viernes, 28 de abril de 2017

"Memorias de Idhún".- Laura Gallego García (1977)


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La resistencia
Libro I: Búsqueda
III.- Victoria

«Victoria entró en casa y se arrojó en brazos de su abuela, temblando de miedo.
 -¡Niña! -exclamó ella, sorprendida-. ¿Qué te pasa?
 -En el metro... Me... perseguía...
 -¿Quién?
 Victoria era incapaz de hablar. Allegra se separó de ella y la miró fijamente.
 -¿Quién, Victoria? -repitió, muy seria.
 Algo en su mirada tranquilizó a Victoria. Su abuela era severa y fuerte como una roca y la muchacha se sintió a salvo por primera vez desde su encuentro con Kirtash.
 -Un... hombre -mintió-. No sé qué quería, quizá robarme... Me ha dado mucho miedo.
 Un destello de comprensión brilló en las pupilas de la anciana.
 -¿Ha sido muy lejos de aquí?
 -¿Qué...?
 -Que si ha sido muy lejos de aquí, Victoria. Que si podría averiguar dónde vives. O haberte seguido hasta aquí.
 -No, yo... no lo creo, abuela. Fue en la estación de metro de Sol. Pero...
 No pudo terminar la frase porque su abuela la estrechó de pronto entre sus brazos, con fuerza. La muchacha se sintió mucho mejor.
 -Hay mucha gente rara por ahí -musitó-. No te preocupes, hija. Ya ha pasado, ¿de acuerdo? Ya estás en casa. Aquí no va a pasarte nada malo.
 Victoria asintió, reconfortada. Su abuela no solía abrazarla. Ella sabía que la quería, aunque no fuera muy dada a demostrar su afecto. Quizá por esta razón aquel abrazo la consoló profundamente.
 Una vez en su habitación, Victoria bajó la persiana, se quitó los zapatos y se tumbó sobre la cama, aún con el uniforme puesto.
 Sabía que nadie la molestaría. Su abuela respetaba su intimidad. Jamás entraba en su habitación sin llamar a la puerta primero. Nunca se le habría ocurrido ir a verla después del "toque de queda". Esto era no sólo porque la anciana tuviese sus normas sino también, sobre todo, porque confiaba en ella.
 Victoria suspiró, se giró para dar la espalda a la puerta y dejó vagar sus pensamientos.
 "Alma...", llamó mentalmente.
 Aquel cosquilleo familiar la recorrió de nuevo de arriba abajo. Sintió algo en un rincón de sus pensamientos, algo parecido a un mudo asentimiento. El Alma la había escuchado.
 "Llévame a Limbhad", musitó ella sin palabras.
 Pero, cuando ya sentía al Alma acogiéndola en su seno y envolviéndola como una madre para transportarla a su refugio secreto, sonaron golpes en la puerta.
 Victoria vaciló. Por lo general, si su abuela llamaba a la puerta y ella no respondía, la mujer daba por hecho que estaba dormida y no la molestaba. Pero no hacía ni cinco minutos que se habían separado y, además, ella estaría preocupada. De modo que le pidió al Alma que aguardara un momento y, lentamente, su cuerpo volvió a tomar consistencia sobre la cama.
 -¿Sí? -dijo de mala gana.
 Su abuela abrió la puerta.
 -Espero no molestar. ¿Estabas durmiendo?
 -Estaba a punto -sonrió ella-. No pasa nada.
 -Estaba pensando... que podemos ir a la policía a poner una denuncia. ¿Recuerdas cómo era ese hombre?
 La imagen de Kirtash acudió de nuevo, nítida, a la mente de Victoria. Un joven ligero, rápido y sutil como un felino, vestido de negro, de cabello castaño claro, muy liso, que enmarcaba un rostro de facciones finas pero de expresión impenetrable y unos ojos fríos como un puñal de hielo. Jamás podría olvidarlo. Sabía que poblaría sus peores pesadillas durante mucho tiempo.
 -No -dijo finalmente-. No lo recuerdo. Todo ha sido muy rápido.»

 

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