martes, 27 de octubre de 2020

Breviario de saberes inútiles.- Simon Leys (1935-2014)

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Primera parte: Quijotismo
Un imperio de fealdad

  «La literatura del siglo XVIII desarrolló el nuevo género literario de la novela epistolar; me pregunto si no sería legítimo que yo propusiera ahora una nueva forma de reseñar libros, la crítica epistolar, en que se desarrollen discusiones mediante un intercambio de cartas entre el crítico y el autor del libro que se examina. O quizá no debería intentar disfrazar el hecho: lo que sigue no tiene mucho de reseña de libro. Pero, en fin, tampoco lo que se reseña tiene mucho de libro.
 Vivimos en una época de hipérboles. Ahora los fontaneros se llaman ingenieros de saneamiento, los camareros se han convertido en dispensadores de comida y bebida, los barberos se dedican al estilismo creativo, los basureros se han convertido en funcionarios de eliminación de residuos sólidos... y a la pequeña muestra de residuo sólido de Christopher Hitchens (The Missionary Position: Mother Teresa in Theory and Practice, Londres y Nueva York, Verso, 1955) se le llama libro.
 En este último caso el empleo del eufemismo logró un resultado importante: el objeto en cuestión logró verse dignificado a través de reseñas con todas las de la ley en revistas y periódicos por lo demás respetables; de hecho, fue así como yo me vi expuesto a él por primera vez. The New York Review of Books publicó un informe bastante minucioso, serio y considerado de su contenido, otorgándole el honor de figurar en su número del 11 de julio de 1996. El artículo en cuestión me impulsó a enviar la siguiente carta a esa respetada publicación literaria, que la publicó cumplidamente el 19 de septiembre:
 
   Aporrear a una monja anciana con una etiqueta obscena no parece una acción particularmente valerosa ni elegante. Además, parece que los ataques contra la madre Teresa se deben todos a un solo delito suyo: el de que se empeña en ser cristiana, en el sentido más literal de la palabra, lo cual constituye (siempre ha sido así y seguirá siéndolo) una empresa sumamente impropia e inaceptable en este mundo.
 Consideremos concretamente sus pecados:
 1.-La madre Teresa acepta en ocasiones la hospitalidad de granujas, millonarios y delincuentes. Pero es difícil ver por qué, como cristiana, debería ser más selectiva a ese respecto que su Maestro, cuyas malas compañías eran notorias y escandalizaron a todos los Hitchens de su tiempo.
 2.-En vez de proporcionar servicios eficaces e higiénicos a los indigentes enfermos y agonizantes, se limita a ofrecerles sus cuidados y su amor. Cuando me encuentre en el lecho de muerte, creo que preferiría tener a una de sus hermanas a mi lado, más que a un asistente social moderno.
 3.-Bautiza en secreto a los moribundos. El acto material del bautismo consiste en derramar unas gotas de agua en la cabeza de una persona mientras se susurran una docena de sencillas palabras rituales. O bien crees en el efecto espiritual de este gesto (y entonces deberías desearlo ardientemente), o bien no crees en él, y el gesto es tan inocente y tan bienintencionadamente inocuo como apartar una mosca con un gesto de la mano. Si un caníbal que diese la casualidad de que te tuviese en alta estima te regalase su posesión más preciada (un diente de cocodrilo mágico que te protegería siempre), ¿rechazarías con indignación el obsequio como algo primitivo y supersticioso, o lo aceptarías agradecido como una generosa muestra de afecto e interés sinceros?
 A Jesús le escupieron, pero no los periodistas, pues no los había en la época. Es hoy privilegio de la madre Teresa experimentar esta particular puesta al día del problema de su Maestro.
 
   El señor Hitchens contestó muy detalladamente a esta carta. Su respuesta, que fue publicada en The New York Review of Books el 19 de diciembre, establecía esencialmente los puntos siguientes:
 
 1.-La madre Teresa se contradice declarando, por una parte (al Ladies Home Journal), que su amiga la princesa Diana "estará mejor cuando se libre de su matrimonio", mientras que por otra aconsejó a los irlandeses votar contra el derecho a casarse de nuevo después del divorcio.
 2.-Volvía a subrayar el hecho de que la madre Teresa había visitado a los Duvalier en Haití y aceptado dinero del estafador financiero Charles Keating, tristemente célebre, condenado por estafar a centenares de "pequeños y humildes ahorradores".
 3.-Repetía la acusación de que la madre Teresa intenta convertir a los agonizantes bautizándolos subrepticiamente. (¿Cómo puedes convertir a los comatosos y a los moribundos? No nos lo explica).
 4.-No encontraba en los Evangelios ningún rastro de individuos como él, que se escandalizasen por la conducta poco convencional de Jesús.
 5.-Pregunta en qué sentido puede considerarse una obscenidad el título de su libro.  
 
  Abordaré enseguida todos estos puntos. En aquel entonces me limité a escribir una breve respuesta, que publicó The New York Review of Books, el 9 de enero de 1997:
 
Resultado de imagen de simon leys breviario de saberes inútiles  Si el señor Hitchens decidiese escribir un ensayo sobre Su Santidad el Dalai Lama, como periodista competente, se informaría sin duda primero sobre el budismo en general y sobre el budismo tibetano en particular. Pero en el tema de la madre Teresa, no parece haber sentido la necesidad de informarse sobre sus motivaciones espirituales... […] Su libro contiene disparates notorios  sobre aspectos elementales del cristianismo (e incluso ahora, en la última munición que ha lanzado desde el Ladies Home Journal, demuestra una ignorancia absoluta sobre la posición de la Iglesia católica en temas como el matrimonio, el divorcio y las segundas nupcias).
 Su profunda y vehemente aversión a la madre Teresa me recuerda, en este aspecto, la indignación del cliente de un restaurante al que sirven una tostada con caviar y se queja de que la mermelada tenía un extraño sabor a pescado. Éste es un tema esencial, pero merece un desarrollo que exigiría más espacio y más tiempo del que puedo permitirme aquí y ahora. […]
 Por último, el señor Hitchens me pedía que le explicase qué me hizo decir que La posición del misionero es un título obsceno. Su pregunta contiene sin duda la misma muestra de sinceridad y buena fe que caracteriza todo su libro.»
 
  [El texto pertenece a la edición en español de Editorial Acantilado, 2016, en traducción de José Manuel Álvarez-Flórez y José Ramón Monreal, pp. 32-35. ISBN: 978-84-16748-07-5]
 

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