19.-¿Qué hay detrás de la máscara? El secreto de las identidades secretas
La interesante motivación de Superman
«Superman sabe que es extraterrestre. Se siente como un alienígena. Es el más extraño de nuestro mundo. Pero ha conocido y probado lo suficiente la vida y la condición humanas como para sentirse muy atraído por ellas, más aún, muy implicado en ellas. Jonathan y Martha Kent fueron padres buenos y cariñosos y Clark creció experimentando la amistad, la tristeza, la emoción, la felicidad, la esperanza y todas las emociones y relaciones normales de una vida genuinamente humana. En algún nivel, se diría que desea, con gran intensidad, ser humano; o, por lo menos, saber qué significa ser humano al modo más profundo e íntimo posible. Pero también comprende lo suficiente las reacciones humanas como para darse cuenta de que esto no sería factible si lo perciben como lo que es en realidad. Tiene que encajar sin estridencia. No puede destacar de la manera en que lo haría si se conociera toda la verdad sobre su caso.
Imagine el lector una persona de su misma edad y apariencia, que se acercara a usted en una cafetería abarrotada o un restaurante de comida rápida lleno a rebosar, y le preguntara si puede compartir un espacio libre en su misma mesa. Usted apenas levanta la mirada pero accede y el extraño se sienta a comer. La intromisión le interrumpirá y alterará su estado emocional, hasta cierto punto, no muy importante. Notará la presencia de alguien que no conoce y quizá le haga sentir un tanto incómodo. Pero sería fácil saludar a la persona, entablar una conversación y, entonces, tras un rato, quizá incluso sienta que ha establecido una nueva amistad. Pero cojamos ahora este pequeño experimento de ideas y hagamos un pequeño cambio. Al levantar la vista hacia el extranjero, ¡qué sorpresa más fenomenal! Se trata justamente de su estrella de cine favorita -o el músico que más hondo le llega-, alguien a quien nunca jamás habría pensado llegar a tener delante en persona, sólo en el enorme póster de su habitación. La reacción emocional, probablemente, será por completo distinta. A usted le resultará extraordinariamente difícil actuar con naturalidad y desarrollar una relación mínimamente normal con esa persona. Esa es la diferencia que puede crear la otredad de la fama. El filósofo del siglo XVII, Blaise Pascal (1623-1662), vio que todo esto es fruto de nuestra imaginación y no se debe a que la otra persona exista en una dimensión distinta de la realidad ni pertenezca a una raza extraterrestre.
Imagine el lector una persona de su misma edad y apariencia, que se acercara a usted en una cafetería abarrotada o un restaurante de comida rápida lleno a rebosar, y le preguntara si puede compartir un espacio libre en su misma mesa. Usted apenas levanta la mirada pero accede y el extraño se sienta a comer. La intromisión le interrumpirá y alterará su estado emocional, hasta cierto punto, no muy importante. Notará la presencia de alguien que no conoce y quizá le haga sentir un tanto incómodo. Pero sería fácil saludar a la persona, entablar una conversación y, entonces, tras un rato, quizá incluso sienta que ha establecido una nueva amistad. Pero cojamos ahora este pequeño experimento de ideas y hagamos un pequeño cambio. Al levantar la vista hacia el extranjero, ¡qué sorpresa más fenomenal! Se trata justamente de su estrella de cine favorita -o el músico que más hondo le llega-, alguien a quien nunca jamás habría pensado llegar a tener delante en persona, sólo en el enorme póster de su habitación. La reacción emocional, probablemente, será por completo distinta. A usted le resultará extraordinariamente difícil actuar con naturalidad y desarrollar una relación mínimamente normal con esa persona. Esa es la diferencia que puede crear la otredad de la fama. El filósofo del siglo XVII, Blaise Pascal (1623-1662), vio que todo esto es fruto de nuestra imaginación y no se debe a que la otra persona exista en una dimensión distinta de la realidad ni pertenezca a una raza extraterrestre.
