martes, 24 de noviembre de 2020

De la pintura antigua y El diálogo de la pintura.- Francisco de Holanda (1517-1584)

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Capítulo VIII: Qué sciencias convienen al pintor

  «Muchas sciencias y noticias convienen al pintor, de quien hablo, para la perfección de su virtud y cuando él no las pudiere saber cumplidamente todas, lo cual sería menester, debe, a lo menos, no estar ignorante de ellas, y en cada una por sí tener buena parte de noticia.
 Primeramente tengo para mí que con justa razón ha de ser instruido en la lición de las letras latinas y traslaciones griegas para entender y gustar los tesoros de su arte que por los libros están escondidos; sin los cuales, él no puede tener la razón de cosa alguna, ni puede tener subido muchos grados de los muchos que se han de subir para llegar al alto templo de la Pintura y de allí tomar la filosofía natural como filósofo excelentísimo; considerando y contemplando continuamente la propiedad y naturaleza de cada cosa con muy grande discreción y cuidado. Que cuando Paulo Emilio envió a pedir a los atenienses maestro que le enseñase sus hijos, y pintor o debujador para que le pintase el triunfo, le fue enviado solamente un pintor como bien suficiente para entrambos aquellos cargos.
 Cumple más de obligación al pintor tener partes de Teología para saber fundar y contemplar la verdad de sus altas imaginaciones en las obras, y para que no pinte cosas contrarias a la cristiandad y cristiana religión, ni otros desconciertos que se pintan y descuidos; sino que solamente por la razón, en esta parte de sus obras, sea muy digno de alabanza.
 Será leído en el catálogo de los Santos para saber sus vidas y en qué tiempos y costumbres y provincias o ciudades son pintados.
 Ha de tener sabida toda la noble y no noble historia del mundo desde Adán, Nembrot y Nino hasta los Emperadores, y de ahí hasta nuestros tiempos: teniendo casi todas las antiguas cosas y historias recapituladas en su memoria; pues por la mayor parte, la operación de la Pintura, consiste en renovar a los hombres y edad presente aquellos otros hombres y edades que ya pasaron; y todo para doctrina y ejemplo nuestro.
 Sabrá ansimesmo todas las fábulas de la Poesía porque debajo de su discreta ficción está escondida mucha razón y verdad, y para recebir muchas flores y frutos de los jardines y montes de las musas; y mucha contemplación en sus apartamientos solitarios, y sabiduría y gracia de sus fuentes.
 Y aquí cerca sentirá la Música y números para conocer la verdadera armonía y consonancia suavísima del perfil, de la sombra, de los sentidos, de la diminución, del colorir, del recursar, del realzo; altísimas proporciones de nueva música, mucho mayores que las del tañer y cantar a la manera de los citaredos.
 Ha de saber Cosmografía para las descripciones de la tierra, del mar, y saber como está arrojada la gran máquina del mundo rodeada con la hermosa orla del océano con tanta gentileza de playas y promontorios; y para otras muchas cosas que no digo le conviene esta disciplina.
 Y, ansí mesmo, levantándose más del suelo, debe de entender no poca parte de Astrología y de los movimientos y círculos de la esfera celestial, conosciendo la inmensidad de los cielos y cuantos son, la grandeza del sol y cómo es pequeña ante él la luna y la tierra; y ansí de todos los otros planetas y estrellas o cuerpos celestiales. Y alguna vez en la vida le cumplirá pasar adelante, encima del décimo cielo empíreo y con Dionisio Areopagita contemplar en espíritu casto los nueve coros de los espíritus angélicos y inteligencias, hasta llegar allí donde están ardiendo los Serafines delante la primera fuente y causa de la pintura divina que es el Summo Dios; porque sin él nunca podrá llegar hasta esta alteza, ni será perfecto pintor de obra alguna celestial.
 En la Geometría y Matemáticas y Perspectiva ya el pintor está obligado por todos los otros maestros a ser muy obligado. Y estos son sus propios preceptos y acostumbrados en su sciencia para las líneas y diminución de sus obras; mas los preceptos arriba encomendados son más propiamente míos.
