II.-Acadia
Amargura de la vida humana (Diálogo)
«A.- ¿Dónde hay un hermano que se asemeje a ti? ¿Dónde hay un sabio que te pueda igualar?
¿A quién podré ir a confiar mi amargura? ¡Deshecho estoy y el dolor me avasalla!
Atrás quedé, mis progenitores me dejaron. La madre que me dio a luz fue muerta por el rey del abismo.
Mi padre y mi madre eran mis amantes dispensadores y ahora nadie se preocupa de mí.
-Hermano mío, lo que dices es duro.
¿De qué te nace el ansía de pensar en el dolor, cuando fuera mejor pensar en la dicha?
¡Tú, tan brillante en la inteligencia te estás poniendo al nivel de un insensato!
Grandes hazañas hiciste y las echas a la oscuridad.
Nace el hombre y camina hasta abordar la muerte. Tú tienes que vadear el río Hubur, -dicen a la continua.
Si vuelves tu mirada, todos los hombres que te cercan son tristes. El rico mismo que se gloría de sus riquezas.
Y ¿cuál es el hombre que siempre tuvo dicha? Aquel que quiere emular a los dioses, tiene quien lo proteja: es el dios Lamassu.
Y el que a las diosas honra goza de grande abundancia.
B.-Ah, es tu corazón, amigo mío y hermano, una fuente que rebosa pura sabiduría.
Yo voy a preguntarte: dígnate responderme. No desdeñes mi anhelo: dime buenas palabras.
-Mi vida ha terminado... quedé en el olvido. Mi fortuna cesó... y soy echado fuera.
Mi fuerza se agotó: soy un ser impotente. Amargura y dolor hasta la saciedad.
Vino de dátiles que al hombre da la vida, en mí falló por fin.
...........
¿Puede el león, acaso, que se nutre de los más suculentos de las carnes de sus presas, elevar su ofrenda de incienso para aplacar a las diosas adversas?
¿Puede el hombre con su oro dar a la diosa Mami un don de piedad? ¡Ya hice mis oblaciones; ya ofrecí mis sacrificios a las diosas!
..........
A.-¡Palma, oh dulce palma, árbol de la riqueza, preciosa hermana mía! Tú tienes la plenitud del saber y eres un joyel de rutilante oro.
Firme como la tierra... Pero, ¿conoces el designio de los dioses?
¿No lo sabe muy bien el onagro? Cuando está recogiendo tus frutos llega el dardo del cazador y le traspasa las entrañas.
¿Hablabas del león? Ese enemigo de los rebaños. Ponte a considerar:
Brutalmente acomete, se sacia de sus presas: pero bajo sus pies está escondida una trampa.
Así el rico que se enaltece en sus tesoros, que ha acumulado riqueza hasta la cumbre, en un fuego que él no esperaba lo va a quemar el gobernante.
¿Quieres, más bien, hallar el sendero justo? Busca con insistencia la piedad de los dioses.
Lo que tú piensas es una dulce aura refrescante: brisa de deleite para el pueblo vulgar.
B.-Puro y refinado es tu pensamiento... pero deja que agregue una sola palabra.
Caminan con amplia dicha los que nos buscan a los dioses. Y los que honran a los dioses, viven en miseria y llanto.
Cuando era niño pensé y traté de investigar: humilde y mansamente a los númenes buscaba.
Y, ¿qué obtuve? ¡Bajo el yugo se doblegan mis hombros, una carga sin medida agobia mis espaldas!
Por riqueza, me dieron miseria: un tullido por delante y un loco por detrás me robaron mis joyas y he quedado rendido.
A.-¡Ah, tú, loco: eso que piensas no es acorde a la verdad: desechaste lo que es cierto y desdeñaste a los dioses!
No querías guardar sus normas y fuiste negligente a su servicio.
Como el centro de los cielos, es inaccesible el fallo divino: nadie, nadie entre los hombres puede comprender sus designios.
...........
B.-El ateo y el hombre ruin han logrado la riqueza, y el asesino y el malo están en prosperidad.
¿Qué éxito has tenido tú que no guardas acatamiento a los dioses? El que porta el yugo de los dioses tiene siempre su alimento.
A.-Ve en pos del divino aliento y lo que pierdes un año lo recobras al siguiente.
Yo he estado observando a los hombres: las apariencias son muy variadas. No detienen los dioses al demonio de la desgracia.
El que engendró lleva su barco por los canales; su primogénito yace tendido en el lecho.
El hermano más grande tiene proceder de león fiero. El segundo tiene su gozo en cabalgar una mula.
El hijo mayor dispara su saeta en los caminos: el segundo va a repartir su pan a los pobres de la ciudad.
Si me rindo ante el que rige, ¿qué ganancia saco? Tengo que someter a mi esclavo...
El rico y el que prospera me miran con gran desprecio; el sabio y el entendido y el que es fuerte, me hacen honor.
Tú te estás mordiendo el alma cuando piensas mal de los dioses. La mente del dios es alta: como el centro de los cielos.
¡Cuán honda es la sabiduría: el hombre no puede captarla! La mano del dios Aruru da vida y felicidad.
Lo que primero nace es débil: como el becerro de la vaca nueva. Pero el segundo fruto es doblemente grande: el loco sólo produce hijo de vanidad.
B.-Hermano, atiende y medita: pon cuidado a mi exhortación.
Mira el pueblo exaltar al malvado, al que sube al poder por asesinatos.
El pueblo desdeña al justo, al que nunca hizo violencia.
Justifican su pensamiento, como ellos malvados son...»
[El texto pertenece a la edición en español de Editorial Porrúa, 2006, en traducción de Ángel Mª Garibay K. ISBN: 970-07-6641-1.]
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