jueves, 11 de agosto de 2016

"El pensamiento prefilosófico. Egipto y Mesopotamia".- H.A. Frankfort (1897-1954), J.A.Wilson y T. Jacobsen


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Mito y realidad

"Los antiguos, al igual que los salvajes modernos, vieron siempre al hombre como parte de la sociedad y a ésta como inmersa en la naturaleza, dependiendo de las fuerzas cósmicas. Para ellos, no había oposición entre la naturaleza y el hombre y, por tanto, no existía la necesidad de aprehenderlos siguiendo modos de conocer diferentes. En efecto, tal como se pondrá en claro en el curso de esta obra, los fenómenos naturales eran concebidos, en general, en relación con la experiencia humana, y ésta, a su vez, era referida a los acontecimientos cósmicos. Así, tropezamos con una distinción entre los antiguos y nosotros que es de enorme importancia para nuestra investigación.
 La diferencia fundamental entre las actitudes del hombre moderno y las del antiguo, con respecto al medio que lo rodea, es que para el contemporáneo, que se apoya en la ciencia, el mundo de los fenómenos es, ante todo, un "ello", algo impersonal; en tanto que para el hombre antiguo y, en general, para el primitivo, es enteramente personal y se le trata de "tú".
 Esta formulación es más profunda que las usuales interpretaciones "animistas" o "personalistas". Pone de manifiesto, en efecto, lo inadecuado de esas teorías aceptadas corrientemente. Porque la relación entre "yo" y "tú" es enteramente sui generis. Podemos explicar mejor su cualidad única, comparándola con otras dos maneras de conocer: la relación entre sujeto y objeto y el vínculo que se establece cuando "comprendemos" a otro ser viviente.
 Desde luego, la correlación "sujeto-objeto" es la base del conocimiento científico; en ella descansa su posibilidad. La segunda manera de conocer es el curioso conocimiento directo que obtenemos cuando "comprendemos" un ser que tenemos enfrente -su temor, por ejemplo, o su ira-. Por lo demás, ésta es una de las formas de conocimiento que tenemos la honra de compartir con los animales.
 Las diferencias que se acusan entre la relación "yo" y "tú" y las otras dos son la siguientes: cuando determina la identidad de un objeto la persona desempeña un papel activo. En cambio, cuando "comprende" a otra criatura, ya sea a otro hombre o a otro animal, es esencialmente pasivo, aun cuando su acción subsecuente pueda no serlo. En este caso, recibe sobre todo una impresión. Por tanto, el tipo de conocimiento es directo, emotivo y desarticulado. El conocimiento científico, por el contrario, es articulado e indiferente, desde el punto de vista emotivo.
 Ahora bien, el conocimiento que "yo" tengo de "ti" transcurre entre un juicio activo y la acción pasiva de "sobrellevar una impresión"; entre lo intelectual y lo emotivo, lo articulado y lo desarticulado. El "tú" puede ser problemático pero, a pesar de ello, algo transparente. El "tú" es una presencia viva, cuyas cualidades y facultades pueden ser articuladas en alguna forma -y no como resultado de una indagación activa- sino porque el "tú", como presencia, se revela a sí mismo.
 Hay, además, otra diferencia importante. Un objeto, un "ello" siempre puede vincularse científicamente con otros objetos y tenerse como parte de un grupo o de una serie. La ciencia insiste en enfocar al "ello" de esta manera, de aquí que la ciencia pueda comprender a los objetos y a los acontecimientos como regidos por leyes universales que permiten predecir su comportamiento bajo circunstancias definidas. por su parte, el "tú" es único. Tiene el carácter sin precedentes, sin paralelo y, a la vez, imprevisible, de lo individual, cuya presencia sólo se conoce en tanto que se revela por sí misma. Además, el "tú" es no es simplemente contemplado o comprendido, sino que es experimentado emocionalmente, en una relación dinámica y recíproca. Así se justifica el aforismo de Crawley: "El hombre primitivo sólo tiene una manera de pensar, un modo de expresión, haciendo uso de sólo una parte de la oración: la personal." Lo que no significa (como a menudo se ha pensado) que el hombre primitivo imparta características humanas a un mundo inanimado para explicar los fenómenos naturales. Sencillamente, el primitivo no conoce un mundo inanimado. Por esta simple razón no "personifica" los fenómenos inanimados, ni llena un mundo vacío con los espíritus de los muertos como el "animismo" nos ha hecho creer.
 Para el hombre primitivo, el mundo no es inanimado ni vacío, sino pleno de vida; y esta vida posee individualidad en el hombre, en la bestia, en la planta y en todo fenómeno que se presenta -el trueno, el oscurecimiento repentino, una imponente y desconocida claridad en el bosque, la piedra que de repente le hace daño cuando tropieza en una cacería-. Cualquier fenómeno puede surgir ante él, en todo tiempo, no como un "ello" sino como un "tú". Al enfrentarse a él, el "tú" revela su individualidad, sus cualidades, su voluntad".     

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