Libro segundo: Euterpe
«124.-Hasta el reinado de Rampsinito, según los sacerdotes, estuvo Egipto en el mejor orden y en gran prosperidad; pero Queops, que reinó después precipitó a los egipcios en total miseria. Primeramente, cerró todos los templos y les impidió ofrecer sacrificios; ordenó después que todos trabajasen para él. Los unos tenían orden de arrastrar piedras desde las canteras del monte Arábigo hasta el Nilo; después de transportadas las piedras por el río en barcas, mandó a los otros recibirlas y arrastrarlas hasta el monte que llaman Líbico. Trabajaban por bandas de cien mil hombres, cada una tres meses. El tiempo en el que penó el pueblo para construir el camino para conducir las piedras fue de diez años; y la obra que hicieron es a mi parecer no muy inferior a la pirámide (pues tiene cinco estadios de largo, diez brazas de ancho y ocho de alto en su mayor altura), y está construida de piedra labrada y esculpida con figuras. Diez años, pues, pasaron para construir ese camino y las cámaras subterráneas en el cerro sobre las que se levantan las pirámides, cámaras que dispuso para su sepultura en una isla, formada al introducir un canal del Nilo. Para construir la pirámide se emplearon veinte años: es cuadrada, cada lado es de ocho pletros de largo, tiene otros tantos de altura, de piedra labrada y ajustada perfectamente; ninguna de las piedras es menor de treinta pies.
125.- La pirámide se construyó de este modo: a manera de gradas, que algunos llaman adarves y otros zócalos. […] En la pirámide está anotado con letras egipcias cuánto se gastó en rábanos, en cebollas y en ajos para los obreros; y si bien me acuerdo, al leerme el intérprete la inscripción, me dijo que la cuenta ascendía a mil seiscientos talentos de plata. Y si esto es así, ¿cuánto sin duda se habrá gastado en las herramientas con que trabajaban y en alimentos y vestidos para los obreros, ya que construyeron las obras durante el tiempo mencionado y además trabajaron otro tiempo, durante el cual tallaron y transportaron la piedra y labraron la excavación subterránea, tiempo nada breve?
126.- A tal extremo de maldad llegó Queops que, por carecer de dinero, puso a su propia hija en el lupanar con orden de ganar cierta suma, no me dijeron exactamente cuánto. Cumplió la hija la orden de su padre y aún ella por su cuenta quiso dejar un monumento, y pidió a cada uno de los que la visitaban que le regalara una sola piedra; y decían que con esas piedras se había construido la pirámide que está en medio de las tres, delante de la pirámide grande, cada uno de cuyos lados tiene pletro y medio.
127.-Decían los egipcios que este Queops reinó cincuenta años, y que a su muerte, heredó el reino su hermano Quefrén. Éste se condujo del mismo modo que el otro en general y particularmente en levantar una pirámide que no llega a las dimensiones de la de Queops, pues yo mismo la medí. Tampoco tiene cámaras subterráneas, ni llega a ella un canal desde el Nilo, como a la de Queops, que corra por un conducto construido y rodee por dentro una isla, en la cual dicen que yace Queops. Quefrén fabricó la parte inferior de su monumento de piedra etiópica abigarrada, y la hizo cuarenta pies más baja que la otra, y vecina a la grande; ambas se levantan en un mismo cerro, que tendrá unos cien pies de alto.
128.-Decían que Quefrén reinó cincuenta y seis años. Calculan que esos son los ciento seis años durante los cuales los egipcios vivieron en total miseria y durante todo ese tiempo los templos, que habían sido cerrados, no se abrieron. Por el odio contra los dos reyes, los egipcios no tienen mucho deseo de nombrarlos; de suerte que dan a las pirámides el nombre del pastor Filitis, quien por aquel tiempo apacentaba sus rebaños por esos lugares.