Pero cambiemos de nuevo la historia y hagamos que el extraño sea reconocible, precisamente como un extraterrestre único, venido de otro planeta y provisto de tales superpoderes que es capaz de salvar, destruir, sanar o matar en un instante. Será imposible -o tan difícil como se alcance a imaginar- desarrollar una conversación normal y natural con ese ser alienígena y marcharse a casa sin tener los pelos más de punta que un cepillo. El restaurante, probablemente, se vaciaría como si hubiera un incendio y la patrulla del Grupo Especial de Operaciones de la policía ocuparía el exterior a los pocos minutos, rodeando el local hasta la llegada del ejército y las autoridades del gobierno. En cambio, sería rarísimo que todo acabara en compartir una bolsa de patatas fritas con mayonesa y la historia de las vidas respectivas. En realidad, sólo con que Batman -un ser plenamente humano, pero con un poder oscuro y amenazador- se plantara delante de usted en un aparcamiento poco iluminado, lo más probable es que la mera fuerza de su presencia pusiera su corazón a mil y bombeara adrenalina por todo su cuerpo. La piel se le pondría de gallina, temblaría usted del miedo y quién sabe si no se pondría a chillar o incluso se desmayaría. En otras palabras: sería dificilísimo, si no imposible, desarrollar nada ni remotamente similar a una relación normal. Multiplique sólo eso varias veces y podrá hacerse una idea de lo difícil que resultaría, para un extraterrestre claramente superpoderoso, caminar entre nosotros en toda su otredad y sin embargo experimentar relaciones humanas ordinarias y, a través de éstas, todo el espectro emocional de la condición humana. Si este ser anhelara poder disfrutar de la experiencia, debería aparecer entre nosotros tan bien disfrazado que pudiera mezclarse anónimamente y ser aceptado como uno más de nosotros. Según creo, justo esto es lo que Superman decidió hacer desde mucho tiempo atrás. Su verdadera identidad es, en efecto, la del Hombre de Acero, pero sospecho que al menos una parte importante de él desearía ser Clark Kent.
En el Bhagavad-Gita, gran texto sagrado del hinduismo, el ser último Krishna, que es semejante a un dios, adopta la apariencia de un simple conductor de carreta para ayudar a guiar al destacado héroe Arjuna en una importante encrucijada de su vida. Con esta identidad, Krishna puede sostener una conversación informal con Arjuna y el héroe escucha la sabiduría de éste. En la Biblia se nos dice que Dios Hijo, un ser literalmente divino, adoptó la forma de un hombre y nuestra condición al completo para experimentar lo mismo que experimentamos nosotros, sufrir lo que sufrimos y salvarnos de las consecuencias más graves de nuestras maneras más irresponsablemente egoístas; lo hizo transformándonos, como uno de nosotros y más que uno de nosotros, pero el Nuevo testamento está lleno de lo que los teólogos denominan el "secreto mesiánico": la reticencia de Cristo a revelar íntegramente qué y quién es en realidad, hasta que las personas que lo rodean están preparadas para comprenderlo y aceptarlo. Son temas que se reflejan, de varios modos, en muchas de las mejores narraciones de Superman a lo largo de las décadas. El mayor de los guardianes, el gran defensor y salvador, debe ser uno de nosotros al mismo tiempo que es más que nosotros.
Superman no pretende servir al mundo exactamente del modo en que lo querría hacer el Detective Marciano o incluso el Dr. Manhattan de Alan Moore, con toda su distante otredad. No quiere ser un dios casi aristotélico, un motor inmóvil del mundo, aislado en su propia independencia autónoma. Anhela establecer una conexión existencial con nosotros. Quiere servirnos, realmente, como uno más de nosotros. Su identidad secreta como Clark Kent no es una simple treta más de superhéroe, un arma o instrumento más del superarsenal. Es una parte crucial de la voluntad y el empeño genuinos de vivir la aventura humana y proteger a la humanidad desde dentro. No puedo evitar creer que este deseo es el resultado del amor que le dieron sus padres humanos e incluso algunos de sus amigos de infancia. El poder transformador del hecho que ellos lo aceptaran plenamente y se comprometieran con él ha despertado en el superhombre un deseo de compartir la aceptación y el compromiso mutuos con más personas de este mundo.»
[El texto pertenece a la edición en español de Blackie Books, 2010, en traducción de Cecilia Belza y Gonzalo García. ISBN: 978-84-938272-1-2.]
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