domingo, 18 de octubre de 2020

Los Mandible. Una familia: 2029-2047.- Lionel Shriver (1957)


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2029
8.-Los gozos de ser imprescindible

  «Cuando lo citaron para que se reuniera con la rectora en agosto, Lowell supuso que Ellen Packer quería disculparse personalmente por el desaprensivo retraso de la nómina. En épocas de estrechez, se recorta el presupuesto del sindicato de estudiantes y se reducen las horas de apertura de la piscina. No se castiga al personal docente.
 Un agravio tan internalizado confería una sensación de poder y, antes de reunirse con la rectora, dio mil vueltas pensando si debía darle a Packer un tirón de orejas o mostrarse magnánimo. […] El secretario de la rectora no lo miró a los ojos en ningún momento, ni siquiera cuando el joven le anunció que la señora Packer estaba lista para recibirlo.
 Ellen Packer era gorda. No rellenita ni rechoncha, sino descaradamente gorda, de las que parecen decirle a uno qué-miras, y puesto que no se disculpaba por serlo, Lowell empezó a perder las esperanzas depositadas en ese encuentro. Por supuesto, él nunca empleaba la palabra gordo/a delante de nadie, pues ese adjetivo sentencioso se había asociado con negro/a y enano/a con el sentido "no natural", punto. Además, en los últimos quince años habían cambiado más cosas que el lenguaje. Detrás de un escritorio macizo como ella, la enormidad de Packer era una declaración política. Desde que los obesos habían pasado a ser la mayoría, habían obtenido una astuta ventaja sobre los contemporáneos más raquíticos. A fin de cuentas, sustantivos como peso y gravedad connotaban seriedad e importancia, y eso sin mencionar a la gente gorda. Las personas como Packer hacían gala de su volumen para subrayar que eran fuerzas con las que había que contar sí o sí. […]
 -Profesor Stackhouse… La verdad es que no creo que sirva de mucho andarme con rodeos -anunció Parker después de que Lowell ocupara la silla eléctrica delante del escritorio. La voz de Packer siempre sorprendía; era aguda y cantarina-. Quiero darle las gracias por los largos años de servicio en esta universidad y espero que no se tome usted esto como un reflejo de insatisfacción de la administración con sus clases o su capacidad para la investigación. Pero me temo que no podemos renovarle el contrato.
 Lowell se quedó tan estupefacto que su réplica llegó un segundo demasiado tarde.
 -Eso es imposible. Soy titular.
 -Ayer, a última hora de la noche, la junta votó a favor de revisar el reglamento de Georgetown. A partir de septiembre, ya no ofreceremos plazas de titular. Y lo prometido anteriormente en relación con una plaza fija queda revocado de inmediato. Los sueldos de los profesores están llevándose una parte inaceptable del presupuesto.
 -Pero la titularidad protege la libertad de cátedra...
 -La titularidad es un anacronismo -lo interrumpió la rectora-. ¿Qué otra profesión ofrece un trabajo para toda la vida?
 -Hay procedimientos para eliminar una plaza de profesor titular -dijo Lowell, intentando no perder los nervios y lanzarse a una autoinmolación-. Pero el protocolo es complejo... Se requiere mucho más que una visita al rectorado. Los casos raros siempre tienen que ver con acusaciones de acoso sexual o insensibilidad racial, y a mí no se me ha acusado de ninguna de esas dos cosas... A menos que tenga usted alguna otra buena noticia que comunicarme.
 -Puede usted demandarnos, por supuesto -dijo Packer, como quien no quiere la cosa. Antes de ese encuentro a las cuatro de la tarde debió de tener esa misma conversación varias veces-. Aunque, en su situación, me lo pensaría dos veces... Los honorarios del abogado... La universidad también se ha asesorado. Conocemos todos los detalles. Ahora mismo lo que está en juego es la existencia de esta institución. Si usted y otros colegas despedidos ganasen los juicios, esta universidad ya no podría existir. ¿Qué indemnización cobraría entonces?
