerte de dolor de mil maneras?
 Mostrarme este secreto ya, señora,
y sepa yo de vos, pues por vos muero,
si aquesto que padezco es muerte o vida;
 porque, siéndome vos la matadora,
mayor gloria de pena ya no quiero
que poder yo tener tal homicida.

LXXIV
 Paso mi vida lo mejor que puedo;
en esto podéis ver cómo la paso:
de un triste pensamiento en otro paso,
mortal prisa me doy para estar quedo.
 Sobre el punto de mis congojas ruedo
y, si en huir me pruebo a dar un paso,
huyo de puro miedo tan a paso
que, de donde me parto, allí me quedo.
 Quedo allí, triste, tan escarmentado
que me aflijo, me muero y me acobardo
y de medroso acometo al cuidado.
 Piensan quizás que estoy desesperado
viendo que del morir tan mal me guardo:
pues sepan que lo hago de cuidado.»


 [Los poemas pertenecen a la edición digital de La Biblioteca Virtual "Miguel de Cervantes".]

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