lunes, 10 de abril de 2017

"Amor y odio. Historia natural del comportamiento humano".- Irenäus Eibl-Eibesfeldt (1928)


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VIII.- ¿Qué es lo que liga a las personas?
La solicitación de asistencia y la imploración infantil en el comportamiento humano

 «No en todos los casos se efectúa la alimentación del niño con la boca. Entre los waikas, el alimento se mastica y luego se le da al niño con la mano. De este modo de alimentación también se derivan ritos vinculatorios. En diversos pueblos africanos es usual masticar el alimento para el huésped y ofrecérselo después, y aun dárselo con la mano en la boca. Derivada es también la común costumbre de demostrar amistad regalando algo comestible. Los niños de un año lo intentan ya de forma espontánea. Este comportamiento es tan regular que uno se siente tentado a suponerle una base innata. Pero falta una investigación al respecto mediante la comparación de diversas culturas. los niños pequeños emplean el ofrecimiento de comida (o de otros regalos) con mucha frecuencia para establecer contacto con personas desconocidas para ellos. Un ejemplo: un matrimonio joven, con una niña de tres años y dos meses, estaba invitado en nuestra casa. La niña se mostraba tímida y retraída en aquel ambiente desconocido y observaba atentamente el comportamiento de sus padres con nosotros. Comimos juntos, pues, y acabada la comida se sirvió café en la terraza. De pronto, la niña, que estaba jugando aparte, corrió a la mesa, tomó una pastita y me la ofreció sonriendo turbada. Yo la tomé y me la comí, y su rostro resplandeció; inmediatamente tomó otra y me la ofreció del mismo modo. Así me alimentó unas cuantas veces, y aceptó también lo que yo le ofrecí. El hielo se había roto y la niña se mostró confiada y alegre. También conocí hace poco una niña de diez meses que siempre me metía sus juguetes en la boca.
 Los niños sienten por lo demás la necesidad perentoria de comer con sus padres cuando éstos se llevan algo a la boca, y el modo en que esta pauta de conducta se manifiesta  pone de relieve su finalidad de fortalecer el vínculo que los une. El niño que no tiene apetito pero muerde el pan o la manzana que el padre o la madre están comiendo desencadena una alimentación confirmadora del vínculo y al mismo tiempo se asegura de que todo va bien.
 El ofrecimiento de regalos comestibles cumple en el hombre sin ninguna duda una función vinculadora, al mismo tiempo que calma la agresión. Un conocido mío vivió un caso conmovedor en la guerra. Estaba encargado de sacar de las trincheras a los centinelas enemigos para interrogarlos y ya lo había hecho muchas veces. Esta vez, al saltar dentro de la trinchera enemiga y tratar de llevar consigo al sorprendido centinela, éste, que estaba precisamente comiendo en aquel momento, le ofreció un trozo de pan. Mi conocido tomó el pan y quedó tan inhibido en su ataque que se retiró. Según me aseguró, a partir de entonces ya no pudo cumplir misiones de ese tipo. En la vida cotidiana se suavizan del mismo modo situaciones tensas. Lévi-strauss (citado por Goffman) cuenta cómo los franceses suelen resolver la incómoda situación que se produce cuando dos comensales de un restaurante que no se conocen se sientan frente a frente en la misma mesa. Convencionalmente, la situación se resuelve llenando cada uno con su botella de vino el vaso del otro. Este intercambio de cortesía permite que ambos comensales puedan empezar a hablarse.
 El comer en compañía crea en muchos pueblos salvajes un vínculo de amistad y en muchos ritos vinculadores se utiliza esta actividad. Nevermann describe un caso que le sucedió entre los makleugas de Nueva Guinea. "Cuando habló del jengibre, Mitu arrancó una planta de cuajo, le sacudió algo la tierra y mordió animosamente la raíz. El resto me lo metió en la boca. Más tarde se habló de la caza de cabezas de los makleugas y yo pregunté al despedirme si había tenido razón en dormir con los makleugas tan confiado como lo había hecho. Mitu suspiró misteriosamente y me dijo en tono lastimero: "Yo te hubiera quitado la cabeza, aunque ya no esté muy bella, pero comimos juntos y ya no eres extranjero".
 Hablando de los ritos de salutación, quiero dar todavía otros ejemplos de comparación entre culturas. Podemos afirmar que los ritos derivados de la alimentación de los pequeñuelos en general se aplican a la vinculación. El beso y el regalo son las formas más ritualizadas de la alimentación.
 No debe confundirse con el beso el movimiento de sacar fugazmente la lengua, que muchas veces va acompañado por una succión o chupadura en el vacío. Se trata ciertamente de un chupar ritualizado. Entre nosotros, ese gesto se considera indecente. En Europa central, las mujeres de vida alegre muestran de ese modo su buena disposición o su querencia. Pero también se puede observar ese gesto entre novios que flirtean, y con frecuencia es muy rápido, y menos intencional que involuntario. En Europa occidental también se lamen la cara en tales ocasiones de flirteo. Las muchachas waika me sacaban la lengua para incitarme a coquetear con ellas, y los varones le hacían la misma proposición descaradamente a mi acompañante. El gesto es en estos casos una invitación de tipo heterosexual. El sacar fugazmente la lengua debe derivarse de una actividad de cuidado corporal, como el beso-mordisco. Muchos mamíferos lamen a su pareja en el preludio al acoplamiento y los machos espulgan de preferencia la región genital, que la madre limpia también de preferencia en sus pequeñuelos. Ya dijimos que el perro que se somete a otro se le presenta como un perrillo y se orina, lo cual provoca el enjugamiento con la lengua. Finalmente, en algunos monos se presentan como ademanes de salutación movimientos de lamida en el vacío.
 Todo el complejo de actividades de cuidado corporal sirve también en el hombre en forma no ritualizada para conservar las relaciones amistosas. Los papúes se espulgan mutuamente con pasión, y otro tanto hacen los balineses o los indios sudamericanos. Este comportamiento también sirve de preludio amoroso entre las parejas. En Europa, los enamorados se desgreñan los cabellos con mucho gusto, porque eso tiene un extraordinario sentido erótico. A orillas del Mediterráneo filmé unas muchachas que rascaban y exprimían con entusiasmo los granitos a sus acompañantes varones.»
 

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