sábado, 12 de septiembre de 2020

La sexualidad conyugal.- Frank Cooper (¿...?)

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8.-Prevención y tratamiento de la frigidez
El papel de los padres y de la sociedad

  «En la prevención de la frigidez, es necesario reeducar y aconsejar a los padres para que no imbuyan en sus hijas un sentimiento de falso pudor, miedo, temor o repugnancia a la sexualidad o a los hombres. La educación sexual de la hija durante la adolescencia debería ser la responsabilidad de la madre que, incidentalmente, deberá tener conocimientos adecuados sobre los problemas sexuales. Como hemos visto, la ignorancia sexual, la información errónea y las inhibiciones son causas muy comunes de la frigidez.
 Los padres y la sociedad están todavía atormentados por antiguos temores, viejas vergüenzas y viejos tabús. Citando las palabras del Dr. Samuel E. Howie, diremos que "los tabús sobre el sexo han sido causa de mayor desdicha -incluyendo el sufrimiento mental y físico- que cualquier otra región de la ignorancia en la larga vida de la especie humana". No podemos abstenernos y ver tranquilamente las consecuencias de la ignorancia sexual. La educación en los problemas sexuales se traduce en menores casos de frigidez y de divorcio. La sociedad no se da cuenta de que la incompatibilidad sexual es la causa de las cuatro quintas partes de todos los divorcios, y que muchas enfermedades de las mujeres casadas se deben a desacuerdo sexual.
 Afortunadamente, las mujeres se emancipan gradualmente de los tabús culturales y de las restricciones impuestas por la sociedad. Es alentador prever que habrá menos frigidez en el porvenir como resultado de esta nueva libertad de que gozan las mujeres. La justificación de esta esperanza se encuentra en las palabras del psicoanalista francés La Forge, quien dijo: "Es una realidad que las mujeres han conquistado apenas recientemente el derecho a sentir el orgasmo y también su libertad, de manera que en poco tiempo tendrán que pasar por un inmenso desarrollo emocional que probablemente acabará con el tipo frígido de mujer de la clase media de fines del siglo, así como la 'maestra' gazmoña y la pálida 'ascética'. El problema sexual, debido a la creciente influencia del psicoanálisis, está siendo tratado más objetivamente y los nuevos descubrimientos provocan enormes cambios en la vida de los estados, al igual que en los individuos". 
 También los padres deben aceptar su responsabilidad impartiendo educación sobre el sexo a sus hijas. Deben convencerse de que saber es poder, que la ignorancia en las cuestiones sexuales puede hacer que sus hijas se hundan en un cúmulo de enfermedades mentales y físicas.
 Es necesario enseñar a las hijas a pensar correctamente por lo que respecta al sexo. También hay que educar a los hombres sobre la técnica adecuada. La educación sexual de nuestra juventud es el único método inteligente para reducir el creciente índice de divorcios, el número de abortos (que llega hasta un millón al año) y para disminuir la incidencia de la impotencia y la frigidez.
 Los padres deben insistir en el hecho de que el sexo está relacionado con un sentimiento de amor por alguien, que es algo dichoso y bueno que deben esperar sus hijas cuando se casen algún día.
 El padre que desea que su hija se desarrolle sexualmente de manera saludable, nunca le imbuirá ningún temor. Dar al sexo una asociación con el temor o el pecado o la enfermedad en la mente de la hija es algo destructivo. Con semejante asociación, la hija en crecimiento no llega siquiera a la actitud fundamentalmente normal hacia el sexo, mucho menos progresará hasta el tipo más fino de relaciones sexuales en la edad adulta.
 Aún entre las madres educadas e inteligentes suele haber cierta renuncia a encarar el problema de educar a sus hijas en lo que se refiere al sexo. Las madres no saben cuándo o cómo deben iniciar la educación y a menudo incurren en el error de posponerla indefinidamente. Un muro de silencio entre madre e hija hace aún más difícil discutir y tratar cualquier problema que pueda surgir cuando la hija crezca.
 Desgraciadamente, muchas madres no están preparadas para educar a sus hijas en las cuestiones sexuales porque tampoco ellas han tenido educación sexual o porque sufren de algún desajuste sexual.
 En los primeros años de la vida, la hija queda condicionada para crecer hasta parecerse a la madre. Evidentemente, la actitud de la madre hacia el sexo influirá intensamente en la de la hija. Las madres deberán examinar sus propias actitudes hacia el sexo antes de transmitirla a sus hijas. No puede esperarse que la hija adopte una actitud normal si la madre considera el sexo como algo prohibido o algo de que deba uno avergonzarse.»

  [El texto pertenece a la edición en español de Editorial Fénix, 1971, en traducción de J. García. Depósito legal: B. 34416-1971.]

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