martes, 20 de octubre de 2020

Tierra de chacales.- Amos Oz (1939-2018)

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El monasterio trapense
7

  «Itche salió del coche, con esfuerzo, cansado y abrió el capó. Nahum sacó de su bolsillo la linterna que estaba destinada a iluminar la operación de urgencia y alumbró las entrañas del motor. Vio cómo Itche giraba bujías, tiraba de esto y apretaba aquello como a ciegas, daba puñetazos acalorados a las superficies metálicas. Con sus fuertes uñas enroscó un tornillo. Tiró de unos cables sin piedad y puede que también sin pensar. Eso no hizo más que acrecentar la malicia del motor: de pronto, sin previo aviso, se apagó también el otro faro. El coche quedó a oscuras. Entonces Itche le quitó a Nahum la linterna y la arrojó contra las rocas del borde del camino.
 -Al infierno todo -dijo.
 Nahum asintió como diciendo: Sí. Así es. Por supuesto. Pero Itche no pudo ver ese gesto, porque una completa oscuridad los envolvía. Nahum gastó una tras otra las temblorosas cerillas. Con la última, encendieron un par de cigarros de los que Itche le había cogido al estudiante que se encontraron por el camino.
 Itche maldijo primero al coche, a Nahum, a Bruria, a las mujeres en general, al cielo y a la tierra. Casi todos esos insultos eran rusos y despiadados, aunque algunos eran árabes. También maldijo a los árabes. Al final se maldijo a sí mismo. Y se calló. Ya estaba ronco de tanto que había gritado antes de la incursión, durante la batalla y al regresar al cuartel. Ahora había perdido la voz y sólo le quedaba un gorjeo entrecortado, ridículo y desesperado. Se instaló en el capó del jeep muerto. Y, como un monte peludo, se quedó tumbado en silencio e inmóvil.
 Después, cuando los ojos de ambos empezaron a habituarse un poco a la densa oscuridad, Itche descubrió un bloque oscuro y lúgubre que destacaba al otro lado de la frontera de Latrún: la silueta borrosa y desorbitada del monasterio trapense tras las línea de alto el fuego, en territorio enemigo.
 -Menudo edificio -dijo Itche con un hilo de voz.
 -Es un monasterio -añadió Nahum animadamente. Un fervor pedagógico le embargó de pronto. No se sentía nada cansado, estaba bien despierto, emocionado-: Es el monasterio trapense. Sus monjes se han comprometido a guardar silencio para siempre. Hasta el día de su muerte.
 -¿Y por qué? -preguntó Itche en voz baja.
 -Porque las palabras son una fuente de pecado. Si no hay palabras, no hay mentiras. Es muy simple. Llevan años y años viviendo allí si intercambiar ni una palabra entre ellos. Imagínate qué silencio tan divino habrá allí. El que quiere unirse a ellos debe hacer un juramento. Como en el ejército. Hacer voto de silencio.
 -No puedo comprenderlo -gorjeó Itche.
 -Claro que tú no puedes comprenderlo. Tú eres capaz hasta de arrasar un pueblo sin saber nada de sus habitantes ni de su historia, y sin querer saberlo. Así, sin más. Como un toro desbocado. Claro que tú no lo comprendes. ¿Qué es lo que tú sí comprendes? Golpear y matar, eso es lo que tú comprendes. Y el fútbol. Y acciones de Eged. Eres una mala bestia, no una persona. Una mala bestia idiota. Te están engañando todo el rato, Rosenthal se tira a Bruria, y los oficiales, y los de la policía militar, e incluso alguien como yo. ¿Crees que ahora ella está en el jeep de Rosenthal de camino a Jerusalén? ¿Eso crees? Porque eres una bestia y no una persona, por eso crees que todo el mundo es como tú. No todo el mundo es como tú. No todo el mundo arrasa y mata todo lo que se mueve. Al contrario. Todo el mundo se ríe de ti. Rosenthal se folla a Bruria y te jode también a ti. Yo me la he follado y ahora también te he jodido a ti. Dime, ¿por qué has salido corriendo como un loco? ¿Por qué has cogido un jeep, una ametralladora y a mí y has echado a correr como un toro desbocado, eh? Yo te diré por qué. Porque no eres una persona, por eso. Porque eres una mala bestia idiota. Por eso.
 -Cuéntame algo más sobre el monasterio -dijo Itche con la poca voz que le quedaba.
 Nahum Hirsch, un sanitario de retaguardia delgado y con gafas, dobló la rodilla y apoyó la suela de la bota sobre una rueda del jeep. Fumó y sintió cómo la energía y la virilidad latían en sus venas como si fuesen vino.
Resultado de imagen de tierra de chacales -El polvo de las palabras muertas se ha pegado a ti. Purifica tu alma con el silencio. Eso escribió Rabindranath Tagore, poeta y filósofo indio. Ahora habrá que empezar a explicarte qué es un poeta, qué es un filósofo y qué es un indio. Pero, ¿quién tiene tiempo y fuerzas para hacer de ti una persona? Para qué malgastar palabras. Además, no te serviría de nada. Está bien. Latrún debe su nombre a una fortaleza que había aquí a mediados de la Edad media. Los cruzados levantaron en este lugar una fortaleza para cerrar el acceso más cómodo desde la llanura costera a Jerusalén, es decir, el camino de Bet Horon. El nombre Latrún es una distorsión del nombre de aquella fortaleza: "Le Toron des Chavaliers, es decir, 'la torre de los caballeros'. Toron significa torre. Como tour. La Tour Eiffel. La torre, en el ajedrez. ¿Ya te has dormido? ¿Es demasiada información de una vez? ¿No? Hay investigadores que apuntan a otro origen, más antiguo aún, del nombre Latrún: Castellum Boni Latronis, es decir, el castillo del buen ladrón que fue crucificado junto a Jesús de Nazaret. ¿Has oído hablar alguna vez de la Crucifixión, de Jesús, del buen ladrón? ¿Has leído algún libro en tu vida? Responde. ¿Qué te pasa? ¿No te encuentras bien? ¡Respóndeme!
 Itche guardó silencio.
 Las luces de los pueblos lejanos centelleaban a lo lejos en la oscuridad de la noche. Las posiciones enemigas de Latrún, a las que sin duda ya habría llegado la noticia de la destrucción de Deir al-Nashaf, apuntaban de cuando en cuando, con el brusco destello de un foco, hacia los espesos bosques que crecían en las laderas de los montes de Judea. Un disparo solitario, casi irrisorio, rodó por las montañas y resonó largamente hasta que se desvaneció.
 -Dime una cosa, ¿no es un poco peligroso permanecer aquí toda la noche? -preguntó Nahum con repentino temor.
 Itche guardó silencio.
 -Dime, ¿no es demasiado peligroso? ¿No deberíamos avanzar a pie? A lo mejor hay por los alrededores alguna granja o algún kibutz.
 Itche giró un instante la cabeza, miró con su cara peluda a Nahum Hirsch y apartó la vista. No dijo nada. Nahum se fue a orinar detrás del jeep. De pronto se asustó y le dio miedo alejarse de Itche en la oscuridad.
 -Soy un mierda. Un miserable -dijo con voz clara y apretando los dientes.
 Itche guardó silencio.»
 
   [El texto pertenece a la edición en español de Ediciones Siruela, 2017, en traducción de Raquel García Lozano, pp. 119-122. ISBN: 978-84-17151-21-8.]
 

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