Capítulo primero: supuestos filológicos
1.-Edición crítica de un texto
«Sea cual fuere el aspecto bajo el cual se investiga un texto, la primera condición preliminar es su autenticidad. Si se trata de un libro publicado recientemente, no es posible dudar de ella. La novela reciente, comprada en la librería, ha sido compuesta por el tipógrafo según el manuscrito del autor. Durante la lectura de pruebas, el autor ha corregido todas las erratas (con ayuda de la imprenta y de la editorial) e introduciendo todas las modificaciones que ha considerado necesarias. Publicada la novela, todas las palabras y la puntuación concuerdan con la voluntad del autor, y, por tanto, son auténticas. Puede definirse como texto merecedor de confianza el que representa la voluntad del autor.
Pero surgen dificultades cuando se trata de textos cuyos autores han muerto y que continúan imprimiéndose. El que va a la librería y compra una edición barata del Quijote cree tener en las manos el texto verdadero. Pero, si reflexiona un instante, sacará inevitablemente la conclusión de que entre el lector y el autor se han interpuesto varias personas. Primero, hay que contar con el que ha modernizado la ortografía. Cierto que para la verdadera comprensión de la obra, así como para la investigación teórica, la ortografía es, en general, de poca importancia. Más importancia tiene la puntuación. Una coma sustituida por un punto, y otras modificaciones análogas, introducidas por el último editor para facilitar la lectura, pueden alterar el significado de una frase. Puede ir aún más lejos el comprensible deseo del editor, al intentar aligerar la lectura de una obra y conservarla viva, y quizá este deseo le lleve a sustituir por formas y palabras corrientes otras anticuadas, que el público de hoy ya no entiende.
Puede ocurrir también que en el trabajo de composición tipográfica se haya sustituido erróneamente alguna palabra, poniendo el tipógrafo, por ejemplo, en vez de "Phebe" para él desconocida, "Phebo", el dios del sol, o en vez de "filho de Maia", "filho de María". Estas alteraciones las encontramos ya en la segunda impresión de la obra maestra de la literatura portuguesa, Os Lusiadas. Fácil es imaginarse lo que ocurrió cuando, más tarde, otro impresor tomó como base esta edición, introduciendo aún nuevos errores y alteraciones. La falta de comprensión y la abundancia de ideas (mal empleadas) contribuyen igualmente a la corrupción de los textos. En el caso de Os Lusiadas las averías causadas fueron tales que en 1921 se comprobó que "casi no hay estrofa que no haya sufrido alguna alteración".
El único medio de salvación parece ser el regreso a la edición primera, la más próxima a la voluntad del poeta. Pero no todo el que desea leer el texto auténtico del Quijote puede adquirir la primera edición. Le bastará leer una nueva edición que presente el texto "auténtico" y esta edición se llama "edición crítica".
Es cierto que en el caso de la gran novela de Cervantes, como en casi todas las obras antiguas, surgen en seguida nuevas cuestiones: ¿Puede tener validez auténtica la primera impresión? En aquellos siglos, los poetas generalmente no revisaban las pruebas. Una vez entregado el manuscrito para su publicación, el destino de la obra escapaba, por decirlo así, a la protección del autor. En cualquier caso, tenemos que contar con modificaciones hechas por el impresor, ya por negligencia, ya deliberadamente. A estas modificaciones hay que añadir las exigidas por las instituciones de la censura. No era el poeta, sino el impresor, el que tenía que tratar con ellas. Así ocurre que la edición crítica, en los textos más antiguos, sólo aproximadamente nos deja ver la intención del poeta.
Por los motivos antes indicados, el que haga una edición crítica no puede contentarse simplemente con la fiel reimpresión de la primera edición. Semejante repetición, aunque sea "facsímil", es decir, fiel en la letra y en la forma, no es un texto crítico. Por otra parte, en el llamado "aparato crítico", el que hace la edición crítica tendrá que indicar todas las modificaciones que ha introducido, incluso cuando se trata de la corrección de un error gráfico evidente, justificando estas modificaciones y facilitando así al lector la posibilidad de investigar y decidir por sí mismo. Si, además de la primera impresión, existe el manuscrito del poeta, el que hace la edición debe reproducir en el aparato todos los pasajes que en el manuscrito son diferentes. Se ha establecido la costumbre de designar las versiones impresas con mayúsculas latinas (A, B, C, etc.) y las versiones manuscritas con minúsculas (a, b, c, etc.).
Al comienzo del aparato crítico se encuentra siempre una lista de las designaciones usadas y una exposición de los principios seguidos en la edición. Quien haya de utilizarla deberá estudiar las dos, y estudiarlas detenidamente, antes de comenzar el trabajo.
Sírvanos como ejemplo la edición crítica del drama de Lope de Vega titulado El castigo sin venganza. De esta obra existen el autógrafo (en la biblioteca Ticknor de Boston) y varias ediciones, dos de las cuales fueron "autorizadas" por Lope: la llamada "suelta", de 1634, publicada en Barcelona, y la que va en la parte XXI de las obras dramáticas de Lope, publicada el año 1635 en Madrid. De estas dos se derivan todas las ediciones posteriores, y por tanto no es necesario tenerlas en cuenta en una edición crítica. Ocurre además que la edición de 1635 sigue en absoluto a la de 1634 y las divergencias no son más que erratas introducidas por el tipógrafo.
Así, pues, para una edición crítica, el problema queda reducido a decidir si para el texto debe servir de base el autógrafo o la edición de 1634. No era difícil encontrar una respuesta: [...] Se comprende que haya elegido como base del texto el autógrafo del poeta, indicando en el aparato crítico (al pie de cada página) las variantes de la edición de 1635 (designada por XXI).»
[El texto pertenece a la edición en español de Editorial Gredos, 1981, en versión de María D. Mouton y V. García Yebra. ISBN: 84-249-0005-7.]
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