 -Pero dejando a un lado la cuestión de la titularidad, éste es un despido injusto.
 -No hay despido injusto cuando la plaza que usted ocupa se ha eliminado. Entre nosotros, le diré que estoy de acuerdo en que, en sentido estrictamente jurídico, es injusto que usted pierda su trabajo. Pero le bastará con darse un paseo por esta ciudad para ver injusticias parecidas en todas las esquinas.
 -Dado el carácter de lo que está ocurriendo en el país, me asombra ver que se despida precisamente a un profesor del Departamento de Economía.
 -Acepto la ironía -dijo ella en tono insulso-. Pero si su disciplina fuese una ciencia más rigurosa, el carácter de lo que está ocurriendo podría ser otro.
 -Que en mi campo trabajen también algunos pánfilos atípicos no implica que todos tengamos la cabeza en el culo. -La mordacidad fue un lujo que Lowell se permitió-. Hablando de lo cual, ¿le importa decirme a qué otros miembros de mi departamento ha puesto de patitas en la calle?
 -No debería. Es confidencial. Pero supongo que pronto será vox populi. -La rectora le dio los nombres de un puñado de colegas.
 Resultó que era la mitad del departamento. Pero lo que hizo él principalmente fue tomar nota de los nombres que no oyó.
 -¿No han despedido a Mark Vandermire? ¡Es un imbécil populista! ¡Un agitador!
 -No voy a justificar el razonamiento que ha determinado cada decisión. Tomarlas ha sido difícil. Pero con la confiscación del oro y la liquidación de la deuda con China, las investigaciones del profesor Vandermire sobre metales preciosos siguen siendo oportunas.
 -Entonces la ideología sí ha desempeñado un papel en esta matanza selectiva. Y después hablan de libertad de cátedra.
 Packer cerró el fleX.
 -¿Publicó usted o no que los Estados Unidos podían "gestionar fácilmente" la deuda nacional del 290% del PIB que tendríamos en 1950? ¿O que la Reserva Federal había, de hecho, "infrautilizado" la política monetaria y que podía permitirse ser "más expansionista"? ¿Que la inflación es un "bien social" que ayuda a los pobres porque alivia el endeudamiento y que una "moneda sana y fuerte" no es más que "un fetiche de los ricos"? No estoy segura de que mis vecinos, que de ninguna manera están en una buena posición económica, estuviesen de acuerdo con usted. No ahora que están pagando veinte dólares por un Tootsie Roll.
Resultado de imagen de los mandible una familia -Fue Vandermire quien le proporcionó esas citas de mis trabajos, ¿verdad? -Eran los mismos fragmentos que la rata venía refregándole por la cara desde hacía meses-. Pero sí, sostengo cada una de estas afirmaciones, pues esta calamidad no tiene nada que ver con la deuda soberana ni con la política monetaria. ¡Sólo tiene que ver con el báncor! Además, ¿qué pasa con Ryan Biersdorfer? ¿Está diciéndome que no lo despiden porque la universidad respalda su opinión de que el colapso financiero es lo mejor que le ha ocurrido a los Estados Unidos desde que llegó el congelador con sistema antiescarcha?
  -Entre usted y yo, su iconoclastia me parece exagerada. Pero el tratado Las correcciones del profesor Biersdorfer está teniendo una gran repercusión en todo el mundo, y tal vez lo ayude a recaudar fondos para Georgetown en el extranjero. Al menos es un punto de vista positivo que, al parecer, hace que alguna gente se sienta mejor.
 -Ya voy entendiendo cómo selecciona a sus profesores. Rescatando a los que hacen que los estudiantes se sientan mejor.
 -Lo siento, profesor Stackhouse, no era mi intención inmiscuirme en los conflictos internos de su disciplina. Me temo que tenemos que poner punto final a esta conversación.
 Lowell empezó a sentirse presa del pánico. No había querido una confrontación.
 -Escuche, ¿y si acepto una reducción de mi sueldo?»
 
  [El texto pertenece a la edición en español de Editorial Anagrama, 2017, en traducción de Daniel Najmías, pp. 207-211. ISBN: 978-84-339-7980-3.]

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