martes, 12 de junio de 2018

Cuadernos de una juventud al desnudo.- Billy Childish (1959)


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Segunda parte

«Mi intención primera era no explicaros nada sobre mi familia, más bien dejaros adivinar. Una cosa es segura, siempre será un misterio. Si me gusta hacer ver que lo sé todo, ése es mi problema. Desde hoy dejaré de intentar probar mi inteligencia y valía; en lugar de eso, sólo me empeñaré en mostrar las profundidades de mi estupidez.
 Algunos días me siento increíblemente adulto y mayor, después tengo una urgencia irresistible por romper algo querido.
 -¡Eres un apestoso reaccionario! -me grita mi hermano, lo cual me hace sentir muy orgulloso.
 Mi infancia pasó hace tanto tiempo que supongo que muy pronto la gente empezará a intentar decirme que jamás pasó en absoluto, lo cual es algo bastante estúpido de decir. Lo que realmente quieren decir, supongo, es que el tiempo o vuela como el viento o se coagula alrededor de tus tobillos como el barro.
 Soy realmente sentimental en el fondo y no hay nada que me gustaría más que las jovencitas lloraran mientras leen mis poemas. Me imagino que incluso podrían empezar a enviarme pequeñas notas o cartas de amor, algo que yo no podría soportar. Y que debido a las intensas pasiones que mi poema despertaría en sus pechos voluptuosos, sus hombres ni siquiera podrían enfadarse conmigo, y en lugar de eso, tendrían que darme la mano y sonreírme enseñándome los dientes.
 Por supuesto, es estúpido soñar así, pero también es inofensivo y un poco peligroso. Si, como se ha sugerido, no tengo ninguna vergüenza, entonces no me sonrojaría; pero sí lo hago, lo cual también es una señal de orgullo. El orgullo es lo que necesita ser destruido, o más bien, necesita ser protegido y mimado de una manera fingida.
 Lo asqueroso de escribir, en mi opinión, es que es agresivo e innecesario y no demuestra nada más que la vanidad de la persona que escribe. Como si, llorando en público, los autores hubieran demostrado que su propia miseria personal es mucho más persistente y notable que la de otros hombres, mujeres o niños. Esto, unido a lo que disfrutan los autores con su propia destreza cuando trasladan sus patéticos pensamientos al papel, es lo que realmente les hace tener el papel del perro villano. En realidad, los escritores nacen como mentirosos y ladrones y sólo son superados en su perversidad por los editores y redactores. Esto es cruel por mi parte, y pido disculpas.
 Lo que realmente parece asustar más a la gente es el miedo a que su estupidez sea puesta en evidencia, que se les pueda haber colado una línea o incluso que hayan vendido una completa falsedad. Así que se ponen sus gafas, sacuden sus pañuelos chillones y empiezan a hacer un montón de preguntas aburridas e impertinentes, como que si un libro es realidad o ficción. Como si la historia no fuera una ficción y como si la pieza más absurda de disparates con la que uno pudiera soñar no dejara caer gota a gota una verdad triste e innegable.
 Soy muy consciente de todos los insultos que han sido dirigidos contra mí durante estos años por autonombrados expertos, que intentan elevarse a sí mismos ridiculizándome a mí, y yo desde aquí les prevengo de que ¡deberían cerrar sus asquerosas bocas de una vez por todas antes de que se las llenen! Uno pensaría que es obvio, con un solo vistazo a mi noble frente, que poseo un gran talento e inteligencia y que una vez visto ya no tendría que ser confirmado. Sólo puedo concluir que no se puede jamás subestimar la ignorancia de los profesores, poetas y especialmente de los artistas.
 Desde aquí me retracto de todo lo que he dicho que pudiera considerarse hiriente o descortés. No soy tan grande como para ser incapaz de admitir  que puedo haberme equivocado o haber sido severo en alguna de mis observaciones. Y querría aprovechar esta oportunidad para pedir disculpas por cualquier disgusto que yo pudiera haber causado inadvertidamente a mis buenos amigos y enemigos. Tengo una lengua afilada y despiadada, lo sé, y algunos dirán que una naturaleza viciosa y cobarde. Otros incluso, llegarán a decir que soy un hipócrita y que no tengo ninguna intención real de pedir disculpas, que simplemente me estoy frotando las manos de alegría y vertiendo sal sobre la herida abierta mientras me río maliciosamente para mis adentros. Permítaseme decir que esta es una alegación muy hiriente y sucia y que la rechazo con todo el vigor.»
 
 [El fragmento pertenece a la edición en español de Littera Books, en traducción de Kepa Luis Huarte-Mendicoa. ISBN: 84-931725-4-5.]
 

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