 Pero, tornando a sus obligaciones, en el conoscimiento de la Fisionomía es necesario que él tenga mucho conocimiento, para saber la propriedad de los vultos, colores y faciones que a cada imagen o figura pertenecen, como más adelante declararé: y de la Notomía, huesos y atamientos, músculos y peces de los cuerpos humanos y cómo está cubierta la carne con la piel. Ansí para los cuerpos vivos que se mueven, como para los muertos, tanto le cumple el conoscimiento como a cualquier zurujano: porque no solamente el pintor valeroso ha de conoscer y pintar cómo están sus obras por la superficie externa que todos ven, más aun ha de saber la razón de cómo en lo oculto y interior que no se muestra están perfectamente todas las cosas.
 Y aquí juntamente se acuerde de juntar el arte de Esculptura (aunque ya tardaba) porque no solamente la Esculptura es parte y miembro de la Pintura, mas ansí como no puede ser uno esculptor sin saber debujar o pintar, ansí el pintor no podrá conseguir la perfección de su arte, si no supiere muy bien esculpir y hacer de bulto en barro y en el mármol duro con escoplo: y no está muy lejos el ejemplo.
Resultado de imagen de francisco de holanda de la pintura antigua  Sobre todo será el debujador o pintor de quien hablo Maestro de Arquitectura más que otro cantero moderno, para saber el orden y semetría de edificar; ansí para el dar de las trazas y invenciones de los nobles edificios y fábricas a los canteros muy principales, en muy mayor perfección y antigüedad, novedad y magestad que otro cantero alguno, como para que en los edificios que hubiere de pintar y en las colunas y miembros del edificar sean en su medida y correspondencia perfecta y no falsa, como se hace en algunas partes. 
 Y finalmente, si algunas sciencias más Vetrubio en sus libros o algún otro para otra profesión alguna deseó a su discípulo, con más justa razón y causa las ha de tener y entender el pintor de quien hablo, pues es tanto suya aquella profesión y aún más que de ningún maestro de ella; como quiera que el debujo o Pintura es príncipe y capitán de las más de las cosas que los hombres acostumbran.
 Mas, si alguno dijere que yo mando tener cosas que no solamente no se hallan en uno pero aún en muchos hombres cuanto más en un pintor solo; respóndole a este tal: que el pintor de quien hablo como el antiguo Apeles o el nuevo Micael Angelo tuvieron todo lo necesario, ni yo les mando tener más de estas cosas, y digo, que no es perfecto ni pintor el que esto necesario no tuviere de ellas; y por aquí sabrán los que no pueden tanto alcanzar cuan cerca o cuan lejos están de pintores.
 Pero si me condenaren otros diciendo que yo no soy teólogo, ni geómetra, ni gran letrado de la manera que mando al pintor. Tambien a quien yo confesare que lo soy y tuviere necesidad que yo sepa todas estas sciencias para saber bien pintar, respondo: que me contento para la profesión y arte magnífica de la Pintura con entender aquella Teología y Geometría y Arquitectura y Letras muchas o pocas que en este libro de mi natural ingenio y estudio escribí, cualquier que sea. Y quien lo quisiere mirar igualmente, hallará que no hago poco en contentarme con lo poco de que está lleno este libro, sin otro interés más de el grande amor que tengo e tuve siempre desde niño a esta preciosa arte. Y cuando con esto no quedare satisfecho de mí, seré constreñido de le responder lo que respondió Donatello sculptor singular a uno que le pedía con grande importunación precetos y arismética de Esculptura, al cual despues de le haber dado de comer muy bien, dijo:
 "Yo no tengo otras medidas ni precetos algunos, sino unos que sólo a mí me son lícitos, conviene a saber: ver y entender; los cuales sin carga ninguna de libros ni instrumentos, en el sentido, tino y entendimiento traigo siempre conmigo; pero, si te importa mucho trae aquí en que debuje con un grafio y hacerte he cualquier historia que quisieres, o de hombres armados, o de vestidos o desnudos, a pie, o a caballo en su razón y medida".
 Y otro tanto digo yo para hacerlo.»

    [El texto pertenece a la edición en español de Visor Libros, 2003, en edición de F.J. Sánchez Cantón, pp. 41-45. ISBN: 84-7522-975-1.]
 

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