viernes, 23 de noviembre de 2018

¿Tener o ser?.- Erich Fromm (1900-1980)


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Primera parte: La diferencia entre tener y ser
II.-Tener y ser en la experiencia cotidiana

«Como la sociedad en que vivimos se dedica a adquirir propiedades y a obtener ganancias, rara vez vemos una prueba del modo de existencia de ser y la mayoría considera el modo de tener como el modo más natural de existir, y hasta como el único modo aceptable de vida. Esto hace especialmente difícil comprender la naturaleza del modo de ser y hasta entender que tener sólo es una de las posibles orientaciones. Sin embargo, estos dos conceptos están enraizados en la experiencia humana. Ninguno debe ni puede examinarse de manera puramente abstracta e intelectual; ambos se reflejan en nuestra vida cotidiana y deben tratarse concretamente. Los siguientes ejemplos bastante sencillos de cómo tener y ser aparecen en la vida cotidiana pueden ayudar a los lectores a comprender estos dos modos de existir.
 
El aprendizaje  
En el modo de existencia de tener los estudiantes asisten a clases, escuchan las palabras del maestro y comprenden su estructura lógica y su significado. De la mejor manera posible, escriben en sus cuadernos de apuntes todas las palabras que escuchan; así más tarde podrán aprender de memoria sus notas y ser aprobados en el examen; pero el contenido no pasa a ser parte de su sistema individual de pensamiento, ni lo enriquece ni lo amplía. En vez de ello, los alumnos transforman las palabras que oyen en conjuntos fijos de pensamientos o teorías, y las almacenan. Los estudiantes y el contenido de las clases continúan siendo extraños entre sí, pero cada estudiante pasa a ser propietario de un conjunto de afirmaciones hechas por alguien (que las creó o las tomó de otra fuente).
 En el modo de tener, los estudiantes sólo tienen una meta: retener lo "aprendido". Con este fin lo depositan firmemente en su memoria o lo guardan cuidadosamente en sus notas. No deben producir ni crear algo nuevo. De hecho, los individuos del tipo de tener se sienten perturbados por las ideas o los pensamientos nuevos acerca de una materia, porque lo nuevo les hace dudar de la suma fija de información que poseen. Desde luego, para quien tener es la forma principal de relacionarse con el mundo, las ideas que no puede definir claramente (o redactar) le causan temor, como cualquier cosa que se desarrolla y cambia y que no puede controlarse.
 En el modo de ser, el proceso de aprender es de una calidad enteramente distinta para los estudiantes en su relación con el mundo. En primer lugar, no asisten a las clases, ni aun a la primera clase, con la mente en blanco. De antemano han pensado en los problemas que se tratan en las clases y tienen en mente ciertas cuestiones y problemas propios. Se han ocupado del tema y les interesa. En vez de ser recipientes pasivos de las palabras y de las ideas, escuchan, oyen y, lo que es más importante, captan y responden de manera productiva y activa. Lo que escuchan estimula la actividad de su pensamiento. En su mente surgen nuevas preguntas, nuevas ideas y perspectivas. Para ellos oír es un proceso vital. Escuchan con interés lo que dice el maestro y espontáneamente le dan vida a lo que oyen. No sólo adquieren conocimientos que pueden llevar a casa y recordar. El estudiante se siente afectado y cambia: es distinto después de la clase. Desde luego, este modo de aprender sólo puede existir si la clase ofrece material estimulante. En el modo de ser, la charla vacía no ayuda, y en estas circunstancias, en el modo de ser, los estudiantes descubren que es preferible no oír y concentrarse en sus propios pensamientos.
 Por lo menos de paso debemos referirnos a la palabra "interés", que en el lenguaje común se ha vuelto una expresión pálida y desgastada. Sin embargo, su significado esencial se encuentra en su raíz latina: inter-ese, "estar en [o] entre". Este interés activo se expresaba en el inglés antiguo con el verbo "to list" (adjetivo, listy; adverbio, listily). En el inglés moderno, "to list" sólo se usa en el sentido espacial: "a ship lists" (un barco se inclina a la banda); el significado original en el sentido psíquico sólo queda en la forma negativa "listless" (indiferente). "To list" en una época significó "esforzarse activamente", "estar genuinamente interesado". La raíz es la misma que la de "lust" (codicia), pero "to list" no es una codicia que arrastra, sino un interés o esfuerzo activo y libre. "To list" es una de las expresiones básicas del autor anónimo (de mediados del siglo XIV) de The Cloud of Unknowing (Evelyn Underhill, ed.). Que el lenguaje sólo haya conservado la palabra en su sentido negativo es característico del cambio de espíritu de la sociedad desde el siglo XIII hasta el XX. [...]
 
La conversación
La diferencia entre los modos de tener y ser puede observarse fácilmente en dos ejemplos de comunicación verbal. Imaginemos una discusión típica entre dos hombres, en la que A tiene una opinión X, y B tiene una opinión Y. Cada uno se identifica con su propia opinión y desea encontrar argumentos mejores, o sea más razonables para defender su opinión. Ninguno espera cambiar su propia opinión, ni la de su oponente. Cada uno teme modificar su opinión, porque es una de sus posesiones y perderla significaría empobrecerse.
 La situación es distinta en una conversación que no pretende ser un debate. ¿Quién no ha sido presentado a una persona distinguida o famosa o hasta con cualidades reales o a una persona de la que desea obtener algo: un buen empleo, ser amado o admirado? En estas circunstancias, muchos individuos suelen sentirse angustiados y a menudo "se preparan" para el importante encuentro. Piensan en los temas que podrían interesar al otro; planean de antemano cómo podrían iniciar la conversación; algunos hasta determinan toda la parte que les corresponde de la charla. [...] Mientras que en el modo de tener las personas se apoyan en lo que tienen, en el modo de ser los individuos se basan en el hecho de que son, de que están vivos y que algo nuevo surgirá si tienen el valor de entregarse y responder. Se entregan plenamente a la conversación y no se inhiben porque no les preocupa lo que tienen. Su vitalidad es contagiosa y a menudo ayuda al otro a trascender su egocentrismo. Así, la conversación deja de ser un intercambio de mercancías (información, conocimiento, status) y se convierte en un diálogo en que ya no importa quien tiene la razón. Los duelistas comienzan a danzar juntos y no se separan con un sentimiento de triunfo o de tristeza (igualmente estériles) sino de alegría.»
 
    [El texto pertenece a la edición en español del Fondo de Cultura Económica, 2007, en traducción de Carlos Valdés. ISBN: 84-375-0170-9.]
 

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