129.- Decían que después de Quefrén reinó Micerino, hijo de Queops. Éste, disgustado con los actos de su padre, abrió los templos y permitió al pueblo, oprimido hasta la última miseria, que se retirara a sus ocupaciones y sacrificios. Entre todos los reyes, fue el que dio más justas sentencias y por eso ensalzan a Micerino sobre todos cuantos fueron reyes de Egipto. No sólo juzgaba íntegramente sino que, a quien criticaba la sentencia, le daba de lo suyo para contentarle. Aunque era bondadoso con sus súbditos y observaba tal conducta, le aconteció como primera de sus desgracias, morirse su hija, única prole que tenía en su casa. Muy apenado por el infortunio sobrevenido y queriendo sepultar a su hija por modo extraordinario, hizo labrar una vaca de madera hueca, la doró, y en ella sepultó a la hija que se le había muerto.
130.-Esa vaca no fue cubierta de tierra, antes bien era visible todavía en mis tiempos, en la ciudad de Sais, colocada en el palacio en una cámara adornada. Ante ella, queman todos los días todo género de perfume y todas las noches se le enciende su lámpara perenne. Cerca de esta vaca, en otra cámara, están las imágenes de las concubinas de Micerino, según decían los sacerdotes de la ciudad de Sais; son estatuas colosales de madera, desnudas, unas veinte, más o menos en número; no puedo decir quiénes sean, sino lo que se cuenta acerca de ellas.
131.-Sobre la vaca y los colosos cuentan algunos esta historia: Micerino se prendó de su hija y la gozó a pesar de ella. Dicen luego que la joven se ahorcó de dolor, que el rey la sepultó en aquella vaca, que su madre cortó las manos de las criadas que entregaron la hija al padre, y que ahora les ha pasado a sus imágenes lo mismo que les pasó en vida. Los que así hablan, a mi entender, desatinan, en toda la historia, particularmente en cuanto a las manos de los colosos, pues hemos visto nosotros mismos que han perdido las manos por el tiempo; y aun en mis días se veían a los pies de las estatuas.
132.- La vaca está toda cubierta con un manto de púrpura, pero muestra el cuello y la cabeza, dorados con una gruesa capa de oro, y lleva en medio de sus astas un círculo de oro que imita el del sol. No está en pie, sino hincada, y su tamaño es el de una vaca viva grande. La sacan fuera de la cámara todos los años cuando los egipcios plañen al dios que yo no nombro a este propósito; entonces es cabalmente cuando sacan al público la vaca. Porque, según dicen, la hija al morir pidió a su padre Micerino el ver el sol una vez al año.
133.-Después de la desastrada muerte de su hija, le sucedió lo siguiente a Micerino: le llegó de la ciudad de Buto un oráculo con el aviso de que iba a vivir sólo seis años, y morir al séptimo. Lleno de indignación, Micerino envió al oráculo a reprochar a su vez al dios porque su padre y su tío, que habían cerrado los templos, sin preocuparse de los dioses, oprimiendo además a los hombres, habían vivido largo tiempo y él, que era pío, iba a morir tan pronto. Vínole del oráculo por segunda respuesta que por lo mismo se le acortaba la vida, por no haber hecho lo que debía hacer, pues el Egipto debía ser oprimido duramente durante ciento cincuenta años, y sus dos antecesores lo habían comprendido y él no. Oído esto y advirtiendo Micerino que su fallo estaba ya dado, mandó fabricar gran cantidad de lámparas y, cuando llegaba la noche, las encendía, bebía y se daba buena vida día y noche, sin cesar, paseando por los pantanos y los prados y por dondequiera hubiese muy buenos lugares de recreo. Todo lo cual discurrió con el intento de demostrar que el oráculo había mentido, para tener doce años en lugar de seis, convirtiendo las noches en días.
134.-También Micerino dejó una pirámide, mucho menor que la de su padre; cada lado es de tres pletros menos veinte pies: es cuadrada, y hasta la mitad, de piedra etiópica.»
[El texto pertenece a la edición en español de Editorial Orbis, 1982, en traducción de María Rosa Lida. ISBN: 84-7530-129-0.]
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