2.- Indian Hill
«Llamó a la puerta de tela metálica y le recibió calurosamente el propietario, un hombre alto y desgarbado, de cuello largo, nuez de Adán prominente y una calva bronceada apenas cubierta por un entramado de mechones grises. Debía de rondar los sesenta años, pero con los pantalones cortos caqui y el polo del campamento se le veía musculoso y en forma. Bucky sabía a través de Marcia que en 1926, cuando el señor Blomback enviudó siendo todavía muy joven, abandonó una prometedora carrera académica como subdirector del instituto West Side de Newark y, con dinero de la familia de su esposa, compró el campamento a fin de tener un sitio donde enseñar a sus dos hijos pequeños las costumbres de los indios que, como aficionado a la vida al aire libre, había llegado a amar. Ahora los muchachos eran adultos y estaban en el ejército, y el trabajo del señor Blomback a lo largo del año consistía en dirigir el campamento, asesorar al personal y visitar a las familias judías de Nueva Jersey y Pensilvania con objeto de reclutar jóvenes para la temporada del campamento. En su rústico despacho -de troncos sin desbastar, como el exterior del edificio-, había cinco tocados de plumas indios completos, colgados de ganchos, que decoraban la pared de detrás del escritorio. Fotos de grupos de campistas cubrían las paredes restantes, salvo donde había estanterías de libros, todos ellos, según el señor Blomback, referentes a la vida y a las costumbres indias.
-Este es la biblia -le dijo a Bucky, y le tendió un grueso volumen titulado El libro de los Woodcraft-. Este libro fue mi inspiración. Y éste también -y le ofreció un segundo volumen, más delgado, el Manual de los indios Woodcraft.
Obedientemente, Bucky pasó las páginas del segundo volumen, en las que había dibujos a pluma de setas y aves y hojas de un gran número de árboles, ninguno de los cuales fue capaz de identificar. Vio el título de un capítulo, "Cuarenta pájaros que todo muchacho debería conocer" y tuvo que aceptar el hecho de que él, un hombre ya hecho y derecho, no conocía más que un par de ellos.
-Estos dos libros han inspirado a todos los propietarios de campamentos -siguió diciéndole el señor Blomback-. Ernest Thompson inició en solitario el movimiento de los campamentos indios. Fue un gran maestro, muy influyente. Según Seton, "el principal objetivo de la educación es la madurez. Practicamos al aire libre las actividades que, en una palabra, nos ayudan a alcanzar la madurez". Son unos libros indispensables, que sostienen en todo momento un ideal humano heroico. Aceptan al piel roja como el gran profeta de la vida al aire libre y el arte de vivir en los bosques y emplean sus métodos siempre que son de utilidad. Proponen pruebas iniciáticas de fortaleza, siguiendo el ejemplo del piel roja. Presentan el dominio de uno mismo como fundamento de todo poder. "El heroísmo por encima de todo", dice Seton.
Bucky asintió, consciente de que se trataba de asuntos importantes, aunque era la primera vez que oía hablar de Seton.
-Cada catorce de agosto el campamento conmemora el nacimiento de Seton con un espectáculo indio. Ernest Thompson Seton es quien ha convertido el campamento en el siglo veinte en uno de los máximos logros de nuestro país.
Bucky asintió de nuevo.
-Me gustaría leer esos libros -dijo mientras se los devolvía al señor Blomback-. Parecen importantes, sobre todo para educar a los chicos.
-En Indian Hill educamos a niños y niñas. Me encantará que leas estas obras. En cuanto estés instalado, ven a verme y te prestaré mis ejemplares. Unos libros incomparables, publicados cuando el siglo era joven y la nación entera, dirigida por Teddy Roosevelt, se interesaba por la vida al aire libre. Eres un regalo del cielo, muchacho. Conozco al doctor Steinberg y a su familia de toda la vida. Si los Steinberg te avalan, para mí no hay más que hablar. Voy a pedir a uno de los monitores que te enseñe el campamento y yo mismo te llevaré a los muelles y te presentaré al personal. Todos esperaban ilusionados tu llegada. Tenemos dos objetivos: enseñar a estos jóvenes los deportes acuáticos, así como las medidas de seguridad para practicarlos.
-Aprendí los principios de ambos objetivos cuando estudiaba en la Universidad Panzer, señor Blomback. Enseño educación física en la escuela Chancellor Avenue y la seguridad es mi preocupación principal.
-Los padres nos han confiado a sus hijos durante los meses de verano -dijo el señor Blomback-. Nuestra tarea consiste en no defraudarles. No hemos sufrido un solo accidente en el lago desde que compré el campamento hace dieciocho años. Ni uno solo.
-Puede usted confiar en que daré la máxima importancia a la seguridad.
-Ni un solo accidente -repitió con severidad el señor Blomback-. El puesto de director de deportes acuáticos es uno de los que comportan mayor responsabilidad en el campamento. Tal vez el de máxima responsabilidad. Un accidente por descuido en el lago y todo el campamento se va al garete. Ni que decir tiene, a cada campista se le asigna un acompañante de su mismo curso. Deben entrar y salir juntos del agua. Antes y después de cada baño, así como en los descansos, hacemos una comprobación de los acompañantes. Nadar en solitario puede acarrear la muerte.
-Me considero una persona responsable, señor. Puede confiar en mí para tener garantizada la seguridad de todos los campistas. Sé la importancia que tiene el sistema de acompañantes.
-Muy bien, todavía están sirviendo la comida -dijo el señor Blomback-. Hoy tenemos macarrones con queso. Rosbif para cenar. En Indian Hill todos los viernes se cena rosbif, haya o no haya racionamiento. Acompáñame al comedor; veremos si pueden darte algo. Y aquí tengo un polo del campamento. Quítate la corbata, ponte el polo e iremos a comer. Irv Schlanger ha dejado sus sábanas, mantas y toallas. Puedes usarlas. Los lunes se recoge la ropa para llevarla a la lavandería.
El polo era idéntico al que llevaba el señor Blomback, con el nombre del campamento en la pechera y, debajo, la tienda india en un círculo de llamas.»
[El texto pertenece a la edición en español de Random House Mondadori, 2012, en traducción de Jordi Fibla. ISBN: 978-84-397-2333-2.]
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