"Doctor:
Hay un asunto sobre el que hubiera querido insistir: es el de la importancia de la cosa sobre la que actúan sus inyecciones; esa especie de relajamiento esencial de mis ser, esa baja de mi estiaje mental, que no es como podría creerse una disminución cualquiera de mi moralidad (de mi alma moral), ni siquiera de mi inteligencia, sino de mi intelectualidad práctica, de mis posibilidades pensantes y que tienen mucho que ver con el sentimiento que tengo de mi mismo yo más que con lo que muestro de él a los demás.
Esta cristalización sorda y multiforme del pensamiento, que escoge en un momento dado su forma. Hay una cristalización inmediata y directa del yo en el centro de todas las formas posibles, de todos los modos del pensamiento.
Y, ahora, señor Doctor, que está usted al tanto de lo que se puede afectar (y curar por las drogas) del punto litigioso de mi vida, espero que sabrá darme la cantidad de líquidos sutiles, de agentes especiosos, de morfina mental, capaces de elevar mi abatimiento, de equilibrar lo que cae, de reunir lo que está separado, de recomponer lo que está destruido.
Mi pensamiento le saluda".
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